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Eva Miquel Subías

El 38

"Si tú no vas, el PP vuelve. No te confíes. Pásalo", esta vez los del PSOE se encontraron con que los gallegos ya habían ido, habían vuelto y confiaron en quien les vino en gana confiar.

Podría tratarse del título de una canción de La Oreja de Van Gogh; pero no. Este bonito número es el que pinta de un color determinado los ejecutivos gallegos y vascos, el que diseña nuevas mayorías, el que mantiene lo que ya había o el que te dice que te las apañes como puedas, pero no de la manera que tú pensabas.

El 68 fue quien se lo dijo –tras más de veinte años en el poder– a Convergència i Unió. Habiendo ganado las elecciones en 2003, socialistas, independentistas y ecosocialistas-ex comunistas, quedaron a cenar un día de otoño y no tuvieron dudas: "esta es la nuestra, chicos". Algunos miembros de la coalición convergente ya no han vuelto a ser los mismos, más de un ex alto cargo del Govern entró en una fase de depresión de la que no tiene pinta se recupere a corto plazo y muchos de los que paseaban a sus anchas bordeando los ríos del pesebre pujolístico, esperan pacientemente a que llegue otra dulce navidad, pero el período de adviento está siendo demasiado largo y pesado. Ya nunca será igual y el catalan establishment cuenta con demasiadas caras nuevas que se han adaptado al nuevo medio con la rapidez con la que los monjes de Shaolin mueven sus miembros.

Y esto, amigos míos, lo saben los nacionalistas vascos. Vamos si lo saben, a pesar de haber estado bien calladitos cuando a sus "hermanos" les pasó lo que les pasó. No oí a Iñigo Urkullu apuntar en ningún momento que fuera la fuerza más votada la que tenía que formar Gobierno. Como tampoco oí a nadie hacer lo propio cuando Emilio Pérez Touriño y Anxo Quintana decidieron arrinconar al Partido Popular.

El 38, en esta ocasión, lo ha tenido claro en Galicia. Uno más, para ser exactos. Tras cuatro años en la fría oposición, Alberto Núñez Feijóo ha sabido convencer a los gallegos, algo hartos éstos de ofensivas nacionalistas y de excesos presupuestarios para calmar las ansias de grandeza aldeana y les ha dicho que vuelvan a ser el gran pueblo que han sido siempre, más gallegos que nadie y por ende, más españoles que nadie. Sin complejos pero sin chorradas.

En el País Vasco, señores, ha sido más caprichoso. El escenario es electoral y socialmente más complicado y así se manifiesta. El PSE tiene la oportunidad de pasar a la historia como el primer partido no nacionalista que gobierna en Euskadi y Patxi López de convertirse en su primer lehendakari. Y para ello cuenta con el apoyo del Partido Popular y de UPyD. Aunque a mí, personalmente, hay una cuestión que me preocupa un poco. En estos momentos, probablemente sea menor, pero no por ello quiero dejar de anotarla.

Me refiero al Síndrome de López. Aunque bien podría llamarse Pérez, García o Montilla. Y el cuadro que presenta consiste en que aquejado por la gran losa que supone llevar un apellido claramente español a tus espaldas, se intenta demostrar compulsivamente la "autenticidad" de la sangre que corre por tus venas mediante políticas cultural y políticamente más homogéneas que las que ponían en práctica tus predecesores. O sea, más nacionalista que el más nacionalista pero sin ser nacionalista.

Cierto es que los apoyos con los que el PSE podría contar son claramente diferentes a aquellos con los que cuentan sus compañeros de filas allá donde Artur Mas permaneció a la espera de ampliar la Casa Gran del Catalanisme. Y eso, en fin, me alivia en cierta manera.

El tema de la participación es otro fenómeno fascinante que bien requerirá un capítulo aparte. Ahora bien, lo que está claro es que cuando el PSOE viendo la que se avecinaba recurrió a uno de sus muchos e infalibles procedimientos decheerleaderelectoral enviando sms a destajo con el lema: "Si tú no vas, el PP vuelve. No te confíes. Pásalo", esta vez se encontraron con que los gallegos ya habían ido, habían vuelto y confiaron en quien les vino en gana confiar. Así que id tomando nota y reciclad los mensajes. Pásalo Pepiño.

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