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NORTE DE ÁFRICA

El terrorismo y el islamismo como instrumentos de la política marroquí

Mohamed VI asistió al aniversario del 11-M en Madrid, y dicen que fue aplaudido. El hecho de la invitación es indudablemente cierto, y tiene como responsable directo al presidente Rodríguez. El hecho de los aplausos, si es cierto, tiene como responsable a un sector de la ciudadanía cuyo comportamiento será objeto de estudio, algún día, por los estudiosos de la psiquiatría política.

Mohamed VI asistió al aniversario del 11-M en Madrid, y dicen que fue aplaudido. El hecho de la invitación es indudablemente cierto, y tiene como responsable directo al presidente Rodríguez. El hecho de los aplausos, si es cierto, tiene como responsable a un sector de la ciudadanía cuyo comportamiento será objeto de estudio, algún día, por los estudiosos de la psiquiatría política.
Mohamed VI, rey de Marruecos.
Un hecho llamativo es que la mayor parte de los detenidos por el atentado del 11-M son súbditos marroquíes. Pero este hecho, en sí mismo, nada dice de la culpabilidad del sultán marroquí y de su sistema despótico de poder (el Majzén). Ahora bien, entre el asesinato del líder de la oposición marroquí Ben Barka en París (1965) y el asesinato de Hicham Mandari en Málaga (2004), el sultán y su Majzén han mantenido relaciones estrechamente turbias con el terrorismo y el islamismo.
 
Que el presidente del Gobierno de España no lo sepa puede ser, hasta cierto punto, comprensible. Que sus asesores no le hayan advertido resultaría preocupante. Que, habiéndole advertido de estas circunstancias, Mohamed VI haya sido invitado sería escandaloso. Aunque, ciertamente, estos tiempos que corren pudieran ser definidos con un lema tan simple como terrorífico: "No limit" (no hay límites).
 
Cuando la escuela del pensamiento maquiavélico afirmaba: "El fin justifica los medios" al menos consideraba que el fin debía ser ético. Pero ahora ni siquiera hay límites respecto a la ética de los fines perseguidos con cualesquiera medios. Del maquiavelismo hemos pasado al nihilismo.
 
Decía que la historia de la monarquía marroquí lleva muchos años asociada a la carencia más absoluta de escrúpulos. Allá por 1975 el Majzén dio elocuentes muestras de ello, tanto en el interior y como en el exterior. Por un lado, en aquellas fechas la Shabiba al Islamiya (Juventud Islámica) se dio a conocer con el asesinato del líder izquierdista, opositor a Hassán II, Omar Benjelún.
 
La Shabiba era un movimiento inspirado en los Hermanos Musulmanes de Egipto. Liderado por Adelkrim Muti, fue la primera organización de carácter integrista en el Magreb: se fundó en 1969. Tres años después fue legalizada por Hassán II.
 
El Aaiún, 1973 (Regimiento Mixto de Artillería. Foto: B. Álvarez Muñoz).A lo largo del verano de 1975, como algunos españoles de cierta edad recordarán, Marruecos introdujo comandos terroristas en el entonces Sáhara Español; comandos  que colocaron diversas bombas en El Aaiun y provocaron varias víctimas. Ya que España se negaba a entregar el Sáhara "por las buenas", se trataba de obtenerlo "por las malas".
 
Aquellas acciones, como se sabe, dieron resultados. El "Rodríguez" de entonces, llamado Carlos Arias Navarro, ejecutó la entrega del Sáhara a Marruecos en los llamados "Acuerdos de Madrid", de 14 de noviembre de 1975, que supusieron la mayor traición de la historia de España desde la época del conde visigodo de Ceuta, Don Julián.
 
Pero aquella entrega se vio frustrada por la inesperada resistencia del Frente Polisario, que recibió apoyo de Argelia. Nadie puede extrañarse de que el islamismo contara con un muy discreto pero eficaz aliado: el sultán de Marruecos, cuando comenzó su crecimiento en Argelia (a partir, sobre todo, de 1991) y optó por la vía terrorista.
 
La principal organización terrorista argelina, el Grupo Islámico Armado (GIA), encontró en Marruecos un apoyo decidido. Esto no es una especulación: es algo que ha confesado (eso sí, después de caer en desgracia) el entonces ministro del Interior marroquí, Driss Basri (todopoderoso visir en los últimos veinte años del reinado de Hassán II). De Marruecos llegaban las armas que usaba el GIA, en Marruecos se refugiaban los terroristas del GIA que huían de Argelia tras perpetrar las masacres... y a Marruecos beneficiaban los objetivos del terrorismo del GIA.
 
De entre esos objetivos había uno general: debilitar a Argelia para así debilitar al principal apoyo del Frente Polisario en aquella época, y otro particular: liquidar a ciertos dirigentes del Frente Polisario. A esta última tarea, tan conveniente para Marruecos, se entregó con notable dedicación el GIA.
 
Entre tanto, los problemas internos y externos del sultán marroquí eran cada vez mayores. En el interior, la figura del líder islamista Abdesalam Yasín, fundador del grupo Justicia y Caridad, era cada vez más amenazante para el sultán Hassán II, a quien no reconocía su cualidad de "Miramamolín" (Amir al Munimim, o "Príncipe de los Creyentes"). En el exterior, los éxitos del Frente Polisario en la guerra del Sáhara hacían cada vez más difícil la posición de la elite gobernante marroquí. Para enfrentarse a ambos problemas Hassán II no dudó en pedir ayuda a Arabia Saudí.
 
