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Federico Jiménez Losantos

La crisis que sigue mereciendo el PSOE

Si el PSOE ha de sobrevivir a esta merecidísima crisis será o sería deseable que fuera cuando sea capaz de evaluar sus merecimientos para cosecharla.

Si el PSOE ha de sobrevivir a esta merecidísima crisis será o sería deseable que fuera cuando sea capaz de evaluar sus merecimientos para cosecharla.
Pablo Iglesias, Zapatero y Sánchez | LD

La explosión, implosión, cuarteamiento, desguace, descomposición, volatilización o putrefacción del PSOE es la que merece un partido que en sus 136 años de vida se ha acostumbrado a jugar con la Nación según le ha convenido a ese grupo y a una extraña especie de españoles, los socialistas, que, por el hecho de proclamarlo, sin tener muy claro qué significa serlo, se consideran moralmente superiores a los demás ciudadanos, y con derecho, reforzado por la costumbre, de decir una cosa, hacer la contraria, presumir de ambas y, encima insultar a quienes les reprochan sus contradicciones.

Pedro Sánchez, alias 'Snchz' y 'Pedronono', era y es un socialista típico, casi perfecto. Que pusiera al PSOE patas arriba es lo menos que merecía un partido que ha puesto a España cabeza abajo. El Snchz que, para seguir aspirando a la Moncloa y ocultar sus pésimos resultados electorales, propugnaba un Gobierno de alianza y zurriburri con los comunistas de Podemos-Izquierda Unida y los separatistas de la banda de Pujol y la colla de Esquerra Republicana, es el mismo que defendía hace muy pocos meses, por su alianza con Ciudadanos, un programa de reformas institucionales y lucha contra la corrupción que empezaba por derogar lo que precisamente el PSOE implantó en cuanto llegó al Poder: la politización de la Justicia mediante la Ley Orgánica del Poder Judicial de 1985, que, pervirtiendo la Constitución y con su típica patanería intelectual, Alfonso Guerra calificó como "la muerte de Montesquieu", o sea, de la división de Poderes, justo lo que diferencia a las democracias liberales de los populismos plebiscitarios.

Rivera dijo entonces que si un mérito tenía Ciudadanos al aliarse con un partido tan poco fiable como el PSOE era evitar que pactara con la horda podemita y las cuarenta tribus separatistas, aceptando la liquidación de la soberanía nacional mediante el derecho a decidir de Cataluña y demás regiones con ínfulas de Estado y llevando a la economía al corralito griego. Tenía razón, y se la ha venido a dar su otrora socio y luego enemigo, émulo de la gran Pinito del Oro, célebre por volar cabeza abajo en el trapecio, y que ayer cayó víctima de la Ley de la Gravedad.

Ciudadanos y sus votantes fueron entonces insultados por la derecha pasota de 'Marianono', que se negó por dos veces a la petición del Rey de formar Gobierno y siguen siendo injuriados por la izquierda financiada por el narcoterrorismo venezolano, la teocracia iraní, el separatismo de Roures y las teles de la 'Niña Ashihina', donde Rivera es señalado, tanto por el PP de Rajoy y Bárcenas como por los comunistas de La Sexta como "el chico del IBEX". La España atresmediada, mediaseteada, tevetresona y etebesina ha llegado a tal extremo de degradación intelectual que resulta más honroso representar políticamente al narcoterrorista Timochenko (con Margallo y Campechano), a los genocidas hermanos Castro (con Rajoy, que perdona la deuda a Cuba), al narcogorilato venezolano (con ZP), a la ETA, al FRAP y al GRAPO que a las 35 mayores empresas españolas, que están sostenidas por millones de accionistas y que dan trabajo a millones de contribuyentes.

Cuando se pierde la batalla del lenguaje -y se dice que mañana va a hacer buen tiempo en 'Yeida' y 'Chirona'-, no se da la batalla de las ideas -y se proclama a todas horas- engordando todavía más los beneficios de un duopolio televisivo -clamorosamente ilegal y democráticamente criminal- que en Colombia hay un proceso de paz y en Ferraz un golpe de Estado, es normal que un socialista como Sánchez, cuya actividad mental se sitúa en la zona inguinal, en lo que Unamuno satirizó como el "cerebro cojonudo", defienda ahora que es progreso lo que antes decía que era ruina caraqueña, que es bueno pactar con los que decía -y es verdad- que quieren destruirla, y que los que le dijeron que votase "no a Rajoy", le estaban autorizando a formar Gobierno con Podemos y los separatistas catalanes.

