La pregunta no se refiere a la aritmética parlamentaria. Es evidente que, tanto en las elecciones de diciembre como en las de junio, los resultados de Ciudadanos no le han permitido ser decisivos. Y, desde ese punto de vista, es obvio que los resultados fueron decepcionantes. La cuestión es si, con independencia de su número de escaños, Ciudadanos ha hecho o no lo que sus votantes esperaban. En ese sentido, no ha podido ser más desilusionante.
Es evidente que muchos de sus electores son exvotantes del PP. No obstante, no es despreciable esa minoría de socialistas que, desilusionados con el PSOE, prefirieron la moderada seriedad de Ciudadanos al populismo atrabiliario de Podemos. Podía Rivera haberse conformado con decepcionar tan sólo a un grupo. Al final, prefirió defraudar a los dos.
Naturalmente, quien pensara que Ciudadanos era el partido de derechas que el PP había dejado de ser se estaba engañando. Lo mismo quizá pueda decirse de quien creyó que era el primer partido realmente liberal con opciones de obtener representación parlamentaria. Ciudadanos nunca se presentó como partido de derechas, ni tampoco dijo claramente ser liberal. Pero sí dijo ser un partido nacional y democratizador. Y ha resultado que no es ninguna de las dos cosas.
Quizá los socialistas y los conservadores que se sintieron atraídos por el discurso antinacionalista de Ciudadanos en Cataluña deberían haberse inquietado cuando comprobaron que su nueva opción cerdeaba en el asunto del cupo vasco y navarro. Si en Ciudadanos estaban dispuestos a respaldar viejos privilegios de los españoles de esas regiones, ¿cómo esperar que se opondrían a otorgárselos a los de otras? Así es que ahora asumen parte de las ideas que combatieron en Cataluña en el patético intento de recoger el voto nacionalista moderado catalán que pudiera estar huyendo de Convergencia.
Tampoco han hecho gran cosa por imponer al PP y al PSOE la más urgente medida que necesita la democracia española, que es dotar al Poder Judicial de independencia. Sin separación de poderes, todo lo demás, ya sean ciento cincuenta medidas o ciento cincuenta mil, dará igual.
Podían al menos no haberse dejado arrastrar por el populismo imperante, pero hasta en eso han sabido frustrar a sus votantes proponiendo un incremento del gasto que iban a financiar subiendo los impuestos por la parte de atrás, esto es, cambiando en perjuicio del contribuyente la vigente interpretación de las leyes fiscales. Copiar burdamente las peores mañas de Montoro no es lo más ilusionante para los electores que creyeron en la ecuanimidad de Ciudadanos.
Pero lo peor son las ansias de foco, el no parar de decir las mismas sandeces y sansiroladas que el PP y el PSOE, alardeando de pomposidad vacía como cualquier campanudo ignorante de los que hay tantos en los demás partidos. Da pena oír a un representante de Ciudadanos mostrarse partidario de reformar la Constitución para dar la oportunidad al pueblo español de manifestarse en referéndum sin decir una palabra del sentido que según ellos debería tener esa reforma. Sin ni siquiera exigir que se acate la vigente. Es como para pegarse un tiro.