No descubro nada si recuerdo que la izquierda occidental simpatiza con todo lo musulmán. Será por ser propalestina. O por ser anticlerical. El caso es que la izquierda puede apoyar, comprender e incluso perpetrar la profanación de un templo católico y en cambio respetar de un modo que raya lo ridículo las cosas del islam. Los telediarios informan a bombo y platillo de cuándo empieza y cuándo acaba el Ramadán, mientras pasan olímpicamente de la Cuaresma. Cualquier manifestación de religiosidad pública que un musulmán haga es digna del mayor de los respetos, mientras se hace escarnio de las de los católicos. Es chocante que así sea para una izquierda que se considera progresista cuando el islam, estrictamente observado, es reaccionario y contrario a los valores que supuestamente ella defiende. Para demostrarlo, basta recordar el papel subordinado al hombre que la religión musulmana reserva a la mujer.
Por esa especie de alianza que la izquierda ha suscrito con el islamismo con el fin de combatir el capitalismo que ambos odian, cada vez que hay un atentado terrorista islámico, la izquierda culpa a cualquier cosa menos al islam, porque, se dice, los musulmanes no son violentos y el islam es una religión pacífica. Pudiendo ser esto verdad, no es toda la verdad. El islam no es sólo una religión, incluye un régimen político que todo buen musulmán desea para la sociedad en la que vive. Es ese régimen lo que los terroristas islámicos pretenden imponer. Por lo tanto, buena parte de los musulmanes desean lo mismo que los terroristas, aunque no justifiquen, respalden o apoyen sus medios, que a veces también. En cambio, la izquierda quiere ver en el islamismo un aliado porque comparte con él el odio a todo lo que en Occidente les disgusta, especialmente sus valores cristianos, sin darse cuenta de que lo que odia el islamismo es todo lo occidental, incluidos los ideales de la izquierda.
Por eso, cuando el terrorismo islamista ataca un valor que ellos creen propio, como es la libertad sexual, se muestra desconcertada. No puede aceptar que Omar Mateen asesinara a 49 personas en Orlando en nombre del islam por frecuentar un bar gay. Así que lo que dicen es que el asesino era un occidental nacido en Occidente que, con independencia de cuál fuera su religión, odiaba a los homosexuales. Ergo, el asesinato fue consecuencia del odio que en Occidente todavía hay hacia los homosexuales. Sólo falta añadir que ese odio es fruto de las raíces cristianas que todavía están pendientes de erradicar en Occidente.
Así que lo que defiende la izquierda norteamericana es que lo que hacen falta son leyes que protejan a los homosexuales y no volver a empezar la guerra contra el terrorismo islámico que Obama dijo en 2013 que había terminado. Parece mentira que nadie pueda creer que la realidad tenga el valor de desmentir a un hombre tan bueno y tan sabio.