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Eva Miquel Subías

¡Que se trata de la libertad!

El delegado comunista en cuestión es de mi tierra, hijo de padre granadino y madre catalana. Según parece, le cautivó la obra de Kim Il Sung.

Miércoles al mediodía. Cojo el AVE a Barcelona y releo con algo más de calma los periódicos. Reservo a un lado La Vanguardia. Me gusta saborear, si me puedo dar ese lujo, La Contra. Lo cierto es que suelo empezar por la última página del diario godoniano. No. No esperen que haga comentario alguno al respecto de algunas de sus portadas. Ahora voy a lo que voy.

Así, de entrada, me enfrenté al siguiente titular: "Si nos agreden..., lanzaremos misiles con cabeza nuclear".

Y ustedes pensarán lo mismo que pensó una servidora. O bien se trata de un enfermo con severos trastornos e internado en una zona de aislamiento, o a lo sumo algún hermano de Ben Laden con ganas de liarla.

El despiste crece al ver que la fotografía corresponde a un tipo de cierta robustez, con una chaqueta americana marrón-caqui, camisa a rayas y con un pin encarnado en su solapa izquierda con la foto del líder norcoreano. Toda la estampa en cuestión con el mar tarraconense al fondo.

Superado el sofoco inicial, me adentro en las preguntas al que parece ser el delegado de relaciones culturales del Gobierno de Kim Jong Un.

Alejandro Cao de Benós, que confiesa haber sido militante de IU y PCE –lógico–, admite su fascinación por una sociedad a la que describe como modélica y como garante de igualdad, de empleo, de ausencia de miseria y de crisis.

El tipo, orgulloso, se queda tan ancho al relatar que la publicidad no existe, que no hay acceso a internet exterior, que los jóvenes no se besan en la calle para no ofender el honor de la familia y que, por supuesto, si Estados Unidos atacara, lanzarían misiles con cabeza nuclear.

No sé ustedes. Yo sigo conmovida con este personaje. Y más si me lo imagino lanzando este speech desde el hotel Imperial Tarraco tras haber ingerido un xató o una esqueixada de bacallà. Es que no les he dicho que el delegado comunista en cuestión es de mi tierra, hijo de padre granadino y madre catalana. Según parece, le cautivó la obra de Kim Il Sung.

Hay un pequeño detalle que, sin embargo, este catalán filo norcoreano, no echa en absoluto de menos. Y es la ausencia del principio de todos los principios. El valor esencial por excelencia. La Libertad.

La misma en la que creía John Stuart Mill cuando apuntaba en su ensayo Sobre la libertad –que algunos ya podrían llevarlo a modo de tatoo mental–, que la lucha entre la Libertad y Autoridad es el rasgo más destacable de las etapas de la historia. Y en cuyo ensayo podemos leer a modo de prólogo estas palabras de Humboldt: "El gran principio, el principio culminante, al que se dirigen todos los argumentos contenidos en estas páginas, es la importancia absoluta y esencial del desenvolvimiento humano en su riquísima diversidad".

Bien. Mi temor, mi más absoluta preocupación y el motivo por el que se me pongan los pelos de punta al leer entrevistas de estas características y que el diario del Grupo Godó pone a nuestra disposición, junto con los últimos zigzagueos de Artur Mas, no es que haya tipos que piensen de manera muy diversa y –en mi humilde opinión–, equivocadamente, puesto que para algo creo en la libertad de pensamiento, de elección y de expresión.

Lo que realmente me acongoja es que un principio tan básico y a la vez tan glorioso pueda despreciarse de este modo. Y cada día por más gente y más joven. Las encuestas, en este sentido, referidas a las tendencias ideológicas en nuestro querido país, no son demasiado estimulantes. Francamente.

Y sí. Lo confieso. Me entristece, me apena, me hace perder esperanzas. Porque si dejamos de creer en una de las pocas cosas a las que nos podemos agarrar para procurar ser algo mejores y creer en el progreso de la civilización, ya no sé qué puede quedar.

Un erial. Una isla uniforme y endogámica, con seres sin personalidad y entregados a un colectivismo asfixiante. Aquí me quedo. Que da para mucho más.

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