Nunca lo habría creído, pero la pesada artillería diplomática que lanzó esta semana Colombia sobre la Casa Blanca impactó. Ya es algo que, en medio del tremendo embrollo económico y político al que se enfrenta Obama, hubieran sido recibidos con tapete rojo el vicepresidente, el canciller, los ministros de Defensa y de Cultura y demás miembros de la abultada delegación.
Pero, más allá de declaraciones de amistad y formalismos diplomáticos, el Gobierno colombiano recibió el mensaje de que debe modificar su agenda: ponerles aún más atención a derechos humanos y comenzar a pensar en otros temas que interesan a la nueva Administración demócrata, como medio ambiente, el Amazonas, fuentes de energía alternativa...
Colombia sigue siendo importante para la seguridad regional y un aliado leal en un vecindario hostil a Estados Unidos, lo que garantiza que al menos este año no habrá cambios bruscos en materia de ayuda militar. Se habla incluso de una "nueva cooperación militar" si se concretan las ofertas del Gobierno Uribe de enviar soldados y policías a Afganistán, y de transferir a nuestro territorio funciones de la base antinarcóticos de Manta (Ecuador), que Correa clausurará este año.
Es la forma en que Colombia aspira a llamar la atención de Obama, que aún no olvida que Uribe puso todos los huevos en la canasta republicana y apostó por la candidatura de McCain. Pese a los costos de esa equivocada estrategia, nuestro país tiene argumentos para que el Tío Sam lo siga cortejando. Pero ni pensar en noviazgo parecido al que se tuvo con George W. Bush.
Tampoco hay que hacerse la menor ilusión de que Colombia en particular, o América Latina en general, vayan a figurar en las prioridades de la política exterior de Obama. Son lejano y débil destello en el radar de Washington, frente a los bombillos rojos que encienden el conflicto afgano, la retirada de Irak, la encrucijada irano-árabe-israelí o el descomunal peso de China sobre la deuda externa de Estados Unidos. Por algo este fue el primer país que visitó Hillary Clinton (sin discursos sobre derechos humanos).
Del "patio trasero", sólo México preocupa de verdad a Washington. Por ser frontera sur, por los millones de mexicanos dentro de su territorio, pero, sobre todo, por la incontrolable violencia y acelerada desestabilización que están generando los carteles del narcotráfico en el que algunos analistas están llamando el "Pakistán de América".
Colombia, en cambio, no es considerada hoy como factor muy preocupante para la seguridad de Estados Unidos, ni las FARC como peligro para ese país. Y con la liberación de los tres estadounidenses secuestrados, el interés local disminuyó aún más. Sigue inquietando el narcotráfico, pero el Plan Mérida para México se llevará cualesquiera fondos adicionales del Plan Colombia.
El Gobierno debe entonces jugar con tino sus cartas de Manta o Afganistán, sin aparecer como demasiado oportunista o regalado. Ya las dejó, tal vez prematuramente. Se trata, pues, según parece, de mostrar cómo podemos seguir siéndole útiles a Washington. En Afganistán (¿el "Vietnam de Obama"?), donde los aliados europeos ya están sacando la mano, la aportación colombiana en hombres, experiencia en desminado, contrainsurgencia y antinarcóticos será sin duda bienvenida.
Gestos que pretenden congraciar al Gobierno Uribe con la nueva Casa Blanca y hacer que no desaparezcamos del radar. Pero lo que hay que entender, de entrada, es que la peor crisis económica de Estados Unidos desde el gran crash de 1929 ha absorbido toda la atención de Obama. Su gestión le ha ocasionado ya un enorme desgaste político, y la supuesta luna de miel bipartidista no le duró ni 15 días. En su discurso televisado ante el Congreso casi ni se refirió al resto del mundo.
Hay que ver las cosas como son. América Latina seguirá relegada en la agenda estadounidense y Colombia ya no tendrá esa relación tan especial. Sus ojos, pues, no tienen por qué seguir clavados en el Norte si allá esquivan la mirada. También se pueden girar hacia el Este, el Oeste o el Sur. Uribe y Obama podrán al menos verse frente a frente este mes, durante la Cumbre de las Américas en Trinidad. No apostaría por una reunión muy larga.