Del "OTAN, de entrada, no" a la España "discutida y discutible"

Es mentira, pero, ¿qué más da? Un socialista, es decir, un ser por encima de la vulgar coherencia en la que chapotea el vulgo carca, puede decir una cosa, hacer la contraria y presumir en ambos casos. Si González pudo decir "OTAN de entrada, no" en 1982, cuando estaba en la Oposición para desgastar a UCD y fagocitar al PCE, y en 1986, arrellanado en el Gobierno y difunto Montesquieu, refutarse "Sí, por el bien de España", haciendo votar a todos los españoles el cambio de criterio que se había producido en su cerebro, Sánchez también puede rechazar las gestoras que él impuso a Tomás Gómez en Madrid y su fámulo López en Valladolid. Puede apelar a la militancia como instancia suprema de legitimidad, por encima de los órganos del partido, el mismo que desoyó a la militancia madrileña o gallega -lo ha recordado Caballero, alcalde de Vigo-.

Faltaría más. ¿Desde cuándo el principio de contradicción se aplica a la superabundancia de principios socialistas? Snchz puede parapetarse en la legalidad partidista hasta la noche del viernes y decir al caer la tarde que en la mañana del sábado no quiere entrar en debates legales sino políticos. Es más: puede presumir de la "herencia moral" de sus padres biológicos, que se basa en el reaccionario respeto a la palabra dada y mentir a su padre político González diciéndole que iba a abstenerse y dejar gobernar a Rajoy. ¿Pues no dijo que en estas últimas elecciones los españoles habían decidido que el PSOE estuviera en la oposición y ahora intenta formar Gobierno con los que le dijeron 'no' recordando la cal viva del GAL? ¿Cómo no va a poder decir una cosa y la contraria si, al fin y al cabo, es del PSOE?

Pablo Iglesias I, contigo empezó todo

Ayer publicó Javier Somalo un artículo, brillante como suyo, titulado "Zapatero, contigo empezó (casi) todo", burla de la burla zangolotina de Piqué al Madrid… que el Madrid respondió ganando su Undécima Copa de Europa. Anuncia también que LD publicará en los próximos días una documentada historia del PSOE que evite la tentación, hija de la ignorancia, sobrina de la idiocia y tía abuela de la malicia de compadecer las tribulaciones de Ferraz.

Porque no hay ningún motivo para inventar la historia de un PSOE importante para España que jamás ha existido, para considerarlo un puntal del sistema democrático que ha reventado cuando le ha convenido, para considerarlo representante de una socialdemocracia que proclama fuera y combate dentro. Si el PSOE ha de sobrevivir a esta merecidísima crisis será o sería deseable que fuera cuando sea capaz de evaluar sus merecimientos para cosecharla.

Y el primero de ellos es el desprecio a la Nación y la utilización de la Ley a conveniencia, algo que Pablo Iglesias I (Posse), fundador del PSOE, dejó clarísimo al entrar en el Parlamento como polizón en una lista republicana, ya que los madrileños se negaban a votar al obtuso marxista: "mi partido está en la legalidad mientras ésta le permita adquirir lo que necesita; fuera cuando ella no le permita alcanzar sus aspiraciones".

A lo que añadió, defendiendo el asesinato como herramienta política en las mismísimas barbas del Presidente del Consejo Don Antonio Maura: "hemos llegado al extremo de considerar que antes de que Su Señoría suba al Poder debemos ir hasta el atentado personal".

Así, despreciando la Ley y exhibiendo la pistola, empezó el PSOE en las Cortes su andadura. ¿Puede sorprender a alguien su desembocadura?

Se me dirá y es cierto, que junto a los cafres ha habido siempre socialistas civilizados. Lo que yo no conozco es a muchos socialistas que no consideren, como tantos de la Derecha o la extrema izquierda, que su pertenencia al partido los convertía en seres superiores al resto de los españoles, al punto de hacer con España y con esos paisanos inferiores, por falta de carné, lo que en cada momento les ha parecido. Es verdad que los socialistas se han enfrentado muchísimas veces a los socialistas, pero como siempre han ganado los socialistas no es fácil saber si ganó el bien o el mal.

