Observo, una vez más, con absoluta perplejidad e indignación las denuncias y los comentarios acertados de políticos y ciudadanos contra la visita de Otegi al Parlamento de Cataluña. Comentarios y denuncias que comparto, pero para hacerlos hay que tener la legitimidad moral que concede la coherencia frente al terrorismo de ETA en todas sus formas de expresión.
Que Otegi es un terrorista es un hecho incontestable, pero no hay que olvidar que Otegi es una pieza más en la estructura de la banda ETA. Otegui, gracias a la única acusación popular de VCT en el juicio por el que ha cumplido condena, fue condenado por querer reconstituir el brazo político de ETA. Actualmente, la infructuosa estrategia de Otegi ha sido sustituida por otro partido que representa los intereses de los etarras.
Que muchos políticos pongan el grito en el cielo por que Otegi visite el Parlamento catalán, mientras no exigen la aplicación de la Ley de Partidos para expulsar a Bildu de las instituciones, es un ejercicio de cinismo, cobardía y utilización de las víctimas del terrorismo.
Que muchos ciudadanos, entre ellos algunas víctimas, se rasguen las vestiduras por la presencia de Otegi en Cataluña o en el Parlamento Europeo, mientras en el Parlamento de España los proetarras se mueven con total impunidad, es lamentable y vergonzoso.
Tampoco puedo obviar la negociación en la que fiscalía, abogado de DyJ, junto a la AVT, han permitido rebajas de penas para que no entren etarras a prisión.
¿Con qué autoridad moral podrán pedir muchos ahora el cumplimiento íntegro de las penas? ¿Cómo podrán pedir a jueces y fiscales que no negocien con los abogados de los etarras para no beneficiarlos?
Es evidente que defender la memoria, la dignidad y la justicia depende, para muchos, del color del Gobierno de turno. Gracias a estas actitudes, el proceso que negoció ETA con Zapatero ha seguido avanzando poco a poco, frente a una sociedad vendida, anestesiada y con pocos o nulos principios morales.