Me cuenta mi marido que está rechazando una media de veinte solicitudes de "amistad" diarias procedentes de diversas redes sociales y sitios web. Si no fuera porque le tengo cogida la medida, estaría empezando a creer que padece profundas limitaciones sociales y emocionales. A una servidora le tiene prohibido mencionarlo siquiera en sus perfiles. Con lo que algunos pensarán que me he vuelto como aquella chiflada australiana de La Boda de Muriel.
En definitiva, a mi marido le repampinfla estar en el rollito de las redes y a mí, sin embargo, me enganchan porque soy más facilona, tal y como ustedes ya saben.
Esto viene al hilo de la revelación twittermaníaca de la primavera: Pedro J. Ramírez. Que el director de El Mundo era un workaholic ya lo sabíamos. Un depredador, podríamos decir, de la noticia y la información. Pero ahora se nos ha revelado como un auténtico agitador de las redes sociales.
En estos momentos visiono el perfil del twittero en cuestión y cuenta con 16.893 seguidores-followers –entre los que me encuentro–, sigue a otros 82 y ha publicado 1.841 Tweets. Me tiene absolutamente fascinada.
Aunque estresante, muy estresante. Esto es lo que me parece. Si ya me pongo nerviosa porque apenas puedo contarles determinadas historias en poco más de 500 palabras, imagínense contar algo en 140 caracteres.
Así y a golpe de titular, nos enteramos de noticias relámpago, declaraciones ajustadas y cebos al estilo Sálvame para clicar en el enlace de la noticia. Todos se han apuntado. Aunque políticos y periodistas se han mostrado recientemente mucho más activos. Y ya imagino a algún que otro parlamentario practicando en casa con sus hijos antes de lanzarse a la pre-campaña con todas sus armas twitteras.
"¡Cisco acaba de ofrecerme un trabajo! Ahora tengo que sopesar entre la utilidad de un buen cheque y viajar a diario para hacer un trabajo odioso". Estas 26 palabras le costaron el puesto al aspirante al mismo, según recogió The Huffington Post.
Y de la misma manera y sin movernos del portal de Arianna Huffington –a la que también sigue Pedro J.– Dave Pell hablaba del papel de los social media al respecto de las revoluciones de Túnez, Egipto y Yemen, donde no hay que confundir las herramientas con las causas reales. Y puso como ejemplo a los megáfonos, que hacen que tu voz alcance más sin que éstos sean los causantes de ninguna revolución. Obvio pero conviene recordarlo.
Nos facilitan rapidez y comunicación, pero sólo nosotros somos responsables de su contenido. Bien es cierto que la famosa polémica respecto a la votación en el Parlamento Europeo sobre viajar o no en clase business ha tenido mucho más trascendencia gracias a las redes y a que se convirtió en trending topic de Twitter ese mismo día. Pero no es menos cierto que es todo mucho más efímero. Ya está. Se comentó e incomodó y ruborizó a nuestros parlamentarios europeos. Bueno, a algunos. Otros se quedaron tan panchos, no nos engañemos. Pero ¿quién hace el seguimiento del desenlace?
Leo cómo la empresa austríaca Guger Technologies ha desarrollado una interfaz que permite "escribir" mensajes de texto observando las letras en una pantalla mediante unos cablecitos que unen nuestro cerebro con el laptop. Sin manitas, nosotros solitos, como diría Pérez-Rubalcaba.
Así pueden llegar a ser los debates parlamentarios en un futuro. ¿Se imaginan? Pantallas a lo Minority Report y limitados a 140 caracteres. Tampoco creo que necesiten muchos más.
Por cierto, en este preciso momento Pedro J. Ramírez acaba de salir del dentista tras coincidir con un economista que le ha contado que las cajas seguirán atrapadas tras el 22 de mayo. Ya tiene 1842 Tweets y va a publicar la lista de los seleccionados para la "quedada twittera" en El Mundo el próximo 7 de mayo. Espero ansiosa que me sigan contando porque ya no controlo esta nueva adicción. Lo que me faltaba.