Una de las pruebas de lo mal que está Francia es lo mucho que empieza a parecerse a España. La gran manifestación de la clase política europea hoy en París será, básicamente, un acto de repudio al FN de Marine Le Pen por burda conveniencia electoral del Gobierno Socialista. Si a un partido que representa a la cuarta parte de los franceses se le excluye de un acto "de unidad nacional", es evidente que en la Francia de hoy está pasando lo mismo que en la España de 2004: el partidismo ha amordazado a la nación.
En aquellos días de Marzo de 2004, que, vistos una década después, supusieron el triunfo de la partitocracia sobre el régimen constitucional, mediante la manipulación desvergonzada de los medios de comunicación y la corrupción total de la Justicia, un PSOE a punto de perder por tercera vez las elecciones y una izquierda batasunizada, dueño uno de los medios y otra de la calle, entrenados en las campañas sobre el Prestige y la Guerra de Irak, lograron convertir el dolor popular ante la masacre en el linchamiento del Gobierno como culpable de provocar a los famosos "terroristas suicidas con tres capas de calzoncillos" que inventó el PSOE y popularizó la SER. Ellos habrían sido los instrumentos de la venganza de Al Qaeda contra el verdadero criminal, que era Aznar por apoyar a Bush. Ese crimen de lesa democracia en las jornadas del 11M al 14M, que llevó al Poder a Zapatero, ha entronizado la deslegitimación de la Derecha política con tanta fuerza que, al final, ha acabado por deslegitimar el régimen constitucional del 78, basado en la alternancia de los partidos de izquierda y derecha en el Poder.
No, el 11M no fue obra de Al Qaeda
Pero eso no se hubiera producido si el PP no hubiera aceptado nunca su deslegitimación, si no hubiera considerado inaceptable la actuación de la Izquierda tras el 11M, si hubiera buscado a los culpables de la masacre y de la manipulación policial de las pruebas que llevaron a una sentencia infame en la que lo único que queda claro es que no fue Al Qaeda la autora de la masacre (que por otra parte nunca ha reivindicado). Sin embargo, tras la derrota electoral de 2008, Rajoy decidió hacer suya la doctrina Gallardón de sumisión a la Versión Oficial del 11M, pese a estar desmentida por la sentencia. Y la estrategia de "obviar el 11M", defendida por Gallardón en la portada de ABC y respaldada por la dirección del periódico, entonces en manos de J.A. Zarzalejos y secuaces como Gorriarán o Irene Lozano, se tradujo en una campaña encabezada por ABC pero que seguía el guión de El País, los medios de Godó y Roures ("Público", La Sexta") contra la COPE y El Mundo, para obligar a Rajoy a romper públicamente con los medios que le habían apoyado y con la línea de Aznar, la oficial del PP. Rajoy lo hizo, asumió la manipulación islamista y antiaznarista del 11M y, a cambio, se le permitió formar parte del sistema de la "memoria histórica", que esencialmente consiste en tergiversar el pasado para ocultar el presente.
Ha sido y sigue siendo tan esencial para la hegemonía de la Izquierda y de la derecha "políticamente correcta", o sea, tolerada por la Izquierda, la asunción del "trágala" del 11M supuestamente islamista y culpa del PP que el PSOE y Podemos se han disputado públicamente el mérito de cercar las sedes del PP, es decir de usar la violencia contra la democracia; y ayer mismo subrayaba Javier Somalo cómo los nostálgicos del zarzalejismo reivindican, presos de fiebre fusionista, aquella infame campaña contra la COPE que, sobre arruinar al ABC, entronizó el maricomplejinismo como ideología de la Derecha. Una política que la lleva directamente a la tumba.
¿Contra quién se manifiestan los líderes de la UE?
El asesinato de Miguel Ángel Blanco es la prueba de cómo una gigantesca movilización de masas puede diluirse y convertirse en nada, o en menos que nada, cuando en ella se celebra la buena conciencia de los que se manifiestan, eludiendo cualquier forma de castigar a los asesinos. "No son vascos, son terroristas", decían millones de jóvenes españoles, para espantarse el miedo de que, efectivamente, los terroristas mataban porque se sentían muy vascos y el muerto lo había sido porque era español. "Vascos sí, ETA no", repetían, como si un amplio sector de la sociedad vasca no fuera tan responsable del terrorismo como de sus justificaciones.
Tras aquellas gigantescas manifestaciones en memoria de Miguel Ángel Blanco, el PNV firmó con la ETA el Pacto de Estella y Pujol, Durán y el BNG los respaldaron en la Declaración de Barcelona. Todas aquellas manos blancas que por millones se exhibían en la calle se oscurecieron cuando el PP fue echado del Poder el 14M de 2004. ETA sigue siendo la herramienta más eficaz del separatismo: porque o eran nacionalistas que mataban y había que tomarlos en serio o eran nacionalistas y no mataban, por lo que había que compensarlos. Esa es la historia de la claudicación de los gobiernos españoles desde 1977, con pocas excepciones: el PSOE con Múgica en Justicia y el PP de Aznar y Rajoy hasta 2008, cuando en el Congreso de Bulgaria, capital Valencia, decidió "obviar el 11M", aceptar su ilegitimidad y, en prueba de buena fe, liquidar el PP vasco de María San Gil, con lo que eso significaba en la política nacional. En el Poder, Rajoy ha hecho aquello a lo que, en el fondo, se comprometía para seguir al frente del PP y esperar su turno a las puertas de la Moncloa: "obviar el 11M", es decir, encubrirlo; y asumir el pacto del PSOE con la ETA, llevándolo a extremos –Bolinaga- que ni el faisán Rubalcaba hubiera podido imaginar.
¿Tiene sentido que Rajoy, el hombre que no ha querido investigar el 11M y más etarras ha sacado de la cárcel se manifieste contra el terrorismo en París? ¿Es lógico que lo haga junto a Artur Mas? ¿Es razonable que los gobernantes que tienen en su mano cambiar las leyes y utilizar la inmensa fuerza de todos los Estados europeos se manifiesten como ciudadanos que pidieran la protección de esos gobiernos que los manifestantes presiden? Sólo falta que la romería buenista de París termine con un acto ecuménico culminado con el canto de un muecín que le pida a Alá piedad para Europa. Y luego, pueden ir a cercar sedes del FN en París o de Pegida en Berlín.
Las mezquitas y los gobermanifestantes
Nuestros gobernantes, esos que se manifiestan este domingo a favor de sí mismos están dispuestos a todo, menos –como bien denuncia el turco Ilya U. Topper- a romper con el wahabbismo que con petrodólares saudíes ha sembrado de mezquitas y convertido en guetos los barrios islámicos de Occidente. No sé si puede existir un islam moderado -no sé cómo, tras leer el Corán- aunque haya muchísimos musulmanes que quieren vivir en paz y compañía junto a cristianos, judíos o ateos. Pero no puede haber pluralismo laico en Europa con patrocinio wahabbí. No podrá moderarse el Islam mientras los saudíes dominen las mezquitas europeas, de donde salen esos matarifes dispuestos, en nombre de Alá, a acabar con nuestra vida y nuestra libertad. La guerra de Siria o de Irak se ganará o perderá allí. La que contra Europa han declarado sus propios islamistas radicales empezaremos a librarla, no digo ganarla, si se lucha en Ryad, Qatar o Kuwait City. Y los gobermanifestantes de París tienen tantas ganas de hacerlo como de ser Charly, o sea, ninguna. El cielo sin esfuerzo: esa es toda nuestra euroteología.