Aunque quizá la mayor parte de los ciudadanos no sean conscientes de ello, desde agosto del año pasado tenemos en Europa una Agenda Digital aprobada e impulsada por la Comisión Europea. Es un documento digno de los mejores tiempos de las repúblicas soviéticas. Sin duda, es por los éxitos de aquel sistema económico que se vuelve al uso de este tipo de herramientas para mejorar la sociedad.
En el enternecedor documento, la Comisión fija objetivos tan deseables como "aumentar la utilización regular de Internet de un 60% a un 75% en 2015" o "disminuir a la mitad la parte de población que nunca ha usado internet" para la misma fecha.
En la misma línea de buenos propósitos, "un 50% de la población deberá efectuar compras en línea para 2015" con un 20% de dicho comercio electrónico que habrá de ser transfronterizo. El sector empresarial también debe alinearse, y "un 33% de las PYME deberán efectuar compras o ventas en línea" en la fecha talismán.
Entonces es cuando nos damos cuenta de que el documento, lejos de ser enternecedor, es más bien estremecedor. En efecto, se están en él fijando una serie de objetivos que afectan directamente a nuestras vidas. Unos cuantos tipos se arrogan el papel de sabios y pretenden conocer lo que resulta mejor para sus congéneres. Si esto quedara así, no pasaría de un ejercicio interesante sobre la forma que puede tener nuestro futuro; pero el tema va más allá, ya que la Agenda Digital no se limita al ejercicio prospectivo, sino que pretende definir, en 2010, cómo ha de ser nuestra vida para 2015 y para 2020.
¿Y qué pasa si la gente deja de usar internet porque ya no le atraen los servicios que se prestan por ella? ¿Y qué ocurre si la gente que no ha accedido a internet en 2010 es sencillamente porque no le da la real gana? ¿Y por qué oscura razón tiene que comprar la gente a través de internet si prefiere bajar a la tienda de su barrio? En fin, estamos ante un ejercicio de ingeniería social de los que tanto gustan a muchos políticos.
Pero, aparte de estas pretensiones sobre los individuos, existe otro colectivo especialmente involucrado en la planificación central que ha aprobado la Comisión: los operadores de telecomunicaciones. ¿En quién, si no, cabe pensar para conseguir un 100% de cobertura de banda ancha básica en el año 2013, y de banda ancha superior a 30 Mbps para 2020?
Lo gracioso es que este objetivo se lo pone a sí misma la Comisión Europea. Vamos, es como si yo me pongo de objetivo que el Real Madrid gane las tres próximas Copas de Europa. Algo aparentemente absurdo.
¿O no? Si dispongo de los fondos suficientes, entonces tal vez sí me pueda plantear ese objetivo, e incluso conseguirlo a base de gastar mi pasta. Esa es la gracia y el drama de la Agenda Digital. Que sí se puede conseguir. Se puede conseguir a base de los fondos públicos que se obtienen mediante los impuestos a los ciudadanos europeos.
O sea, contra voluntad de los supuestos beneficiarios. Terminaremos odiando internet.