No sé si España acabará clasificándose para la siguiente ronda de la Eurocopa o nos mandarán a casa a las primeras de cambio, que al terminar el partido contra Grecia con un mísero empate a uno parece lo más probable. Lo que sí sé es que Iñaki Sáez podría haber hecho carrera política en la Derecha española, porque yo creo que no he visto un caso de arrugamiento, autorrecusación, freno y marcha atrás tan absurdo en la vida española... salvo en el PP. Eso de ir empatando con Grecia (que no era la selección temible del partido contra Portugal pero aunque lo hubiese sido) y quitar a Raúl para dar entrada a Fernando Torres no se le ocurre ni a Arriola en el 93, cuando le aconsejó a Aznar que bajara el tono y quitara agresividad a su debate con González. Y, efectivamente, tanto y tanto bajó, tanto y tanto quitó... que González se lo comió.
Suele decirse que la selección nacional de fútbol traduce bastante el espíritu del pueblo que representa: los ingleses, briosos; los alemanes, ordenados; los holandeses, simpáticos; los franceses, imaginativos; y los italianos, de cuidado. ¿Y los españoles? Los españoles, ¡ay, los españoles!: siempre nerviosos, siempre tensos, siempre agobiados, siempre agarrotados, siempre, en fin, mariacomplejados. Dicen unos que les pesa mucho la responsabilidad. No sé qué responsabilidad, si nadie espera que ganen nada. Dicen otros que les puede la ansiedad? ¿Ansiedad de qué y por qué? Tienen una afición tan pastueña que ganan por uno-cero a Rusia jugando horrorosamente y los periódicos deportivos, que se supone deberían ser los más exigentes, titulan: “Ilusiona España”, “Valerón, la solución”, “Excelente debut” “Vamos a por la Eurocopa” y cosas así. Podría pensarse que así animan a los jugadores para que se les quite la famosa ansiedad y al entrenador para deje de temblar por dentro. Inútil. En el primer partido, porque es el primero y un fallo puede ser mortal; en el segundo, porque es el segundo y como no han fallado en el primero tienen en su mano la clasificación; en el tercero, porque se lo juegan todo a una carta y el ambiente jugará en contra, amén del árbitro. Pero el ambiente lo han tenido a favor en los dos partidos previos, los árbitros no nos han robado y tampoco hemos sacado los seis puntos. Total: que si todo va bien, porque va bien; y si todo va mal, porque va mal. El caso es que cada vez juegan peor los indiscutibles y los que deberían ocupar su puesto siguen sin jugar. Otra ocasión perdida, otra eliminatoria, otra vez a casa.