En la última semana se ha reproducido la guerra de las cloacas, que desde hace años enfrenta, en un cuadrilátero a oscuras, a dos púgiles con herraduras en los guantes. Por un lado, el villarejato, que ha trabajado para la actual ministra de defensa y Secretaria General del PP, y a veces para los Cospedal, en asuntos tan sórdidos como la grabación a Ignacio González que llevó a su decapitación, amén de brindar servicios para otros ámbitos incluso sorayescos o zarzueleros, como el del compiyogui López Madrid, camino ya de los tribunales. Por contar o comentar este escandalazo hemos sido acosados personal y judicialmente periodistas como Fernando Lázaro y yo mismo, si bien con el saldo de dos estrepitosas condenas de Villarejo.
Por otro lado, el CNI de Soraya Sáenz de Santamaría, que pastorea cloacas policiales con menos aparato mediático que Villarejo (De Blas, García Castaño) y que desde El País ha intentado destruir, sin éxito, el villarejato, atrincherado en un Ministerio del Interior tan minado por la corrupción que se ha podido espiar al Ministro en su despacho sin que éste se atreviera a presentar denuncia. Con razón: no podía denunciar a los que habían hecho para él encargos difícilmente defendibles en los tribunales.
Las cloacas se defienden y atacan en internet
No sé, a ciencia cierta, qué ha podido desencadenar esta semana el más virulento episodio desde la I Guerra de las Cloacas, emprendida por el CNI contra Villarejo desde las páginas de El País mediante la publicación de las cuentas multimillonarias en el extranjero de Villarejo, que probando la cada vez más limitada eficacia de la prensa de papel, sobrevivió al acoso.
Tal vez sea inminente el juicio por apuñalamiento de la dermatóloga que denunció el acoso de López Madrid y que identificó a Villarejo como agresor. Tal vez la jubilación de los cabecillas de Interior, con cuentas en los juzgados, haya inquietado, en vez de aquietar, el fango de las cloacas. Algo ha tenido que pasar, o estar a punto de que pase, para que OK Diario haya realizado una magistral resurrección del romance de Bárbara Rey con Juan Carlos I, basada en la aparición de un solo documento que Cerdán y Rubio buscaron en vano hace años para El Mundo de Pedro J. O tempora!
Y tal vez haya sido la emoción del sentimental Pedro Jota ante el súbito hallazgo de tan esquiva criatura informativa lo que ha llevado a El Español, acérrimo enemigo de OK Diario, a citarlo por primera vez sin reticencia. Otros dirán que la llegada a El Español de José Carlos Galiacho, que también trabajaba en El Mundo cuando el famoso documento sobre los millones pagados por el CESID/CNI para comprar el silencio de Bárbara Rey no aparecía, es la única razón, noble y sencilla, de tan súbito afecto.
Pero no todos iban a aceptar fácilmente el alto-el-fuego entre Inda y Pedro J. Así que a los dos días de reabrir el caso más viejo de todos los casos sin resolver de la Zarzuela juancarlera, desde Público, el diario de la extrema izquierda, denunciaban abiertamente que es Villarejo, que tuvo al ahora redactor de El Español Daniel Montero como director de su web Información Sensible (donde, en momentos de zozobra para el comisario, se denunció al CNI por sus tratos del mismo género con Corinna zu Von Wittgenstein), el que estaría tras la revisión o revisita del lío Rey&Rey. Y lo haría, naturalmente, para negociar su inmunidad en los pleitos por llegar.
Y en éstas, llegó Sálvame y todos perecieron
Hasta aquí, sólo cabría constatar que la II Guerra de las Cloacas ha pasado del papel a la Red, que ya no vemos a El País contra El Mundo o a ABC contra La Razón, sino que las guerras entre clanes policiales tienen un nuevo palenque, que ya no es el de la influencia, sino el del ruido; no el de la subvención, por la que vienen matando los medios de papel, sino el que ahora rige en unos medios digitales cuyos medios de financiación son aún imprecisos y en los que impera esta única ley: "Lo que sea por un click".
Esta carrera amarillista en los medios digitales más agresivos (que se manifiesta en entrevistas cariñosas a los más criminales más viles, como el "violador de Pirámides" o defensas disimuladas de proxenetas como Torbe) ha tomado en el caso de la ebúrnea Bárbara Rey y su antañón compiyogui un sesgo totalmente distinto, un cambio de intensidad similar al del Caso Nadia cuando pasó del periódico de papel a los matinales de televisión. En esta ocasión, ha sido el Sálvame De Luxe, que viene arrastrando problemas de audiencia, el que ha convertido en la madrugada del viernes al sábado lo que podría ser una típica querella, vía internet, entre cloacas policiales en algo muchísimo más serio: una puesta en cuestión, de forma improvisada y zarrapastrosa pero devastadora, de la Monarquía y su legitimidad popular.
