¿Es posible otra izquierda? Naturalmente. Es posible. ¿Caben nuevas utopías? Por supuesto que caben. ¿Hay margen para nuevas ideologías? Hay infinitos campos donde ensayar renovadoras ideas y atrevidas propuestas. De ahí que la avanzada de la izquierda española, ese gazpacho hecho a base de rojo tomate y verde pimiento y pepino, haya echado un pie al frente y haya querido participar en la conferencia política del PSOE. Y ha sido muy bien recibida. Lustros de ejercicio del poder han vaciado de ideales al PSOE. Le han secado la imaginación, apoltronado a sus dirigentes, adocenado a sus cuadros, domesticado su espíritu transformador. Ya lo dijo muy gráficamente Talegón: ¿cómo quieren hacer la revolución desde los salones de un hotel de cinco estrellas? Hay que salir a la calle, dejar que el propio sudor se mezcle con el de las gentes que allí claman por los derechos que la derecha les arrebató.
Y Alfredo Pérez Rubalcaba, ese secreto trotskista, ese modesto maoísta, ese empedernido lector de Gramsci, ha comprendido que la luz que iluminará el camino al PSOE tiene que salir de fuera del partido. Hay una famélica legión, desposeída, harapienta, de rostros surcados por la miseria, que clama contra la burguesía, el capitalismo, el dinero, los bancos, los mercados, esos monstruos que han aprovechado la crisis para arrancar a los más débiles los pocos derechos que decenios de lucha obrera les habían otorgado a un precio medido en sangre.
¿Y quién está al frente de la avanzadilla? ¿Quién manda la escuadra que mostrará el camino a los descarriados socialistas? Son los nuevos ideólogos. Gente que ha renunciado a esas pequeñas comodidades con las que el capitalismo corrompe a los izquierdistas débiles de voluntad. Es verdad que hay ex altos cargos de los Gobiernos del PSOE, pero es gente que nunca dejó de ser leal al ideal marxista-leninista. Hay viudas de escritores purpúreos, rectores de rancia tradición familiar en el combate cuerpo a cuerpo contra el fascismo. Pero, sobre todo, está el único, la gran esperanza roja, esa clase de persona que sólo se da una vez por siglo en cada civilización. Alguien que aúna profundidad teórico-ideológica y resolución pragmático-fáctica. Es ése que, a la vez que sabe qué es lo que hay que hacer, está dispuesto a hacerlo, por encima de todo y de todos. Alguien que ya no es que abomine, es que desprecia y escupe sobre el propio bienestar mientras no haya logrado el de toda la humanidad. Un salvador, un adalid.
Garzón es mucho más que un juez. Es mucho más que un justiciero. Es un hombre de recursos que tiene solución para todo. Porque cuando ya no haya otro impuesto que subir, otra tasa que imponer, un bien que incautar, un subsidio que atribuir, un presupuesto que esquilmar, un medio de producción que nacionalizar, una tierra que expropiar, siempre podrá coger un tarjetón con membrete y pedir el dinero a quien lo tiene, empezando como siempre hace: "Querido Emilio:…". Eso sí que es poder.