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Florentino Portero

Bronca en el islam

En breve plazo Irán podrá presentarse como el Estado que ha sido capaz de dotarse de armamento nuclear. En ese momento tendrá el escudo que le protegerá en sus incursiones, así como el prestigio para animar una auténtica revolución islamista.

El presidente egipcio Hosni Mubarak ha visitado la Universidad de al-Azhar, cuna de los Hermanos Musulmanes y fábrica de islamistas de todo origen y condición, y desde tan significado foro ha enviado un inequívoco mensaje a Irán, con copia al conjunto del mundo árabe: "Lo digo de forma inequívoca: no voy a tolerar a aquellos que tratan de alterar la seguridad de Egipto y su potencial, ni a quienes les apoyan". Las declaraciones del anciano dirigente egipcio representan un hito en un proceso político de largo alcance que caracteriza al islam de nuestros días.

La Revolución Iraní llevada a cabo por el ayatolá Jomeini iba más allá de un cambio de régimen. Su objetivo último era trasformar el islam a partir de dos coordenadas: hegemonía chií y credo islamista. La rivalidad entre suníes y chiíes no es un mero resto del pasado sino una realidad viva de nuestros días que afecta a millones de personas. Los ayatolás no aceptan ni el papel de Arabia Saudí como centro del islam ni el mayor peso de los suníes. No es previsible que millones de musulmanes que siguen el credo mayoritario se conviertan al chiísmo, pero sí es posible dañar el prestigio de los centros de poder suní –Arabia Saudí y Egipto– y al tiempo mejorar la imagen de Irán para asentar su liderazgo.

Uno de los cometidos que el Gobierno iraní encargó a la Guardia Revolucionaria fue introducirse en otros Estados musulmanes, colaborar con organizaciones islamistas para, a fin de cuentas, capitalizar la defensa de los valores del islam auténtico frente a los gobiernos "corruptos" y "vasallos" de Occidente. Primero fue en Líbano, donde crearon de la nada Hizbolá, le dotaron de medios, entrenaron a sus cuadros políticos y paramilitares... hasta convertirla en la primera fuerza política del país.

Más recientemente aparecieron en la Franja de Gaza ayudando a Hamás, un hecho de muy distinta naturaleza que produjo indignación en el campo árabe. Era una clara intromisión en asuntos suníes, pues no hay presencia significativa chií en Palestina. Además, y esto es lo peor, representaba un caso sorprendente de colaboración entre los Hermanos Musulmanes, islamistas suníes, con el régimen chií por excelencia. Esta colaboración ponía en evidencia un hecho de consecuencias imprevisibles: que el islamismo se antepone a la histórica tensión entre las dos ramas más importantes del islam.

Irán no está sola en el Próximo y Medio Oriente. Ya no cuenta únicamente con la singular ayuda de Siria, pues en su apoyo aparecen organizaciones no gubernamentales de enorme influencia social. En un mundo globalizado y vertebrado por los grandes medios de comunicación de masas, los Estados ya no son los únicos actores. Irán puede dirigirse directamente, o por ONG interpuesta, al musulmán medio y movilizarlo en contra de su propio gobierno. Es el escenario que más podía temer Arabia Saudí, cuyo régimen se basa en el compromiso entre una familia, los Saud, y una interpretación radical del islam. Los saudíes llevan jugando a dos barajas desde que accedieron al poder: buscando el respaldo de Occidente al tiempo que con sus ingentes cantidades de petrodólares financian el radicalismo por todo el planeta. De Arabia ha llegado a la Franja de Gaza mucho dinero para apoyar a Hamás, pero a la hora de la verdad la versión palestina de los Hermanos Musulmanes egipcios ha establecido una colaboración operativa con Irán.

El aprovisionamiento de Hamás requiere una compleja logística. Recientemente la policía egipcia ha desmontado una de sus células, desvelando una inquietante realidad. La Guardia Revolucionaria iraní embarca el armamento que sale del Golfo Pérsico rumbo a algún lugar discreto de Sudán. Una vez desembarcado un comando se encarga de dirigirse a Egipto para entregarlo finalmente a través de los túneles de Rafá. La célula estaba compuesta básicamente por sudaneses y egipcios. Irán se reservaba la dirección a través de Hizbolá.

No cabe duda de que ya existe una red islamista violenta que antepone su credo fundamentalista y antioccidental a la pertenencia a una u otra rama del islam. En un mundo global no puede extrañarnos que las networks se generalicen, lo que no estaba previsto era esta anteposición de fidelidades. Irán sabe lo que quiere y está dispuesto a lograrlo. En breve plazo podrá presentarse como el Estado que ha sido capaz de dotarse de armamento nuclear a pesar de las bravuconadas y amenazas de Estados Unidos e Israel. En ese momento tendrá el escudo que le protegerá en sus incursiones, así como el prestigio entre las masas populares para animar una auténtica revolución islamista en el conjunto del mundo árabe.

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