Hay tantas razones para abandonar la política española –y España, en general– que lo raro es que sólo se vaya Esperanza Aguirre. "Pero se va la mejor", dirán muchos. Sin duda. Así es. "Es que se nos va la última fuerza real, el último baluarte en la lucha por la libertad", añadirán, desolados. No. Eso sí que no: dejar de luchar por la libertad supondría que Esperanza Aguirre no se va sino que ha fracasado, y no lo ha hecho. Porque ha triunfado muchas veces y, sobre todo, porque no se fracasa en la lucha por la Libertad. Se pierde a menudo, casi siempre, pero fracasar, nunca.
El valor de alguien en la política lo prueban sus adversarios. A Duran i Lleida, el elegante, le ha faltado escupir sobre ella. Hubiera sido un error, porque llevaría la frente condecorada de sí mismo. Al comunista Gordo le ha faltado tiempo para pedir elecciones generales. Inútil. No lo votarán. Basta pasarse por los vomitorios opinadores de la red para comprender la magnitud política del abandono de Esperanza: la derecha liberal se siente huérfana, la izquierda en general se siente eufórica. Y a Tomás Gómez lo habrá tenido que atender el SAMUR. Que se mejore, el pobre.
No habrá en mucho tiempo, si llega a haberlo, líder tan convencido de la superioridad moral del liberalismo como Esperanza. Pero sin ella sigue siendo superior a cualquier clase de socialismo, de integrismo religioso o político, de sectarismo ideológico profesional, si es que algo en la política profesional –española y no sólo española- puede dejar de ser sectario.
Yo tampoco sé por qué se va Esperanza Aguirre. Pero como la conozco desde hace treinta años, cuando me la presentó su tío Ignacio Aguirre, como casi nunca me ha fallado, como estoy tan acostumbrado a votarla que no sé cómo voy a votar a alguien que no sea ella, y como no hay que demostrar a los enemigos de la libertad que estamos hechos polvo, diré sólo que respeto su decisión. Todo político que abandona el poder porque quiere y no porque le echan merece nuestro respeto. En los viles tiempos que corren, nuestra más rendida admiración. Eso, sin haber hecho nada. Si ha hecho tanto bueno como Esperanza, a la admiración hay que añadir el agradecimiento y el compromiso de continuar en la misma lucha, por las mismas ideas y por una razón más: no estará en la lucha política Esperanza Aguirre. Pero nadie lucha mejor que los huérfanos.