Lo primero que el 23 de febrero de 1981 hicieron el Jefe del Estado y el Gobierno de Emergencia presidido por Francisco Laína y acampado en el Palace, fue cortar las comunicaciones entre los golpistas e impedir la toma de TVE y Radio Nacional de España. Aunque Juan Carlos y el PSOE tuvieron mucha responsabilidad moral en el Golpe, que era contra Suárez, no tenían parte en su realización, innecesaria ya tras la dimisión de Suárez "para que –según dijo- la democracia no sea un paréntesis en nuestro país".
A los hechos, se responde con hechos
Pero quién tuviera mayor o menor responsabilidad en la sugerencia o realización del golpe era irrelevante ante el hecho consumado de la entrada a tiros de Tejero en la sede de la soberanía nacional. Producido el hecho, Tejero podía rechazar, como hizo, o aceptar que Armada se dirigiera a los diputados ofreciendo su Gobierno de Unidad Nacional, presidido por él y formado por todos los partidos políticos, incluidos el PSOE y el PCE, y excluidos los nacionalistas. Lo que no podían hacer Juan Carlos ni Laína -que simbolizaba, a las órdenes del Jefe del Estado y de todos los Ejércitos, la parte del Gobierno legítimo no secuestrada- era esperar a ver qué pasaba. Ante los hechos deliberadamente violentos sólo cabe responder con hechos.
Y esta es la lección del 23-F que Mariano Rajoy, que está elevando la cobardía a la categoría de arte, ha olvidado de aquella experiencia nacional. Ante cualquier Golpe de Estado, sea del tipo que sea y adopte la forma que adopte, sólo hay dos posibilidades: o gana el Golpe o gana el Estado. Y se resuelve siempre por la fuerza, porque un golpe es, figurada y realmente, un hecho de fuerza, no una consulta o un recurso legal. En 1981 el Rey no pidió un dictamen al Consejo de Estado, para ver si era del todo legítimo el Gobierno del Palace o si era mejor dialogar con los golpistas y buscar una solución política al asalto de Tejero y a la tronitonante circulación de los tanques de Miláns del Bosch por las calles de Valencia. Lo que hicieron fue cortar las comunicaciones entre los golpistas y tomar la iniciativa mediática para asegurarse de que el mensaje del Rey llegara a todos los españoles, de uniforme o sin él. Y naturalmente, secuestraron una edición del diario El Alcázar, órgano de los golpistas, cuya portada decía "Triunfó el golpe". Sin duda fue una agresión a la libertad de prensa, pero fue una manera bastante eficaz de que sobreviviera más de un día a la intentona golpista.
Las claudicaciones de Rajoy
El golpe de Estado de la Generalidad de Cataluña está triunfando porque Rajoy se niega a considerarlo un golpe de Estado. Porque en vez de llamar al Ejército o anunciar que está acuartelado, lo ha reducido a recurso oratorio de Cospedal; porque ha dejado que sea humillado ese popularísimo Ejército de Tierra que es la Guardia Civil, dejando que les roben las armas y les escupan y los cerquen los golpistas; porque ha metido a la policía en tugurios infectos y cruceros familiares con monigotes pintados en el casco; porque ha permitido que unos estibadores que hace meses que deberían haber sido disueltos se burlen de los policías diciendo que son "maricones que van de orgía en barcos de niños"; porque ha permitido que los mozos de escuadra colaboren en la humillación de la guardia civil; porque se ha negado a aplicar la Constitución, no sólo el 155, deteniendo a los golpistas; y sobre todo, porque ha dejado a los golpistas el control absoluto de los medios de comunicación regionales y nacionales, de la radio y la televisión, concesiones de servicio público que pueden ser intervenidas en cualquier momento si promueven el peor de los delitos, que es el golpe de Estado.
Hace dos semanas recordaba Herman Tertsch la experiencia del 23-F y de cualquier otro golpe, instando al Gobierno a liquidar la diáfana trama mediática del Golpe, en dos partes, la catalana y la española, coordinadas por ERC y Podemos con Roures de intermediario y con muchas terminales mediáticas: la radio del golpe, Catalunya Radio, que pagamos todos los españoles y que pedía a los oyentes que avisaran a los golpistas sobre los movimientos de la Guardia Civil; los siete canales de TV3 que predican el odio a España y la legitimidad del golpe; el Grupo Godó, que ha asumido el acoso a los alcaldes leales a la Constitución, y las televisiones estatales de signo podemita que, con La Sexta a la cabeza, están favoreciendo el golpe. Hace unos días recordaba Antonio Robles que cualquier actuación contra el golpe que no parta de cerrar TV3 será inútil. Todos los grandes diarios de papel, con el acorazado cebrianita virando a babor o estribor, según el día, han pedido contundencia al Gobierno contra el Golpe. Pero el Gobierno ha hecho algo peor que no hacer nada: Rajoy salió en televisión diciendo que iba a hacer algo y ha dejado que los hechos lo desmientan el día siguiente.
Ni honra, ni barcos, ni Gobierno ni Oposición
El Gobierno tiene toda la autoridad, pero ha perdido casi toda su credibilidad. Rajoy tiene legitimidad absoluta para parar el golpe, a golpes si es preciso, pero se niega a utilizar la legalidad y prefiere ofrecer a los golpistas sobornos fiscales a cambio de dar marcha atrás (¡cuando están cercando los cuarteles de la Guardia Civil!). Eso ha hecho De Guindos sin encomendarse al Dios del electorado ni al Diablo de la Oposición, que más que diablo cojuelo parece una lombriz de tierra náufraga en una palangana.
En cualquier momento rudo de la historia de España, a un Gobierno que hubiera permitido que se humillase al Rey, a la Nación, a la Guardia Civil, a la Policía Nacional y a todos los símbolos de España, lo habría echado a patadas un militar de baja graduación, salvo que tan obligada pero poco brillante tarea se decidiera por sorteo o escalafón. Y habría larga cola de civiles aclamando a los militares. En momentos más felices, de primacía del poder civil en una monarquía parlamentaria, como ahora, los partidos políticos de oposición estarían pidiendo a gritos no la dimisión sino el arresto del presidente y su Gobierno por colaboración con los golpistas.
Es de agradecer que los militares de hoy sean tan civiles, pero es de temer que la autoridad civil no entienda la función de las instituciones militares y policiales que están precisamente para salvar el poder civil, cuyo primer y último referente es el pueblo español. Si ante un atentado contra su soberanía, el Almirante Mariano sólo es capaz de enviar a la Armada Piolín, le queda poco a Mariano, menos a la Soberanía Nacional y casi nada al régimen constitucional del 78, que se salvó el 23-F de 1981.
En 1896, vísperas del desastre del 98, precedente del actual, dijo el Almirante Méndez Núñez lo de "más vale honra sin barcos que barcos sin honra". También el almirante Cervera se batió heroicamente en Cuba, sin carbón para volver, porque unos politicastros cobardes y sin escrúpulos convencieron al pueblo de que los norteamericanos nunca podrían con España. Los macacos cocomochos no son la US Army, pero si la TV3 hace de Hearst, el Almirante Mariano merecerá la frase de Churchill a los que se humillaron ante Hitler: "Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra… elegisteis el deshonor, y además tendréis la guerra". De haberlo conocido, le diría: "Por salvar tu barco, has preferido el deshonor, y deshonrarnos a todos. Te has quedado sin honor y, además, pronto te quedarás sin barco".