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Frank Calzón

El afortunado Moratinos

Quizá Moratinos quiera tomar nota: las democracias europeas tratan a sus ministros de Asuntos Exteriores –y a sus ciudadanos– con mucho más respeto que el régimen al que él tanto defendió.

De acuerdo, Miguel Ángel Moratinos, el ministro de Asuntos Exteriores de España, ha sido recientemente relevado de sus responsabilidades oficiales. Quejumbroso por la pérdida de su trabajo en el Gabinete del socialista José Luis Rodríguez Zapatero –que está intentando a rastras estimular la recuperación económica española–; Moratinos es en realidad un hombre de suerte.

Todavía sigue siendo diputado nacional. No tiene que estar ante colegas leyendo una menospreciativa confesión acusándose de ingratitud, deslealtad, egoísmo y desviacionismo ideológico. Moratinos tiene un pasaporte y puede viajar, puede ser invitado a formar parte de un consejo de dirección; puede dar conferencias en universidades españolas o extranjeras. Sus amigos no tienen que negar que le conocen y su nombre no se borrará de los periódicos ni de los libros de historia de España.

Lo mismo no puede decirse del anterior ministro de Exteriores de Cuba, Roberto Robaina, o incluso de su sucesor Felipe Pérez Roque, que han desaparecido de la vida pública y son virtuales no-personas en la isla.

Robaina terminó sus días de canciller en medio de la incertidumbre. Un alegado caso de corrupción por haber aceptado dinero para mejoras en la sede de la cancillería, del ex gobernador del estado mexicano de Quintana Roo, Mario Villanueva, acusado de narcotráfico. Al final se libró de los cargos y mantiene un modesto trabajo en la sede ferial habanera de Expo Cuba. Para compensar sus magros ingresos, pinta cuadros que vende en el mercado informal.

La suerte de Pérez Roque es todavía oscura. Su destino laboral se desconoce, aunque al igual que Robaina perdió su asiento en la Asamblea Nacional en el Consejo de Estado y su carné de militante del Partido Comunista. Cuando fue nombrado ministro, Pérez Roque fue calificado como "el más fiel intérprete del pensamiento de Fidel Castro", cuando cayó en desgracia, el propio Castro lo acusó de querer "disfrutar las mieles del poder" por el cual no había hecho ningún sacrificio.

En los últimos seis años Moratinos empleó un gran esfuerzo –y mucho de él en vano– intentando bruñir la imagen pública del régimen de los Castro y reafirmar el liderazgo de España dentro de la Unión Europea con la política de Cuba.

Antes del colapso del comunismo en Europa, la opinión de Madrid sobre Cuba era aceptada sin discrepancia por los países europeos. Esto concluyó cuando checos, eslovacos, polacos, húngaros, etc. se unieron a la UE y ofrecieron más puntos de vista convincentes, basados en sus experiencias bajo el dominio comunista. Aún así, Moratinos argumentó a favor de levantar la "Posición Común" de la Unión Europea que promueve reformas políticas y democráticas y el respeto de los derechos humanos en Cuba.

Para La Habana ésta no ha sido una buena semana. A Moratinos no sólo se le despidió en vísperas de otra reunión europea para considerar la política con Cuba, sino que también el Parlamento Europeo ha concedido a Guillermo

Fariñas su prestigioso premio Sajarov. Prisionero político en Cuba, Fariñas alcanzó popularidad internacional con una huelga de hambre de 140 días a principios de este año, que produjo la liberación de algunos. Anteriormente el premio Sajarov se le había otorgado al sudafricano Nelson Mandela y a la birmana Aun San Suu Kyi.

Fariñas no es el único disidente cubano que ha sido homenajeado. Oswaldo Payá, el líder cubano del Movimiento Cristiano Liberación que se atrevió a presentar miles de peticiones pidiendo un plebiscito al parlamento cubano, lo recibió en Estrasburgo en 2002. A las Damas de Blanco un grupo de mujeres –madres, esposas, hermanas, hijas de presos políticos que se reúnen y marchan en masa pacíficamente los domingos- se les concedió el premio en 2005. El Gobierno cubano rechazó su petición de que se les permitiera viajar al extranjero para recibir el premio.

El último favor de Moratinos a Fidel y Raúl Castro fue pretender que él había tenido que ver con la puesta en libertad de los prisioneros, quienes según unas declaraciones desde Madrid, se les está "permitiendo" viajar a España. En realidad, estos liberados son desterrados por el régimen, junto con sus familiares, incluyendo niños cuyos pasaportes tienen un sello que dice claramente: "Salida definitiva". Se les prohíbe regresar a la isla.

Pero imaginen por un momento: ¿qué habría pasado si Moratinos hubiera nacido en Pinar del Río, servido como ministro de Asuntos Exteriores de Castro y como Robaina hubiera sido destituido? Robaina, también, fue el preferido de la izquierda europea y de gran parte de los "revolucionarios" latinoamericanos. Un día, Robertico charlaba con los jefes de Estado; al día siguiente, no era nadie. Se le envió a trabajar a una granja en las provincias, una no-persona, su nombre no volvió a ser mencionado en periódicos, o programas de radio y televisión cubanos.

La experiencia de Robaina no es la única. Felipe Pérez Roque, escogido con sumo cuidado por Fidel Castro para suceder a Robaina, fue igualmente destituido. Otros cubanos, poetas, escritores, ministros, oficiales militares han soportado el mismo ritual de Castro, todos esperando que, si se arrepentían, sus familias podrían quedarse en la casa que el Gobierno les había asignado, a sus mujeres no se les echaría del trabajo, a sus hijos no se les expulsaría de la universidad, o en el caso del general Arnaldo Ochoa no se le llevaría ante el pelotón de fusilamiento. A Ochoa le prometieron que le respetarían la vida si se retractaba públicamente, pero acabaron fusilándolo y enterrándolo en una tumba sin nombre en el cementerio de La Habana.

Quizá Moratinos quiera tomar nota: las democracias europeas tratan a sus ministros de Asuntos Exteriores –y a sus ciudadanos– con mucho más respeto que el régimen al que él tanto defendió.

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