El PSOE que nos llevó a la Guerra Civil

La crisis más grave que provocó el PSOE y acabó padeciendo toda España se produjo tras perder las elecciones de 1933. La facción de Largo Caballero, que fue Secretario de Estado de Trabajo durante la dictadura de Primo de Rivera pese a la oposición del sector legalista de Besteiro, decidió ir a la guerra civil como medio para implantar la dictadura del proletariado, o sea, un régimen como el de Stalin, cuyo PCE en España era poquita cosa.

En contra del sector de Besteiro, Largo logró el apoyo del sector de Prieto, desvergonzado oportunista y futuro ladrón que preparó el Golpe de Estado contra la República en octubre de 1934. No fue como ayer decía pasmosamente -Pedro Jota sí se sabe la historia de España- El Español una "huelga civil revolucionaria", sino un golpe antidemocrático en toda España, flanqueado por otro golpe separatista de la ERC en Cataluña. El Gobierno legítimo de la República llamó -como había hecho en 1932- al Ejército de África, dirigido por su general más prestigioso, Franco, para acabar con la rebelión en Asturias, donde se asesinó a muchas personas por el delito de ser cura o ir a misa. O sea, lo que se hizo masivamente en el 36.

El Gobierno de Lerroux y la CEDA, los primeros maricomplejines, no se atrevió a hacer lo que debía: ilegalizar al PSOE, a ERC y a todos los partidos implicados en el Golpe. Dos años después, con la bandera de la venganza por la "salvaje represión" de Asturias (¡represión del salvaje golpe de Estado!) llegó al Poder el Frente Popular y de inmediato se puso a matar, robar y atropellar. Cientos de asesinatos que culminaron en el del jefe de la Oposición Calvo Sotelo -también fueron a por Gil Robles- por la escolta de Indalecio Prieto. Esto es lo que decidió a Franco, cuya familia estuvo a punto de ser asesinada, y a la oficialidad que no confiaba en el triunfo del alzamiento militar.

Es evidente que Prieto y Azaña estaban convencidos de que el fracaso de una rebelión como la del 32 serviría para imponer la revolución. De ahí la tranquilidad del Gobierno de Casares y la entrega de armas a la milicia por Giral. Largo había impedido a Prieto ser presidente del Gobierno poco antes, pero esa añagaza -a la que ayer en El País Santos Juliá daba tantísima importancia- no alteraba la línea revolucionaria del PSOE. Sólo se dirimía si la encabezaba Largo o Prieto, mientras el sector de Besteiro insistía, antes del 18 de Julio -estremece leer El Anti-Caballero- que buscar, como quería Largo, deliberadamente la guerra civil era una inmoralidad atroz y, además, una apuesta sin seguridad de ganar. Justo lo que pasó. Y al final, en 1939, Besteiro encabezó, con Casado y Mera, el golpe militar contra Negrín. El PSOE racional acabó con el PSOE radical doscientos mil muertos después.

El camino felipista al 11M zapaterino

Tras la Transición, obra de la Falange y el PCE, el PSOE renovado se encontró al frente de la Oposición. Y al perder dos elecciones se lanzó de cabeza a la conjura militar del Rey contra Suárez que acabó en el 23F. Llegó al poder, pareció eterno, pero al comprobar que podía no serlo, se produjo la deriva populista y corrupta del felipismo. Fue en las elecciones de 1993, cuando ante la amenaza real del PP de Aznar, González decidió seguir a toca costa en Moncloa para evitar el banquillo por el GAL. Con PRISA como supermatón y el CESID de Serra como cloaca máxima, González rescató el guerracivilismo identificando al PP con el doberman nazi; denominó franquismo al liberalismo; llamó "Sindicato del crimen" a los periodistas que, a diferencia del multimperio prisaico, no tapábamos los crímenes del GAL ni la corrupción socialista; fichó a Baltasar Garzón como archijuez para limpiarla; entregó a Polanco Antena 3 de Radio, la primera cadena nacional, para que la cerrara; consintió el atraco de Mario Conde a Banesto hasta que compró Antena 3 de TV, gastó lo que tenía y lo mandó a la cárcel; perpetró, en fin, cuantas fechorías contra la democracia puede idear un régimen corrupto para evitar su muerte. Y casi lo consiguió.

