Una de las cosas más tontas que ha traído la crisis es esa obsesión por patrocinar en el exterior la marca España. Como España no es más que una marca, no puede extrañar que algunos miembros del Consejo de Administración estén pensando en una escisión. Ni que lo único que importe sea la cuenta de resultados. La cuestión es que, por lo visto, la marca España se va a ver muy perjudicada por el renuncio de Sacyr en Panamá.
La historia es poco mas o menos la siguiente: la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) convocó un concurso para ampliarlo; la española Sacyr, para adjudicárselo, ofreció hacer la obra por 3.200 millones de dólares, mil menos que el siguiente licitador, y se la adjudicó. Ahora, vienen y dicen que necesitan 1.600 millones más para acabar la obra. Esta forma de obrar tiene un inequívoco aroma hispano, es un modus operandi de rancio sabor familiar, marca de la casa. Y es que, en España, no ha habido obra, especialmente en la época de Zapatero, que no tuviera su correspondiente sobrecoste. Que si ha subido el precio del cemento, que si no contamos con esta calidad del terreno, que no hubo forma de prever tal o cual imprevisto, y así resultó que casi siempre lo que se licitó en 5 terminó costando 10, 20 o 50. Y nunca pasó nada. No hubo ministerio, consistorio, comunidad o institución que rechistara ni autoridad o político que remoloneara a la hora de pagar tanto engorde de la factura final.
Así que lo que ha debido de ocurrir es que en Sacyr, dirigida por Luis del Rivero en la época de la adjudicación, se creyeron que todo el monte es orégano y que si eso pasaba aquí, qué no iba a ocurrir en Hispanoamérica. Ni cortos ni perezosos, ofrecieron un precio lo suficientemente bajo como para adjudicarse la obra y luego ya verían el modo de cobrar lo que realmente iba a costar. No descarten que contaran con que la APC tuviera que tener un Bárcenas con quien entenderse. Sin embargo, de manera sorpresiva, los panameños han resultado ser gente seria y no tienen intención de pagar. Al contrario, piensan recurrir a todo instrumento del que dispongan para que Sacyr cumpla sus compromisos o pague a quien los cumpla por él. ¿Cuándo han visto ustedes que en los montones de obras, necesarias o no, que se hicieron aquí pasara una cosa ni remotamente similar? Yo no recuerdo ninguna. ¿Y no creen que Sacyr pudiera haber recurrido aquí a la misma picardía empleada allí? Mucho me temo que habrá pasado más de una vez y más de dos. Y no sólo con Sacyr. Y en todas las ocasiones en que tales circunstancias se hayan dado, nuestros políticos habrán pagado sin piar con nuestro dinero.
Menos mal que a fin de cuentas España es algo más que una marca, porque si sólo fuera eso, apañados estábamos.