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Fernando Herrera

La JMJ y los móviles

De seguir esta línea, los operadores móviles dejarán de ver atractiva la prestación de los servicios de itinerancia en la Unión Europea, si es que aún la siguen viendo.

Hoy llega a Madrid el Papa Benedicto XVI, para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud. Con él llegan varios cientos de miles de peregrinos, de todos los lugares del mundo. Y con cada uno de estos peregrinos, probablemente, llega un teléfono móvil, más o menos smart.

Los peregrinos se traen su teléfono móvil, sea para hablar con sus amigos, para no perderse en busca de la Cibeles o, los más afortunados, para mandar una foto del Papa a su familia en casa. Lo traen, en suma, porque esperan utilizarlo.

Ya nadie repara en una cosa tan trivial, y al mismo tiempo tan maravillosa. El mismo teléfono que funciona en Corea, vale en Brasil o en la India, y, por supuesto, en Madrid en estas jornadas. Todo porque unos cuantos fabricantes y operadores de telecomunicaciones se pusieron de acuerdo en usar la misma tecnología en todos los equipos que desarrollaran y redes que desplegaran.

Sin embargo, es el Gobierno de cada país el que, como autopromulgado gestor del espectro, ha de repartir los permisos para usar el espectro radioeléctrico, imprescindible para prestar servicios móviles. Así que, pese a toda la estandarización, los clientes de cada país no podrían utilizar su aparatito más allá de sus fronteras, salvo que al llegar a cada país se buscaran un nuevo operador con el que contratar.

Tampoco ello consiguió detener a los operadores en su ansía por ganar dinero: se fueron a otros países y entablaron costosas negociaciones, que desembocaron en acuerdos con los operadores extranjeros, de forma que ya, por fin, fue posible utilizar el terminal móvil en todos los países, sin más papeleo.

Pero en esto llegó la Comisión Europea y decidió que los precios que cobraban los operadores móviles por prestar estos servicios eran muy caros, mucho más que los servicios comparables cuando se usaban dentro de la frontera. El regulador europeo no se planteó quién era el usuario habitual de estos servicios, ni cuál era el valor que tenía para cada uno, ni todos los esfuerzos hechos por los operadores para que ello fuera posible. Simplemente, le parecieron caros.

Y, como podía, fijó su precio, por debajo del que hasta ese momento se ofrecía en el mercado. Pasó un año, y decidió bajar aún más ese precio. Y pasó otro, y empezó a estudiar la posibilidad de imponer obligaciones nuevas a los operadores móviles para asegurar que hubiera competidores que, aún sin disponer de red o acuerdos con otros países, pudieran bajar aún más los precios.

En esa tesitura nos encontramos. De seguir esta línea, los operadores móviles dejarán de ver atractiva la prestación de los servicios de itinerancia en la Unión Europea, si es que aún la siguen viendo.

Ante la llegada del Papá y sus millones de acompañantes, varios operadores móviles han incrementado sustancialmente la capacidad y cobertura de sus redes en los lugares donde va a haber más afluencia de gente. Van a posibilitar esas llamadas y mensajes que los peregrinos esperan cursar. No lo hacen por ninguna virtud cristiana encomiable, solo lo hacen por motivos egoístas, para ganar más dinero. Pero lo hacen, que es lo importante.

Ya veremos si en la próxima JMJ sigue pasando lo mismo.

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