Tras esa penosa legislatura, la derrota del 96 y su dimisión, González quiso seguir mandando a través de Almunia, pero éste tuvo la ocurrencia de unas primarias para legitimarse y fue Borrell el votado por las bases como Candidato a la Presidencia del Gobierno -un cargo más importante que el de secretario general, y algo que se olvida al glosar la elección de Snchz-. Así que González y Cebrián forzaron la dimisión de Borrell publicando un caso de corrupción de la Agencia Tributaria de Barcelona (¡González, cuya dimisión no pidió PRISA ni cuando acompañó a Barrionuevo a la cárcel!). Ese sectarismo creó las bases del zapaterismo. Nunca, es verdad, llegó el PSOE felipista tan lejos en lo ideológico como el de ZP, ni en la asunción del populismo caribeño ni en la sumisión al separatismo catalán; pero fue Felipe el que entregó el PSOE de Cataluña a los nacionalistas del PSC, el que se unció a Pujol y asumió con Cebrián el discurso separatista anti-PP.

Del golpe del 11-13-14M de 2004 al trompazo del 1O de 2016

Ayer, viendo el escrache de apoyo al candidato de Podemos a la Moncloa -que era y seguirá siendo una temporada Pedro Sánchez- recordé, por lo ridícula, la manifestación de señoronas en Génova 13 el día en que, tras un mal resultado en las elecciones vascas, dimitió noblemente Fraga; y por lo trágico, las manifestaciones ante las sedes del PP, en Génova 13 y en toda España, para culparle de la masacre del 11M, que manipularon con todo descaro y con el tácito apoyo de parte de la policía del PP de Aznar. Ese 13M de 2004, preparado por la violencia callejera a cuenta del Prestige o de la Guerra de Irak, mostró a un PSOE dispuesto a volver a 1931. Y con Zapatero instalado ya en la Moncloa, decidió acabar con la Transición y volver a la Guerra Civil como el gran elemento legitimador de su historia.

El Sánchez que pactó con C´s suponía la continuidad de felipismo. El que intentaba un gobierno con Podemos y los separatistas era el estrambote del zapaterismo. Sin duda, González, Rubalcaba, Cebrián y Díazse habían enterado de que Sánchez había pactado con Podemos y ERC, con Iceta de testigo. Eso aceleró los planes de Sánchez y la reacción de los críticos. Sin embargo, el PSOE sale de esta crisis del Primero de Octubre como entró: comatoso. Cataluña y Baleares son separatistas; Valencia y Madrid, medio podemitas; El PSOE defiende en Mallorca lo contrario que en Sevilla y en Pontevedra lo contrario que en Murcia. En Aragón es un PSC con cachirulo arrendado a 'Echeminga'. En La Mancha, ha sido desahuciado por su aliado caraqueño. El problema del PSOE es que hace mucho que renunció a ser un partido nacional. Y eso lo ha convertido en el gran problema de España. Mientras no se decida a ser legal o ilegal, español o antiespañol, reformista o petardista, lo mejor que le puede pasarnos es que el PSOE siga en crisis.

Rajoy e Iglesias pierden con la caída de Sánchez

Pero lo peor no es que el PSOE merezca, por su deserción nacional, esta crisis, sino que ha contagiado al PP de su misma enfermedad. Ahora se verá hasta qué punto PSOE y PP son capaces de luchar por la hegemonía de la Democracia, la Nación y la Constitución en unos medios entregados a Podemos. Porque es esencial cómo se cuente lo que ha pasado en el PSOE, que Sánchez salga como un gran majadero o como virgen y mártir, digno de otra oportunidad a medias con la horda podemita.

Yo no creo que el PSOE pueda salvarse sin contar con el PP y con Ciudadanos. Tampoco que el PP y Ciudadanos puedan salvarse si siguen, como siguen en mayor o menor medida, el camino del PSOE. Rajoy e Iglesias son los grandes perdedores de esta crisis del Primero de Octubre, porque ambos contaban con mejorar sus resultados el 18D. El asturiano Javier Fernández, inmediata solución de continuidad de la ruptura socialista, tiene un discurso aparentemente moderado y nacional, digno de tener en cuenta si se piensa en el futuro de España, nunca en el de un partido que se parece demasiado a sus defectos y, salvo en la duración, muy poco a sus virtudes.

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