Creíamos que la partida que jugaría Varoufaquis con sus socios europeos sería de póquer, juego para el que al parecer el ministro de Finanzas griego está especialmente bien dotado. Pero con el tiempo se va viendo que lo que se está jugando más bien es una de ajedrez. Y en el tablero Varoufaquis, Tsipras y su gobierno juegan más el papel de pieza que el de jugador. Anson opina que Obama le doblará el brazo a Merkel y la obligará a ceder para evitar que Grecia caiga en brazos de Rusia y China, poniendo así en peligro a Israel, que es cosa que Washington no puede tolerar. No sé qué pito toca en esto Israel. Anson sabrá. Pero es patente el interés de Rusia en sembrar cizaña en la Unión Europea. El ingreso de las tres repúblicas bálticas ya constituyó una afrenta para Putin. Y hoy se ve que el que Ucrania pretenda hacer lo mismo es sencillamente intolerable. Ni en Berlín ni en Bruselas pasó inadvertido que la primera visita fuera de la Unión que cursó el nuevo ministro de Exteriores griego, Nikos Kotzias, fue a Moscú.
Sin embargo, desde que Merkel y Hollande obligaron al presidente ucraniano Poroshenko a aceptar un alto el fuego que secretamente debió de incluir la retirada del ejército ucraniano de la estratégica Debaltseve, Putin no ha vuelto a dirigir cantos de sirena a Atenas. Y Obama, que quería armar al ejército ucraniano, no ha dicho ni pío, a pesar de ser cada vez más evidente que el acuerdo se ha impuesto a los ucranianos en contra de su voluntad e intereses. Desaparecida la red rusa de debajo de la cuerda floja por donde pasea Tsipras, a Merkel le está permitido ser todo lo dura que crea que debe ser. Y por eso no ha tardado ni unas horas en rechazar abruptamente una propuesta que el mismísimo presidente de la Comisión, Juncker, había considerado muy razonable unos minutos antes.
Lo interesante desde Madrid es que nosotros también somos pieza desplegada en ese tablero. Ahora mismo nos encontramos flanqueando a la dama alemana. Desde que Pablo Iglesias cometió el infantil error, indigno de un bolchevique de su talla, de unir su destino al de Syriza, lo que pase en Grecia determinará el futuro de Podemos. Y es que si, como parece y con el respaldo de España, entre otros, Alemania se mantiene firme, dará igual lo que haga Syriza, ya que Podemos perderá buena parte de su fuelle. Tanto si Tsipras dobla la rodilla y acepta todo lo que se le imponga como si decide sacar a su país del euro, Iglesias, y con él Podemos, quedará tocado. Al contrario, si Alemania, obligada por Estados Unidos o vendida a la idea de que es mejor cobrar una parte antes que no cobrar nada, cede y acepta seguir prestando dinero a Grecia sin tener ésta que cumplir todos sus compromisos, Tsipras y Syriza habrán consolidado su posición en Grecia. E Iglesias y Podemos en España, también.