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Florentino Portero

Y Obama cayó en su propia trampa

Obama se comprometió con la sociedad norteamericana a reencauzar la cuestión iraní desde el diálogo y el momento ha llegado. No hay tiempo que perder.

La prensa norteamericana parece que se pone de acuerdo en que el gran perdedor de las elecciones presidenciales iraníes no es Mousavi, el candidato supuestamente reformista, ni Rafsanjani, su jefe político, ni Jatamí, el pseudoreformista que decidió renunciar a presentarse para dar paso a quien parecía mejor situado. El gran perdedor no es otro que el presidente Obama, que había apostado por una negociación "sin condiciones" con las autoridades iraníes sobre el programa nuclear y la colaboración de la Guardia Revolucionaria con Hizbolá y Hamás. Tras la crisis política resultado del pucherazo electoral tanto la autoridad del Líder Supremo, Alí Jamenei, como la legalidad del nombramiento de Ahmadinejad se han puesto en duda, en casa y fuera. Las manifestaciones populares demandando un recuento de los votos despertaron simpatías en todo el mundo, del mismo modo que la represión generó una crítica generalizada. El sonoro silencio de Obama fue objeto de duros comentarios, que finalmente le llevaron a hacer unas declaraciones que no satisficieron a muchos de sus conciudadanos, pero que consiguieron irritar a las autoridades iraníes, lo que trataba de evitar. Las reacciones apuntan a lo que cabía esperar: un endurecimiento de las posiciones del gobierno de Teherán.

A pesar de las falsas expectativas creadas por la prensa internacional, el resultado del proceso electoral es irrelevante ante los retos de seguridad que Irán plantea. Nada significativo hubiera cambiado si el triunfador hubiera sido Mousavi. Sin embargo, la política norteamericana sigue empecinada en buscar un diálogo estratégico con el régimen de los ayatolás para revertir el proceso político en el que nos encontramos.

¿A qué se debe tanta ceguera? Podemos manejar varios argumentos que no son entre sí contradictorios y que bien pueden complementarse.

Interpretación electoralista.

La opción negociadora se planteó en plena campaña presidencial y siguiendo una lógica más electoral que estratégica. La sociedad norteamericana estaba cansada del fatalismo del discurso de Bush, que abocaba a la nación a un período largo de conflictos. Si un demagogo estaba dispuesto a garantizar que ese escenario era evitable, que había una alternativa mejor, podía llevarse un buen número de votos. Obama no tuvo reparos, a pesar de su falta de experiencia, o precisamente por su falta de experiencia, a afirmar que él tenía la solución. Culpando a Bush de la tensión creada, garantizó a los norteamericanos que abandonando la política de enfrentamiento y planteando un abierto y sincero diálogo sería posible encontrar una solución. Tanto McCain como Clinton le criticaron duramente, pero el ardid funcionó. Los norteamericanos le creyeron y hoy se encuentra ante el callejón sin salida al que voluntariamente se ha dirigido. En esta vida todo tiene un precio y Obama bien puede estar dispuesto a pagarlo una vez que ha llegado a la Casa Blanca.

Interpretación psicológica

Michael Barone, un clásico del periodismo norteamericano, ha escrito en el Washington Examiner un interesante análisis del porqué de este comportamiento. Barone apuesta por la aproximación psicológica y nos presenta un Obama adolescente que adopta la posición contraria al padre cuya autoridad rechaza. Bush representa para los progres un conjunto de valores, una visión de lo que es Estados Unidos, que rechazan de plano. Si desde esa visión se derivaba la estrategia del "Eje del Mal", la opción por la confrontación, una alternativa progre debería rehuir esa línea de acción y apostar por su contraria. Aunque para el lector español la lectura del artículo de Barone le lleve a pensar más en Zapatero que en Obama, es indiscutible que tanto en la actitud del presidente norteamericano como en la de buena parte de sus votantes este fenómeno psicológico funciona.

Interpretación ideológica

Los progres norteamericanos rechazan la asunción del liderazgo del mundo democrático, el uso de la fuerza allí donde no estén los intereses norteamericanos clara e indiscutiblemente en peligro y la superioridad moral de Occidente. Para ellos la tensión es en gran medida artificial, el resultado de una aproximación equivocada y mal fundada de Bush. Estados Unidos no debe inmiscuirse en el proceso político iraní. Hay que acercarse a los ayatolás desde el respeto a su régimen y tratar de llegar a un acuerdo en el marco de un proceso diplomático más amplio, en el que intervengan otros actores. Si finalmente no se consigue habrá que aceptarlo, porque Irán tiene derecho, como cualquier otro país, a dotarse de los medios que considere oportunos para garantizar su seguridad. Más aún, habrá que valorar en qué medida Occidente ha empujado a Irán a dar el paso de dotarse de armamento nuclear. Será entonces momento de iniciar un nuevo diálogo estratégico para tratar de llegar a compromisos que eviten una catástrofe atómica. Si Israel tiene armamento nuclear ¿por qué no lo va a tener Irán? Sólo cuando la sociedad persa perciba que Estados Unidos respeta su soberanía y dignidad nacional será posible generar la confianza necesaria para llegar a acuerdos sólidos.

Interpretación realista

Para muchos de los altos funcionarios y asesores de la actual Administración, los dirigentes de Teherán están decididos a dotarse de armamento nuclear, les queda muy poco para conseguirlo y cuentan con un amplio apoyo social. No hay opciones diplomáticas ante el apoyo ruso y chino a Irán. Sólo queda una acción militar y eso es peligroso ante la capacidad iraní de provocar serias tensiones en Irak, Afganistán, Líbano y Palestina. Más aún, están en condiciones de cerrar el Estrecho de Ormuz, con las consiguientes consecuencias en un momento particularmente difícil para la economía mundial. Irán es un problema para sus vecinos y en mucha menor medida para Estados Unidos. Si esos vecinos, incluida Europa, Rusia, China, India y el Mundo Árabe, no están dispuestos a hacer nada sería un grave error norteamericano lanzar un ataque contra las instalaciones nucleares iraníes. Hay que aceptar a Irán en el club nuclear y prepararse para un nuevo mundo donde la proliferación será un hecho.

El comportamiento humano, a diferencia de los ordenadores, no sigue una lógica binaria. No actuamos sólo a partir de un argumento. Ideas de aquí y allá se combinan en nuestras mentes hasta llevarnos al convencimiento de que una acción es mejor que otra. La Administración Obama es uncocktail de viejos demócratas crecidos en el realismo o el multilateralismo con jovencitos relativistas y antihegemonistas. Informes de todo tipo van de un despacho a otro. Lo único seguro es que Obama se comprometió con la sociedad norteamericana a reencauzar la cuestión iraní desde el diálogo y que el momento ha llegado. No hay tiempo que perder. Las opciones son mínimas pero tiene que representar una farsa y lo tiene que hacer de forma convincente para que el coste político sea el mínimo posible.

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