Resultaba tristón y melancólico ver a los personajes clásicos del reality más innovador de la televisión de estos últimos años –Mila, Patiño, Matamoros- aburridamente sentados en un sofá, en la neblina del plasma, mientras Jorge Javier jugaba a ser la joven Mercedes Milá y lidiaba, con poca experiencia y soltura, una mesa de debate a la antigua en la que se mezclaban desordenadamente el periodismo de investigación político y el del corazón, el testimonio de primera mano –García Cortés, Galiacho- y una novedad siniestra dentro de la simulación, generalmente amable, de la telebasura: un "diario de Bárbara Rey", como repetían, incansables, los subtítulos, que era en realidad el de una señora, ex-esposa de Santi Arriazu, que apuntó en un diario las cosas que le decía, allá por 1997, Barbara Rey, cuando vendía, con Arriazu como intermediario, varias cintas grabadas y una incluso filmada de la bella Bárbara con su regio y campechano amigo.
La señora en cuestión, una francesa con un español perfecto, iba leyendo ante la cámara, como si fuera un notario, lo que decía que le había contado Bárbara acerca del Rey, de lo que le daba, que era poco, de lo que ella le regalaba, que era más, y del préstamo de un millón de pesetas con un diamante como prenda de devolución que, al modo de su aparatoso "Con la venia, yo investigué el 23F", Pilar Urbano ha desenterrado también esta misma semana en El Español. Leía muchas cosas, desde lo más verosímil en materia de lencería o la cámara en la esquina del dormitorio para grabar el selfie-orgasm hasta la aparición del helicóptero del CESID sobrevolando atronadoramente la quema de cintas en una barbacoa. Truenos… sin rayos.
Y de pronto, el 23F
Y entonces, como aperitivo de una segunda entrega de lo que, en la buena época de Sálvame, habrían bautizado "Las amantes de El Bribón" (hashtag #amantesbribon), hete aquí que justo antes de la aparición en verdeagua de Corinna en los premios Laureus, con Urdanga y Cristina revoloteando y Campechano metiendo barriga en el smoking, zas, el rayo: Juan Carlos avisó a Bárbara la víspera del 23F de que no saliera de casa. O sea, que el Rey estaba al tanto del golpe (si es que no lo acaudillaba) pero tuvo la gentileza de avisar a una de sus amantes –cinco, según Chelo García Cortés- no fuera un tanque lerdo a lastimar el airoso tobillo totanero.
Y ahí es cuando todo se desmadró: una abogada rubia que venía diciendo sin cesar que en ningún juicio se sostendría lo que decía la Rey, como si un plató fuera un juzgado, se vio superada por las circunstancias periodísticas: desde un Galiacho perplejo a una Rosa Villacastín, que boca abajo asistió a la tejerada y miraba ojiplática al severo Montero, pasando por un Jorge Javier que, como recién llegado de la provincia badalonesa, empezó a pasear ronroneando "ahí va… o sea que.., luego el 23F… uf… el Rey" y desembocado en un Kiko Matamoros que retó a mostrar un solo testimonio de que su Familia estaba con el Rey la noche del golpe. O sea, que Juan Carlos dio e impidió el golpe, salvó a la familia y a todas las amenazas para la familia. Todo lo hizo y lo deshizo. Y en consecuencia, que lo que nos han contado estos últimos 35 años es falso de toda falsedad.
La barahúnda, el follón, el caos se adueñó de lo que los historiadores llaman ahora "el relato", que en televisión es algo así como un anuncio del programa que no vemos porque cambiamos de cadena. Lo que unos días antes había empezado como II Guerra de las Cloacas se había convertido en el Asalto a Fort Apache, versión Zarzuela. La Corona era de espinas de oro macizo. Del golpe falso del 23F se pasó al Fortuna y la fortuna afanada por Campechano. De Armada y Milans a la lista de millonarios de Forbes.
Nunca he visto un espectáculo que afecte tan de lleno a eso que llamamos instituciones y cuya razón de ser es la perennidad. Si en esta primera semana de la II Guerra de las Cloacas ya hemos puesto en solfa la versión oficial del 23F ante la audiencia de Sálvame, no quiero pensar en lo que nos espera en los próximos meses. Ya veo a Letizia presentándose en el plató del Deluxe, echando a Jorge Javier y conectando con La Zarzuela para que su egregio esposo nos tranquilice en lo militar y nos recete por lo civil una sesión doble de Bárbara Rey en todo su esplendor: "La escopeta Nacional", atada a la cama, y "Me siento extraña", liada con Rocío Dúrcal.
España deberá taparse la nariz por el hedor a cloaca policial que ya ha alcanzado la Zarzuela. Lo único seguro es que nadie se va a ir a dormir.