Que Zapatero condujera al PSOE hasta la sima en la que sigue hundiéndose no constituye una sorpresa si se valoran las cualidades intelectuales del personaje. Lo chocante es que los socialistas, una especie con un instinto de conservación tan aguzado, se dejaran dirigir por este flautista de Hamelín hasta el abismo.
Ahora, en el PP pasa algo parecido. Todo el prestigio que como partido de gobierno había adquirido está siendo liquidado por Rajoy sin que ningún militante de relieve haga pública la menor protesta. Es verdad que las elecciones generales todavía están lejos y que en la cúpula albergan la esperanza de que la recuperación económica les devuelva la confianza de sus electores. Sin embargo, los nubarrones son cada vez más negros. Ante todo, no está claro que para finales de 2015 la recuperación haya llegado, al menos con fuerza suficiente como para ser percibida como tal por los ciudadanos. En segundo lugar, el caso Bárcenas en unión a la Gürtel ha embarrado Génova 13 con la mancha de partido corrupto y Rajoy es incapaz de hacer nada para lavarla. En último lugar, hay un montón de cosas del programa del PP que el Gobierno se niega a hacer a pesar de que no tienen nada que ver con las supuestas exigencias de la crisis económica (matrimonio homosexual, aborto, subvenciones a organizaciones de izquierda, despolitización de la Justicia, ilegalización de los partidos políticos de la ETA). Y sin embargo, como en su día ocurrió en el PSOE de Zapatero, en el PP nadie mueve un dedo para tratar de librarse de un líder mediocre que les conduce, lenta pero inexorablemente, al desastre.
Me dirán que Rajoy ha sido elegido para dirigir el país durante cuatro años y que sería antidemocrático privarle de la presidencia del Gobierno. Eso no es verdad. El grupo parlamentario del Partido Popular puede legalmente destituir al presidente cuando lo desee y elegir a quien tenga por conveniente. Ni siquiera es necesario que el elegido sea diputado. Y si puede hacerlo legalmente es porque es legítimo y democrático, a menos que reconozcamos que nuestro sistema no lo es porque permite al Congreso de los Diputados elegir a un presidente del Gobierno que no ha sido votado en las urnas.
La cuestión es que el país se va al garete y, lo mismo que el PSOE fue incapaz, no ya en interés de la nación, sino en el suyo propio, de deshacerse de Zapatero, el PP no hace nada por desembarazarse de Rajoy. Se limita a ver petrificado cómo el gallego, además de rematar la faena de Zapatero, destruye al mismo tiempo el partido. Sus prebostes confían en que tarde o temprano se obrará el milagro, las cosas se arreglarán por sí solas, a pesar de lo mucho que se hace por impedirlo, y el PP recuperará la confianza de los electores. Cuando los malos hacen el mal en perjuicio propio, sólo cabe una conclusión. No lo hacen porque sean malos, sino por ser tontos.