Hubo un tiempo, bueno más bien fue durante todo el tiempo, que en Europa cualquier nimiedad o capricho imperial, geoestratégico o dinástico, acarreaba envenenamientos, asesinatos de dirigentes, guerras y calamidades. Las terribles guerras mundiales parecía que nos habían hecho entender que el camino de la civilización y el diálogo impedirían que una nueva tragedia asolara Europa. Aprendimos que la Unión Europea y la OTAN serían los garantes de la estabilidad y la democracia en Europa.
De sobra es conocida la historia y como la antigua Unión Soviética se colapsó en nuevos países, muchos de los cuales nunca habían sido independientes y que estaban conformados al capricho de las deportaciones masivas y los genocidios que el comunismo acometió durante décadas. Ucrania es un ejemplo más que podría extrapolarse a Moldavia, donde cada semana casi mil rusos piden regresar a Rusia por la opresión de la mayoría; y así en todas las repúblicas de la extinta Unión Soviética, y es en esta realidad donde comienza a conformarse el verdadero abismo al que puede llevarnos lo que está aconteciendo en Ucrania.
Que Rusia tiene grandes intereses estratégicos en Ucrania es conocido, y van más allá de la protección de los filorusos; que Putin está empeñado en devolver a Rusia el esplendor ficticio de la era comunista, no es nuevo, y que en esta guerra silenciosa que ha tenido lugar en Ucrania en los últimos años, hemos visto de todo: pucherazos electorales, envenenamientos, acuerdos estratégicos en una dirección y en otra y así una larga lista. Pero hay en esta crisis tres elementos que me llevan a la reflexión, más allá del propio análisis de la situación creada.
Primero, unos manifestantes se echan a la calle contra un gobierno reconocido y parece que democrático y los visitan y apoyan los ministros de asuntos exteriores de la Unión Europea; apoyo al modo europeo, palmadita en la espalda y vámonos corriendo que hace frío y de dinero ni hablamos. Esto es como si la troika comunitaria se hubiera plantado en la Puerta del Sol el 15-M para apoyar a los manifestantes. La UE ha prendido una llama que luego no ha sabido ni controlar ni mucho menos apaciguar.
En segundo lugar, Rusia resuelve la situación como antes, a la guerra por un trozo de terreno o por unos paisanos; eso sí, de forma un poco cutre como ya hizo en Georgia entrando por un túnel: soldados de incógnito, sin banderas ni insignias, amenazando y ocupando un país soberano como si no hubiera leyes internacionales, buscando la conversión forzosa de los militares ucranianos etc.
No es admisible la amenaza y mucho menos la invasión rusa de Ucrania; aunque sea de la boya de la base de Sebastopol; y si queda sin una respuesta enérgica y adecuada de la comunidad internacional, seguirán Moldavia, las repúblicas bálticas y porqué no, proteger a la minoría rusa de la Costa Brava, ya puestos. Cuando alguien transgrede la ley internacional una vez, porqué no va a hacerlo más veces. No les recuerda esto a la invasión alemana de Austria o de los Sudetes para preservar a la minoría alemana de esos países. Europa va camino de repetir el error de Múnich de 1938 si no detiene a Rusia en este primer embate. No podemos olvidar que la economía rusa depende de Europa y las consecuencias para Rusia de un enfrentamiento o aislamiento económico pueden ser devastadoras.
Finalmente, esto coincide con el anuncio del mayor recorte militar de Estados Unidos, llevando sus fuerzas armadas a los niveles de 1939. No han tardado mucho las otras superpotencias en entender el mensaje y comenzar el juego estratégico; pronto China hará lo mismo, porque así se ha jugado históricamente el tablero del mundo. Europa no existe militarmente y Estados Unidos pretende lo mismo, de manera que ante la amenaza estaremos indefensos, y así acabaremos siendo títeres de los violadores de la legalidad internacional; ¿es esto lo que pretende Obama con su desarme unilateral?
Volvemos a las cavernas de la historia, donde imperará la ley del más fuerte o del más agresivo para ser correcto, y sin instituciones fuertes para defender la democracia y el estado de Derecho en el mundo Occidental. Malos tiempos son los que nos aguardan si la agresión se consuma en Ucrania.