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Emilio Campmany

El problema es el PSOE

Se impone otra izquierda, pero, para tenerla, hace falta que el PSOE se dé dos batacazos, éste que se va a dar ahora, y otro que lo borre del mapa y lo sustituya una izquierda, no ya moderna, que es cosa que se figura imposible, sino nacional.

España, muy a pesar de sus políticos, se dirige hacia un período constituyente. El invento que llamamos Estado de las autonomías ha quebrado. En el futuro podremos discutir si era o no políticamente deseable, pero de lo que no cabe duda es de que no podemos pagarlo. De forma que, por muy contentos que puedan estar en La Rioja o Cantabria de tener sus propias cámaras legislativas, por muy felices que sean en Murcia o Asturias de disfrutar de sus propios ministros, resulta que no hay dinero con qué financiarlos.

Tendremos que tomar muchas y muy graves decisiones, como la de si tienen que seguir disfrutando de la autonomía aquellas regiones donde hay nacionalistas o si, para que todos seamos iguales, hay que liquidar las Comunidades Autónomas incluso allí. Habrá que quitarles a vascos y navarros el chollo del concierto económico y ver cómo les sienta. Y mil cosas más que habrá que hacer.

Ya no es cuestión de si el PP quiere o no quiere hacerlo porque ocurre que no tendrá más remedio. Somos como esa familia venida a menos que ya no puede vivir en La Moraleja o Pedralbes y sólo le queda la libertad de decidir si se traslada a Parla o a Fuenlabrada, o a Santa Coloma de Gramanet o a Badalona. Para tal viaje no estaría mal que se deshiciera de los políticos que, por lo que sea, visten la imagen del despilfarrador. Se han quitado de encima a Camps y no estaría mal que hicieran lo propio con Gallardón. Pero no es lo esencial.

Lo esencial es que, aunque el PP llegara a obtener 200 escaños, hazaña sólo al alcance del mastuerzo de Rubalcaba, es una reforma que los populares no pueden hacer solos. Se puede, y se debe, prescindir de los nacionalistas, que han traicionado el consenso constitucional de 1978. Pero la derecha no puede hacer esa reforma, económicamente ineludible, sin el concurso de la izquierda. Y lee uno los cabezas de lista que presenta el PSOE y se figura imposible ir a ninguna parte con gente como Leire Pajín, José María Barreda, Trinidad Jiménez, Jesús Caldera, Francisco Caamaño, Odón Elorza o Rosa Aguilar. El Grupo Parlamentario socialista en el Congreso de los Diputados va a ser de este estilo. Ya me dirán qué regeneración puede emprenderse con gente como esta viajando en el mismo vagón.

Se impone otra izquierda, pero, para tenerla, hace falta que el PSOE se dé dos batacazos, éste que se va a dar ahora, y otro que lo borre del mapa y lo sustituya una izquierda, no ya moderna, que es cosa que se figura imposible, sino nacional, esto es, interesada principalmente en el bien de la nación. Y no hay tiempo para eso porque los acreedores aporrean la puerta principal y los lobos ladran al otro lado de la de servicio. Y es que el PSOE, por no hacer nada bien, ni suicidarse sabe con eficacia.

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