En The Front, espléndido largometraje dirigido por Martin Ritt, un joven Woody Allen da vida a un cajero de una tienda de ultramarinos y corredor de apuestas en sus ratos libres que decide aceptar la propuesta de un escritor, amigo de la infancia (Michael Murphy) quien, tras ser acosado y condenado al ostracismo por la famosa caza de brujas mcarthyana debido a su supuesta defensa de ideas comunistas, le ofrece la posibilidad de firmar sus guiones y textos con el fin de poder seguir trabajando.
Tras unas sesiones aleccionadoras y varias consignas al respecto, Howard Prince se convierte en un exitoso guionista disparando los índices de audiencia y la gente lo considera nada más y nada menos que un auténtico fenómeno del espectáculo televisivo. Pero se va aficionando y se va metiendo en el papel hasta tal punto de que empieza a dar consejos al auténtico escritor sobre cómo debe enfocar los nuevos escritos y le hace saber lo que él considera más irrelevante o más remarcable. Que se sube a la parra, vamos.
Los asesores económicos de nuestro querido presidente pueden estar satisfechos. Nadie pudo nunca imaginar que las dos prometedoras tardes que, según el ex ministro Jordi Sevilla, le servirían a José Luís Rodríguez Zapatero como MBA concentradito y más que suficiente para encaminar a España por la senda de la prosperidad habían podido ser más rentables. Creo que los responsables de las principales escuelas de negocios deberían ir pensando en incorporar algún programa similar.
No voy a entrar a valorar las actuaciones parlamentarias, puesto que mucho y con todo tipo de detalles se está hablando al respecto. No voy a hablar sobre la soledad de los cuatro millones de parados a los que ha llegado España y que Mariano Rajoy le recordó una y otra vez a José Luis Rodríguez Zapatero antes de recriminarle que no tuviera ningún plan coherente y efectivo para hacer frente a la crisis económica. Tampoco me referiré al estilo Durán i Lleida, al que ya en una ocasión le dije que se trataba definitivamente de 'el Manolete' de la comunicación política y quien pocas horas después se preguntaba dónde habría quedado escondido el talante y el diálogo de quien tanto hacía gala de ellos. Y no, tampoco destacaré el demoledor discurso de Josu Erkoreka, más agrio de lo habitual por razones más que obvias, pero de una agilidad y habilidad parlamentaria francamente envidiables.
Pero lo que a una servidora le llamó poderosamente la atención es la total ausencia de pudor. El presidente del Gobierno, entre maniobras de distracción a las que ya nos tiene acostumbrados, en esta ocasión disfrazadas de pildorita post-coital y que, sin ningún tipo de regulación podrán las adolescentes adquirir en un plazo de tres meses, lanzó una serie de propuestas, cada una de ellas con letra muy pero que muy pequeña y que, una vez leídas con lentes de aumento, se quedan en muy poquita cosa. Pero no pasa nada. Ni un pelo se le mueve de su estudiada ceja.
Por cierto, vamos a ver si los ordenadores portátiles prometidos a los chavales de quinto de primaria y de cuya inversión las comunidades autónomas se acaban de enterar de que tendrán que apoquinar la mitad les pueden servir por lo menos de ayuda para navegar por internet y localizar alguna página sobre educación sexual.
Y otra cosa ¿alguien se ha enterado de que en menos de un mes hay unas Elecciones al Parlamento Europeo? ¿Habló alguien de la necesidad urgente de articular una sociedad civil dinámica y productiva en torno a la cual se diseñen auténticas opiniones públicas, representen de manera operativa a todos los colectivos, defiendan sus posiciones sin tapujos y se constituya en un interlocutor respetado por las Administraciones? Sería conveniente abordar en algún momento lo que se ha venido denominando regeneración democrática y que no hace otra cosa que pulir y sacar brillo a las libertades básicas que conforman nuestra sociedad y que se supone pretendemos modernizar y consolidar democráticamente.
Recuerdo una actuación en Sant Pere de Ribes del Màgic Andreu. Se trataba de un juego de magia con unas naranjas y unos naipes. Me quedé perpleja de cómo un par de cítricos y dos cartas podían convertirse en los auténticos protagonistas de un espectáculo que, combinados con la puesta en escena y la gracia del mago en cuestión, pudo mantenernos a los asistentes con la boca abierta.
Un querido amigo me preguntaba ayer por Paco el quiosquero. Habla algo menos últimamente y desde el 2-6 con una mirada me lo dice todo, nos entendemos a la perfección, pero el día antes del Debate sobre el Estado de la Nación, cogió un periódico, señaló la foto en portada en la que aparecían un par de pastillitas rosas y me dijo: aquí tienes las naranjas. La baraja, sobre la marcha. Pues eso.