¿Por qué, Nicolás, por qué
me has quitado a Carla Bruni?
¿Por qué tienes que ser tú
el que se ligue a esa churri
y le musite al oído
amorosos cuchicuchis?
¿Por qué te la beneficias,
tal que así, por todo el cutis,
y salen en las revistas
vuestras carantoñas cursis,
y esos arrumacos tiernos
con los que me hacéis la cusqui?
¿Por qué tenéis que ir de viaje
a ver relieves de Anubis,
ahora que, en el invierno,
hace relente y biruji?
¿Por qué, Nicolás, por qué
me has quitado a Carla Bruni?
¿Por qué te metes con ella
–me imagino– en el jacuzzi,
mientras ella se remoja,
entre otras cosas, el pubis?
¿Por qué has de hacer que me sienta
como un triste zurriburri,
como un infeliz Juan lanas,
como un cuitado mindundi?
¿Por qué me quedo en mi casa
–tonto, pasmado e inútil–
con ganas de seccionarme
las arterias con la túrmix?
¿Por qué, Nicolás, por qué
me has quitado a Carla Bruni?
¿Por qué con esa sonrisa
de estar pasándolo chupi,
con las Rayban en los ojos,
el polo Massimo Dutti,
y aspecto –perdonamé–
casi de chulo de putis,
vas paseando con ella
–soberbia belleza núbil–
tarareando arrogante
dubidubi, dubidubi?
¿Y por qué yo, mientras tanto,
desengañado, hago mutis,
y con un chándal de Alcampo
me voy al parque a hacer footing?
¿Por qué vas de Juan Tenorio
y a mí me dejas de Ciutti?
¿Por qué, Nicolás, por qué
me has quitado a Carla Bruni?
Quisiera ser, Nicolás,
–te lo juro por Snoopy–
un pívot de basket ball,
un medio melée de rugby,
un campeón de taekwondo,
o sencillamente un púgil,
para dejarte la cara
lo mismo que un mapamundi.
Pero si he de ser sincero,
soy un tipo manso y dúctil,
más apacible que el prota
de aquellos Mundos de Yupi.
Así, que, en fin, recreaos,
con ese amor, que es dabuti,
como Bardem con Penélope,
como Arancha con el Guti,
como Victoria con Beckham,
como Isabel con Cachuli...
Que yo, en mi casa, amargado,
lloraré lágrimas cursis
e iré a dormir a la cama
en cuanto salgan los Lunis...
¿Por qué, Nicolás, por qué
me has quitado a Carla Bruni?