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Eva Miquel Subías

Antropofagia en La Gran Casa

Al más puro estilo de las sepias, muchos de los denominados "cachorrillos" del nacionalismo pujolístico, se tornaron en avispados jóvenes republicanos e independentistas.

Andan ahora las sepias apareándose en silencio buscando aguas cálidas para depositar sus huevos. Espectáculo glorioso donde los haya. No sé si alguno de ustedes habrá visto alguna imagen de éstas en el Aquàrium de Barcelona, pero les aseguro que merece la pena. La sepia, coqueta y paciente ella, espera a que la sepia macho o el sepio, como de buen seguro apuntaría la ministra de Igualdad, la corteje –no sin antes luchar por ella hasta la muerte– acariciándole durante horas con sus tentáculos hasta situarse la una frente a la otra para finalmente abrazarse y consumar la cópula. Luego, el macho busca a otra y la otra vuelve a esperar a otro. Así, hasta morir de agotamiento.

Las más remolonas o algo más perezosas vivirán más, no sé si más felices, pero de manera más sosegada. Por lo que entiendo que las sepias solteras gozan de mayor esperanza de vida. Tomaremos nota.

Algunas, por cierto, se entregan al canibalismo. Y una servidora, después de lo que les he contado, no sé, las mira de otra manera. A pesar de que uno de mis platos favoritos sea la sepia con albóndigas, receta familiar que les prometo llego a bordar.

Así, en la línea gastronómica-antropofágica se expresaba el chef Andrés Madrigal, que confesó haber reducido a la naranja, con miel y pimienta la placenta de su propia hija. Enternecedor gesto de una trascendencia que no logro alcanzar. Si nos centráramos en algún tipo de antropofagia emocional, probablemente me sentiría más cercana, pero mejor lo abordamos otro día.

Y como ya les dije en una ocasión mi mente va por libre y la asociación de ideas y de imágenes que en ella se reproducen, no las puedo controlar. Si no, de qué manera se explica que en ella fueran apareciendo personajes de la escena política catalana mientras esto les relataba.

De todos modos intentaré hallar una explicación. Recuerdo unas palabras de Jordi Pujol, hace ya unos añitos, en las que se presentaba como la opción política de centro que debía contrarrestar "el canibalismo y la atracción que ejercía la sangre entre las dos principales fuerzas políticas de España". Arrancaba entonces el año noventa y seis. De manera paralela, desde la Generalitat de Cataluña, al más puro estilo de las sepias, se iban dejando algunos huevecillos en aguas del Mediterráneo que poco a poco fueron creciendo y adoptando nuevas formas. Así, muchos de los denominados "cachorrillos" del nacionalismo pujolístico, se tornaron en avispados jóvenes republicanos e independentistas.

Ahora, esos jóvenes de antaño, algunos de ellos más reposados, se han adaptado rápida y confortablemente a sus butacas institucionales. Pero sigue habiendo muchachos en un lado y en otro de la reivindicación identitaria que se entremezclan, esos que se dan cita en Bruselas para manifestarse juntos y reclamar una Cataluña independiente compitiendo permanentemente por obtener la medalla al más segregacionista.

Y ya la tenemos liada. Josep Antoni Duran i Lleida en Madrid haciendo referencia una y otra vez a la recuperación del tan olvidado seny y Artur Mas en Barcelona teniendo que aclarar si Convergencia es o no es independentista mientras intenta poner un poco de orden en sus cuadros. Y como la Casa Gran es, como su nombre indica, grande, pues nada, tots plegats en el mismo proyecto, siempre y cuando "tengan un gran sentimiento de país", algo que si se me permite, también lo voy a dejar para otro día, por aquello de la emoción.

El problema, amigos míos, es el de siempre; el rumbo a seguir y el modelo político y social a dibujar, cimientos sin los cuales no sé cómo pretende CDC proyectar tan emblemático edificio, sin el riesgo a un derrumbamiento precipitado cuyos vecinos se pueden ver engullidos poco a poco por antropófagos ideológicos que van proliferando en las filas hambrientas y desorientadas de la oposición.

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