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Fray Josepho

En recuerdo de Juan Ramón Lodares

Pues, Juan Ramón, ¡qué quieres que te cuente! / Aquí se perpetúa la patraña: / la red de la mentira se enmaraña / y se silencia a todo el que disiente.

Acaban de cumplirse cinco años de la muerte de Juan Ramón Lodares. Para el que no lo recuerde, diré que era el autor de algunos de los libros que con más lucidez, con más rigor y con más contundencia han desmontado las patrañas lingüísticas de los nacionalistas antiespañoles. 

Lodares era filólogo, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid y especialista en historia del español. Sus enemigos –que eran quienes ustedes suponen– solían insultarlo, porque jamás pudieron refutar sus tesis con argumentos ni contradecir sus ideas con datos. 

Apenas tenía 46 años cuando, el 4 de abril de 2005, yendo desde El Escorial hacia Guadarrama, un camión se lo llevó por delante. Murió en el acto. Espero que no les moleste que por una vez me deje de chanzas y de sátiras y dedique mis versos a recordarlo. 

Desde luego, el mejor homenaje que se le puede hacer a un escritor es leerlo. Y en el caso de Lodares, prescindiendo de cualquier consideración sentimental, todo el que quiera enterarse de cómo ha sido –de verdad– la convivencia de lenguas en España, de cuánto se ha mentido y de hasta qué punto se ha tergiversado la historia, tiene que leerse los ensayos de Lodares. Porque, además, se lo va a pasar muy bien. Aquí tienen sus títulos: El paraíso políglota, Gente de Cervantes, Lengua y patria y El porvenir del español. Están editados por Taurus y aun se pueden encontrar con facilidad, tanto en las librerías "reales" como en las de internet. 

Pues aquí va mi soneto, en su recuerdo.

Desde que te marchaste, tristemente,
las cosas no mejoran en España.
Se sigue acrecentando la cizaña
y siempre medra más el que más miente.

Pues, Juan Ramón, ¡qué quieres que te cuente!
Aquí se perpetúa la patraña:
la red de la mentira se enmaraña
y se silencia a todo el que disiente.

Se cumplen de tu ausencia cinco años,
y cunden a este lado los engaños,
las trampas, la injusticia y el desgaste.

Y en esta primavera en que te evoco
me quedan por lo menos –que no es poco–
los libros, Juan Ramón, que nos dejaste.

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