La Derecha española comparte algunas cosas con la Izquierda, pero se diferencia en tres cosas fundamentales: cree en la propiedad privada, en la Ley para defender sus derechos individuales y en la nación española como comunidad política. Hace sólo cuarenta años, la religión era un factor clave en la diferenciación de las dos Españas; y aunque la Iglesia Católica no tenga hoy una influencia decisiva en la orientación del voto, creyentes y no creyentes de Derecha detestan que la Izquierda ataque a la tradición católica, al cristianismo, a los curas y a las monjas, que además les parecen más respetables y eficaces que el Estado en la ayuda a los más necesitados. Sin embargo, basta comprobar el nivel de asistencia a los oficios religiosos y el nivel de voto de la Derecha para concluir que apenas la mitad se mueve por motivos confesionales. Sin embargo, lo que durante la Transición era un motivo de división –lo es parcialmente en despenalización del aborto- el anticristianismo patológico de la Izquierda ha logrado borrar prácticamente la diferencia entre creyentes y no creyentes. Virtudes del anticlericalismo.
Sin embargo, en España, la propiedad y la libertad individual –que incluye la Ley servida por jueces independientes y el Orden Público garantizado por una policía honrada- cree como siempre o más que nunca, porque la vida y la propiedad no estaban tan mal defendidos como ahora desde 1936. La novedad es que, quizás por primera vez, un Gobierno de Derechas no aparece como remedio a la inseguridad ciudadana sino como indolente cómplice del incumplimiento de las leyes, de su tergiversación por jueces politizados y, por ende, corrompidos, de la propia indefensión de las fuerzas de Orden Público ante los delincuentes por culpa de políticos y jueces. Y como telón de fondo, la disolución de España como Estado y su crisis como nación política sin que el Gobierno haga nada para evitarlo.
Que esto lo hiciera la Izquierda en el Gobierno, llegando como en tiempos de Zapatero a niveles de idiocia criminal, podía soportarlo la Derecha social esperando al cambio de Gobierno. Pero que lo haga un partido, el PP, al que llevó al poder hace más de dos años con mayoría absoluta y dio más poder local y regional que ha tenido Gobierno alguno en democracia no tiene precedentes históricos, ni ideológicos ni casi, casi geológicos. Que la Derecha deje indefensa a policías y guardias civiles ante los criminales de extrema izquierda es como si se descubrieran mensajes satánicos en el Testamento de Isabel la Católica. Con la diferencia de que al escudriñador de textos no lo creería nadie y la inacción, incompetencia y cobardía del Gobierno del PP en la defensa del Orden Público lo hemos visto con todo detalle por televisión. Un medio, por cierto, que con Rajoy está alcanzando un nivel de tendenciosidad izquierdista como no ha padecido jamás, ni en los últimos años bobos del aznarismo.
No hace falta siquiera comentar que el recurso del Gobierno al Tribunal Constitucional para que declarase ilegal el proceso separatista catalán no suponía la búsqueda de un respaldo legal para una acción dura, clara e inequívoca del Ejecutivo, sino un mecanismo de dilación, de huida de sus responsabilidades, típico de Rajoy, seguramente el Presidente del Gobierno peor preparado, en lo personal y en lo político que podía tocarle a España en la crisis separatista. Y nos ha tocado. A estas alturas, nadie cree que el Gobierno cuyo portavoz en materia de política interior es el ministro de Exteriores sea capaz de hacer absolutamente nada ante el separatismo de la Generalidad catalana, salvo allegar dinero y ganar tiempo… para Mas.
¿Y en que cree el PP si ya no cree en la Nación, en la Ley y en el Orden? Diríase que aspira a que los jueces gobiernen por ellos, quedándose con el disfrute de las prebendas del Poder que, eso sí, comparte con toda la casta política. Pero incluso para eso hay que hacer leyes aplicables. Y lo que ha hecho el PP es una LOMCE que no mejora prácticamente nada en Educación, una nueva Ley de Seguridad Ciudadana que es peor que la Ley Corcuera o de la patada en la puerta, y una nueva ley del aborto que jamás verá la luz del BOE. Eso sí, Gallardón presume de controlar ya a todos los jueces de relevancia política, del Supremo al CGPJ y del Constitucional a la Audiencia Nacional. ¿Y para qué, si no hay una política que aplicar, unos valores que defender, unos principios que mantener, una Ley y un Orden Público que respetar? ¿Para qué queremos jueces sin no tenemos Ley? ¿Para qué Gobierno si se niega a elegir, o sea, a gobernar?
El PP ha subido los impuestos más que lo que pedían los comunistas, ha politizado la justicia más que el PSOE, ha soltado a más etarras que ZP, le da a Mas dinero e impunidad para destruir España, ha perpetrado, para compensar su traición a las víctimas del terrorismo, una ley del aborto que disgusta a la mayoría de sus votantes y, como remate, deja indefensas a la Policía y a la Guardia Civil y, con ellas, a los ciudadanos. Votarle sin ser muy de izquierdas se está poniendo francamente difícil.