No hay mejor vasallo que Montoro. Si fuera cierto lo que se le atribuye, provocaría asombro ese acudir a socorrer a su señor y prestarle la ayuda que sea menester aunque haya que arrastrarse en el lodo, cometer la más repulsiva bajeza o tragarse el sapo más verde y baboso del estanque. Y al parecer nunca de mala gana, con un mal gesto o a regañadientes. Al contrario, da toda la impresión de que lo hace siempre con buena disposición, alegre y cantarín, como si meter un bajonazo o clavar una puñalada trapera le reportara un especial gozo. Por supuesto, como cualquier político, encuentra cierto placer asaetando al adversario de otro partido. Pero más delicioso es si cabe alancear al enemigo del propio. No digamos si la víctima es, como en el caso de Rato, su mentor, el hombre que le sacó de la grisura. Una deuda tan impagable como ésa es insoportable. Si fue él quien lo hizo fue una brillante manera de librarse de la sombra del exvicepresidente económico mandándole a los agentes con el nombre de la Agencia Tributaria en los chalecos, para que se supiera bien a las claras quien los había enviado, y exponerlo después al público oprobio.
Pero que Montoro disfrute destruyendo a Rato, y a la vez la deuda que con él tenía, no obsta al hecho esencial de que el ministro de Hacienda no pasa de ser un vasallo. Nunca habría hecho tal cosa, si es cierto que lo hizo él, si no fuera por servir. El caso de la filtración de la declaración de la renta de Esperanza Aguirre es lo mismo. Si es Montoro el responsable, habrá disfrutado de lo lindo, pero jamás lo habría hecho sólo por gusto. Tiene que haber siempre en la ruindad un servicio que rendir, una atención que prestar. En este caso, además, la ventaja es que no sería un único señor el servido, sino que serían dos. Y encima parecería que no ha sido él. Abusando de que Antonio Miguel Carmona, después de hacer pública su declaración de la renta, había desafiado a Esperanza Aguirre a que hiciera lo mismo, se nos dirá de que algún innominado funcionario próximo al PSOE es el responsable de la filtración.
En cualquier caso, si fuera obra de Montoro, ahí queda prestado el servicio a Rajoy, que teme que un buen resultado de Aguirre pueda convertirla en la obvia candidata del PP para las próximas generales, y a Soraya Sáenz de Santamaría, que quiere ser ella quien sustituya a Rajoy tras la debacle del 24 de mayo y teme no serlo si Esperanza Aguirre obtiene el éxito que le auguran las encuestas. Lo más triste de todo es que éste sea un país donde el ganar honradamente más dinero que la media sea algo de lo que avergonzarse y que a la postre reste votos. Tampoco hay de qué sorprenderse si es un país en el que Montoro es ministro de Hacienda.