Hay que felicitarse de que, en el momento de redactar estas líneas, Rajoy no haya ordenado el ingreso en el zulo de Ortega Lara para ser de nuevo torturado por Bolinaga. Ni siquiera ha sido llamado a declarar en el juzgado de Gómez Benítez, en calidad de imputado, José María Aznar, por censurar en público la doctrina gubernamental del aguacero ensordecedor como política antiterrorista. También comunicamos a los lectores de Libertad Digital y a los oyentes de esRadio que, hasta ahora, no hemos recibido orden de interrumpir nuestras actividades informativas o limitar nuestra capacidad opinativa.
Pero, por si acaso, vamos a aprovechar. En cualquier momento puede decretarse en España el toque de queda periodístico para que Rajoy no sea molestado en su fin de semana por los gemidos de dolor, los aullidos de indignación y los insultos feroces, empedrados de tacos y blasfemias, que contra su persona y su cargo profieren las víctimas del terrorismo. Y van a seguir profiriendo. Y nosotros con ellas. Aunque Ángeles Pedraza y Mari Mar Blanco contraigan una discreta afonía para no estropear el sonido de su silencio cómplice con Rajoy en la plaza de Colón y telediarios anejos.
Si el Medievo acuñó el dicho "el matador fue Vellido y el impulso soberano", ahora ya no cabe duda de que el ex-carcelador de etarras será Marlaska u otro juez de paso, pero el impulso es y sólo puede ser rajoyano. Sin la acción del Gobierno, inacción en Estrasburgo pero acción decidida en la suelta de Bolinaga, no estarían los jueces con aspiraciones –que son casi todos- soltando etarras a toda velocidad, no sea que a alguno se le crucen los cables, tenga un ataque de dignidad y se interrumpa el proceso. El Gobierno no puede impedir del todo la actuación de un juez, pero sí puede dilatarla, diferirla, obstaculizarla o ralentizarla. Y como el Gobierno, el Consejo General del Poder Judicial. ¡Que le pregunten a la juez Alaya! Los señores, señoras y señoros del CGPJ, el Supremo y el Constitucional son hijos de la coyunda interminable PP-PSOE que, con la seguridad de un embarazo, renueva la población de togas empingorotadas cuanto sumisas. Si en cualquiera de esas instancias, que se resumen en dos, jueces del PP y del PSOE, se hubiera querido interrumpir la amnistía encubierta, se habría hecho ya. Y si no se ha hecho es porque Rajoy no quiere. Así de sencillo. Así de siniestro.
Es tan horrenda la situación de España que no cabe esperar consuelo ni siquiera de la cobardía de Rajoy. Podría, el próximo día 12, enmendar en el Supremo la supuesta e injustificada rendición de la Audiencia Nacional ante el TEDH de Estrasburgo. Podría, pero no creo que lo haga. El único valor que le queda al presidente es mantenerse en la cobardía de amnistiar a los peores asesinos y a los más viles enemigos de la historia de España. Y ese valor, el de rendirse, no le faltará. Mientras podamos, tampoco dejaremos nosotros de criticar esta vileza, esta continua y sórdida traición. En Perpiñán pactaron, en vísperas del 11M, la ETA y ERC, con el apoyo del PSOE. Hoy, Mariano Rajoy ha llegado, también, a Perpiñán.