Hassán II.Arabia Saudí financió el costosísimo muro del Sáhara (nada menos que una construcción de 2.000 kilómetros rodeada de cuatro millones de minas y guarnecida por más de 120.000 soldados) a cambio de extender la influencia religiosa del wahabismo en Marruecos. Fue así como el wahabismo (la ideología integrista de Ben Laden) empezó a difundirse por el país, con el beneplácito del sultán.
 
Al mismo tiempo, el Majzén no dudó en patrocinar un partido islamista, el PJD (Partido de la Justicia y el Desarrollo), para restar apoyos al movimiento islamista opositor Justicia y Caridad del jeque Yasín. El peligroso juego del Majzén produjo los resultados esperados. En mayo de 2003 unos fanáticos islamistas influidos por el wahabismo protagonizaron una serie de atentados en Marrakesh, con el resultado de varias decenas de muertos. Uno de los terroristas supervivientes, por cierto, denunció que el grupo estaba infiltrado por los servicios secretos marroquíes.
 
Aquellos atentados suscitaron en el interior de Marruecos una corriente de rechazo al partido islamista "oficialista", el PJD, porque se entendía que daba cobertura, al menos ideológica, a los asesinos. El Majzén "frenó" la expansión del PJD en las "elecciones" subsiguientes.
 
Pero Marruecos seguía teniendo un problema: la frustrada anexión del Sáhara Occidental. Dicha anexión se enfrentaba a dos graves problemas: uno, exterior, la oposición de España; el otro, interior, el rechazo de la población saharaui de los territorios ocupados. ¿Ha intervenido Marruecos con sus prácticas habituales para "remover" estos "obstáculos"?
 
En el exterior, la postura de España ha cambiado después del 11-M. Que el Gobierno marroquí no ha colaborado plenamente en la investigación de los hechos es un dato objetivo que no puede ser discutido (y ahí está, pendiente, la solicitud española acerca de la identidad de los destinatarios de las últimas llamadas telefónicas que hicieron los "suicidas"). Por lo demás, no sólo parece demostrado que el Gobierno marroquí no colaboró plenamente a posteriori, sino que parece que no transmitió ciertas informaciones que tenía a priori.
 
Finalmente, aunque aún no haya pruebas, no deja de suscitar inquietud el que alguno de los implicados en la "trama asturiana" del 11-M hablara de ciertos viajes a Marruecos, en unas épocas (año 2001) en que el diario en árabe del principal partido (el Istiqlal) preconizaba el apoyo de Marruecos a ETA como "castigo" al apoyo de España al Frente Polisario.
 
Miguel Ángel Moratinos.Por cierto, en diciembre de 2001 el líder PSOE, Rodríguez, tuvo una entrevista secreta con Mohamed VI de la que, amablemente, excluyeron al entonces embajador español en Rabat, Fernando Arias-Salgado.
 
A este respecto, convendría no olvidar que el actual ministro de Asuntos Exteriores dijo en los cursos de verano de El Escorial, el 15 de julio de 2004, que si no queremos sufrir otro 11-M debemos ceder en el asunto del Sáhara a las peticiones marroquíes. Esta declaración resulta especialmente interesante por dos razones: porque Moratinos dijo tener "información" después del 11-M de que los autores eran islamistas y porque tanto Lamari como el "amigo" de Huarte, Benesmail, son, casualmente, militantes del GIA argelino, el mismo GIA que en su momento Marruecos apoyó para, como he dicho antes, debilitar a Argelia e intentar liquidar a dirigentes del Polisario.
 
Todo esto son hechos y dichos objetivos. José María Irujo, autor de un reciente libro sobre el 11-M, dice que no hay "nada" que implique a Marruecos en la matanza. Creo, con todo los respetos, que miente o ignora algunas cosas esenciales.
 
Por otra parte, recientes informaciones de los semanarios marroquíes más críticos (dentro de lo que el régimen permite) suscitan inquietud. El arabófono Al Usbu nos dice (8 de abril) que el nuevo jefe de uno de los servicios secretos y amigo íntimo de Mohamed VI, Yasín Mansuri, es uno de los "apoyos" del partido islamista oficialista, el PJD, mientras que los semanarios francófonos Tel Quel y Le Journal Hebdomadaire nos informan por las mismas fechas de que el sultán está promoviendo la implantación del partido islamista PJD en el Sáhara Occidental ocupado.
 
Hasta ahora la población saharaui ha rechazado el integrismo. El propósito de esta operación sería que la juventud saharaui se identifique con el islamismo en lugar de con el independentismo.
 
En Holanda, el 10 de noviembre de 2004, después del asesinato del cineasta Theo Van Gogh a manos de un islamista marroquí afincado en ese país, Fritz Bolkestein, miembro de la Comisión Europea, exigió al sultán de Marruecos que condenara el extremismo musulmán y que demostrase claramente que su país no quiere convertirse en un exportador de asesinos. A día de hoy, no consta que el sultán hiciera esa condena. ¿Quién es el Bolkestein español?
 
 
Carlos Ruiz Miguel, catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Santiago de Compostela.
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