Habiendo sido Rusia la primera en movilizar su ejército, Alemania ha pasado a la historia como la agresora que inició el conflicto, puesto que fue ella la que dio comienzo a las hostilidades, el 4 de agosto de 1914. Se supone que en aquella fecha todavía había margen para una solución diplomática. El responsable de que Alemania no pudiera esperar fue el Plan Schlieffen.
Desde el mismo momento de la unificación alemana, en 1871, el recién formado II Reich tuvo que hacer frente a un grave dilema estratégico resultado de su victoria en la Guerra Franco-Prusiana y la anexión de Alsacia-Lorena. La humillación infligida a Francia exigía a Alemania dar por hecho que, en cualquier conflicto grave que en el futuro estallara en el continente, tendría al país galo como enemigo. Para evitar verse obligada a combatir una guerra en dos frentes a la vez, era esencial impedir que Francia y Rusia se convirtieran en aliados. Bismarck supo cómo hacerlo. Sus sucesores, no. Pero, fueran cuales fueran las probabilidades de que esa guerra en dos frentes estallara, la obligación del Estado Mayor alemán era prepararse para lo peor.
La estrategia que el viejo Moltke ideó en 1879 se basó en la superior facilidad para resistir un ataque francés en comparación con uno ruso. En el frente occidental los alemanes contaban con numerosas y poderosas fortalezas y la posibilidad de sostener la línea del Rin. Eso les permitía, según Moltke, volcar el grueso del ejército contra los rusos e invadir el saliente polaco (esa porción de territorio ruso que se introducía como un puño entre la Prusia Oriental alemana al norte y la Galicia austriaca al sur). Una vez establecido el frente en la línea Kovno-Brest Litovsk, y sostenido éste con la ayuda del ejército austriaco, los alemanes podrían volverse contra Francia y derrotarla.
En 1891, un año después de la salida de Bismarck, Moltke fue sucedido por el conde Von Schlieffen al frente del Estado Mayor. El nuevo jefe asumió la idea de que la única forma de ganar una guerra en dos frentes era concentrarse sucesivamente en cada uno de ellos y no dispersarse tratando de ganar en los dos a la vez. Sin embargo, en lugar de partir de la idea de que el frente occidental era más fácilmente defendible, basó su plan en la gran cantidad de tiempo que los rusos necesitaban para movilizar su ejército y la rapidez con la que lo podían hacer los alemanes. Mientras los rusos movilizaban, los alemanes tendrían tiempo suficiente para derrotar a los franceses en seis semanas. Tras esa victoria, el ejército alemán podría dirigirse al este a hacer frente a las fuerzas del zar.
Para vencer a los franceses en tan corto espacio de tiempo, Schlieffen ideó una especie de Cannas de un sólo brazo. En aquella batalla, Aníbal dejó que los romanos penetraran su centro y los envolvió por los flancos hasta tenerlos rodeados. Luego sólo tuvo que aniquilarlos. Murieron 50.000 romanos. Schlieffen concluyó que había que intentar algo parecido, rodear al ejército francés a través de Luxemburgo, Bélgica y Holanda. Desde Lorena, una pequeña fracción del ejército alemán atacaría y luego se retiraría, atrayendo hacia el territorio alemán al grueso del ejército francés, que, ocupado en su ofensiva, no podría acudir en ayuda de su flaco izquierdo mientras éste iba siendo rodeado. El avance sería el que dibujaría una hipotética puerta cuyo gozne se situara en Verdún y que llegara hasta Dunquerque, progresando con suficiente velocidad como para superar siempre a los franceses y obligarles a replegarse hacia el sur. El flanco derecho acabaría por rodear París y envolver a lo que quedara del ejército francés, acorralado en una enorme bolsa entre París y el Rin (vid. mapa 1).
En 1905 Guillermo II decidió sustituir a Schlieffen por el sobrino de Moltke, llamado también Helmut y conocido en consecuencia como Moltke el Joven. Éste carecía del talento de su tío y de la audacia de su antecesor. Asumió el Plan Schlieffen, pero su cauto instinto le hizo introducir dos cambios esenciales. Primero decidió que había que respetar la neutralidad de Holanda porque conservar la amistad del pequeño país era indispensable para que Alemania pudiera acceder a materias primas de ultramar a través de los puertos holandeses. Luego rechazó la idea de dejar que los franceses entraran en territorio alemán y fortaleció su centro para impedir o al menos obstaculizar que tal cosa pudiera ocurrir. Sosteniendo al grueso del ejército francés en su territorio, facilitaba sin querer que pudiera acudir en ayuda de su sobrepasado flanco izquierdo (vid. mapa 2).
Estos dos cambios desnaturalizaron completamente el Plan Schlieffen. Por un lado, fortalecer el centro exigía detraer tropas de la derecha, debilitándola y haciendo más improbable su avance conforme a lo estimado. Por otro, respetar la neutralidad holandesa exigía que los 600.000 hombres del flanco derecho tuvieran que atravesar un cuello de botella, entre la fortaleza de Lieja y la frontera holandesa, lo que ralentizaría su avance desde el principio. En consideración a este debilitamiento, Moltke renunció a envolver París. Todo redundó en que se redujera dramáticamente la probabilidad de acorralar al ejército francés.
Encima, el nuevo plan exigía que la fortaleza de Lieja fuera atacada, y a ser posible tomada, a las pocas horas de haberse decretado la movilización alemana, para que el aparatoso extremo derecho germano pudiera empezar a avanzar desde el primer día por el estrecho pasillo disponible. Ello suponía renunciar a cualquier negociación diplomática desde el mismo momento de la movilización, que, por otra parte, había que ordenar inmediatamente después de que hubiera comenzado la rusa, para poder derrotar a los franceses a tiempo de acudir al frente del este.
No obstante, no fueron las modificaciones introducidas por Moltke los defectos más graves del plan. Lo peor era su inflexibilidad, su dar por hecho que Francia sería un enemigo y tener que atacarla desde el primer día, la violación de la neutralidad belga, que garantizaría la intervención de Gran Bretaña, y, sobre todo, ser el único. Alemania tuvo la oportunidad de lograr la neutralidad de Gran Bretaña y quizá incluso la de Francia. Sin embargo, el plan renunciaba a estas dos posibilidades de antemano. ¿Por qué no ordenó el Gobierno alemán al Estado Mayor elaborar planes de contingencia? Porque no tenía autoridad para hacerlo. En la Alemania guillermina los militares despachaban directamente con el emperador, y éste no supo o no quiso exigir nada.
Pero si los planes militares no se adaptaban a las exigencias políticas, ¿no pudo el Gobierno adaptar su política a esos planes? Puesto que Francia sería atacada desde el primer momento, fuera cual fuera la causa del conflicto, lo prudente hubiera sido tratar de llevarse bien con Rusia y evitar que un conflicto con el zar obligara, como de hecho obligó, a invadir inmediatamente Bélgica y luego Francia. Sin embargo, tras el asesinato de Francisco Fernando, Berlín, en vez de contener a Viena para evitar el enfrentamiento con el zar, la animó a mantenerse firme y asumió el riesgo de que Rusia hiciera lo que finalmente hizo, salir en defensa de su pequeño aliado balcánico. A partir de ese momento, con el Plan Schlieffen, el único del que disponían los alemanes, estaba garantizado que el conflicto fuera general.
LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL: Los orígenes - Los bloques.