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Eva Miquel Subías

Amantes en el patio de la Generalitat

Tanto PP como ERC se pirran por convertirse en primera amante, en la favorita.

Les diré algo bastante evidente. Artur Mas está que se sale. La totalidad de las encuestas realizadas hasta la fecha le favorecen, Pasqual Maragall dice públicamente que le ha llegado la hora de gobernar deseándole todo tipo de éxitos y el líder convergente se sube a La Noria para mostrarnos esa sonrisa que, a pesar de ser algo sosa, más de uno para sí la quisiera.

Ya que estaba, explicó lo que él esperaba de Cataluña, habló de su tan comentado encaje en España e intentó aclarar la diferencia entre ser y sentir con respecto a su "nacionalidad". Bastante previsible hasta el momento.

Inciso. No saben la que se ha montado en mi tierra con esta participación en la "cadena alegre". Que si se trata de una frivolidad, que si no toca, que si es o no necesario... hasta Joan Puigcercós, candidato de los republicanos independentistas, concedió una entrevista a El Mundo donde decía que él nunca participaría en un formato televisivo de esas características. Aunque, francamente, tampoco creo que nadie se molestara en invitarle.

Sigamos. Pude advertir –sí, yo lo vi, no lo pude evitar– a un Artur Mas mucho más suave e incluso incómodo cuando le recordaron la famosa visita al notario para certificar su ruptura definitiva con los malvados populares, procuró explicar lo que la lengua catalana significa para su pueblo y se mostró partidario de definir el futuro de Cataluña a través de una consulta que ponga de manifiesto el derecho a decidir. Algo más claro que en ocasiones anteriores pero siendo consciente de lo que se le viene encima.

Estuvo, admitámoslo, ingenioso con la definición de "zapatero" según el Diccionario Marítimo Español, cuya definición reza de la siguiente manera: "dícese del que maniobra o ha maniobrado mal, o no entiende la maniobra". En definitiva, estuvo bien para su público y para el resto, dentro de lo razonablemente previsto, tuvo su gracia. Y sí, a mi me parece refrescante que un representante político se pueda sentar en platós televisivos de muy diferente espíritu y estructura.

No creo que mi madre piense de la misma manera en cuanto al contenido de la entrevista, a juzgar por el tono empleado cuando me llamó en una de las pausas publicitarias para, por un lado, saber si lo estaba viendo y, por otro, decirme que estaba hasta el gorro de que estos tipos nacionalistas insistan una y otra vez en los diferentes "encajes" de Cataluña y España, cuando son ellos los que están permanentemente desencajados, desorientados y radicalizados. Aprovechó, además, para echarme en cara que desde que vivo en Madrid mi perspectiva en ocasiones queda algo diluida por la nostalgia. Probablemente lleve razón y es que la noche del sábado, en efecto, me encontraba algo melancólica. Así que nadie me lo tenga en cuenta. En lo esencial, estamos de acuerdo.

Sigo con lo mío. Partiendo de la base de que CiU gane las próximas elecciones autonómicas catalanas y partiendo de la suposición de que no consiga mayoría absoluta, se plantean diversos escenarios. Veamos.

Artur Mas podría gobernar gracias a acuerdos puntuales con el Partit Popular de Catalunya. Podría hacer lo propio con Esquerra Republicana. Podría, por otro lado, pactar abiertamente con uno de los dos. Podría, incluso, apoyarse en el sector catalanista del PSC, hasta ahora una hipótesis "muy de Madrid", pero allá cada vez más seriamente comentada.

Centrémonos, por el momento, en los acuerdos puntuales. Creo sinceramente que tanto PP como ERC se pirran por convertirse en primera amante, en la favorita. Los primeros, porque tienen ganas de demostrar que no son tan malos, que gracias a ellos se pueden llevar a cabo algunas de las medidas que desde el punto de vista económico resultan indispensables para devolver a los empresarios catalanes cierto optimismo, como la supresión del impuesto de sucesiones, entre otras medidas prioritarias. Y de paso, dar un golpe de melena y mirar a las otras –opciones– con cierto orgullo, aun conocedoras de su opinión. Sin olvidar, por supuesto, que ese podría ser el escalón sobre el que apoyarse para coger impulso de cara a las elecciones generales.

En cuanto a ERC, la amante en discordia, ya ha saboreado las mieles de la confortabilidad de las estancias palaciegas y no quiere regresar a pisar el frío mármol. Pero todos saben que esta amante será una de esas de las que, en cuanto pueda, acudirá a un plató de Sálvame Deluxe para contar con pelos y señales los trapos sucios de las negociaciones llevadas a cabo en la intimidad de sus alcobas. Y Artur Mas lo sabe. La otra, sin embargo, le garantizará siempre un último baile, menos apasionado, pero suficiente para colmar sus deseos. Y también lo sabe.

Además, no le supondrá demasiado esfuerzo, ni siquiera tendrá que hacer un despliegue de sus dotes seductoras, porque ambas están entregadas y lo miran con los mismos ojos con los que Pilar Rahola le miraba durante la entrevista del pasado sábado. Entregaditos están todos, ellas y ellos. Salgamos pues del armario.

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