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Emilio Campmany

Discurso de madera

Veremos entonces si es tan listo como dicen, porque trasformar el discurso de madera del presidente en una argumentación coherente más o menos hilvanada es un trabajo digno de Hércules.

 

Rubalcaba es el primer ministro-portavoz que tiene a su vez a su propio portavoz. O sea, que mientras Rubalcaba nos explica lo que hace el Gobierno, El País nos cuenta lo que hace Rubalcaba. Así, podría decirse que Rubalcaba es el vocero voceado o el pregonero pregonado. Ya veremos si no acaba siendo el aguacil alguacilado.

El caso es que el hoy más que nunca diario gubernamental nos cuenta que Rubalcaba viene a resolver carencias en la capacidad de transmitir del Gobierno, pero nos aclara que "el problema detectado no era solo de errores de comunicación, (...) sino también de falta de ideas; es decir: de argumentos. Cuando las cosas iban bien tenía menos importancia, pero desde que van mal ha sido manifiesta la irritación de muchos ciudadanos con el discurso de madera (estamos trabajando con toda dedicación, etcétera) de algunos gobernantes, en dura competencia con los portavoces del PP (la solución es que se vaya Zapatero)".

No sé bien qué es un discurso de madera, pero parece que están pensando en algo así como una argumentación hueca, falta de argumentos, más o menos florida. Es posible que los viernes, después del Consejo de Ministros, Rubalcaba pueda endilgarnos discursos no tan lignarios como los de María Teresa Fernández de la Vega, pero apenas resolverá el problema. La cuestión es que quien tiene un leño del tamaño de un barco vikingo en la cabeza es el presidente y no es que de vez en cuando suelte discursos de madera, es que por su boca no paran de salir palos, corchos, virutas y tablones. El mismo periódico cuenta cómo Zapatero ha demostrado a los suyos su acierto al cambiar el Gobierno. Según él, basta con mirar las caras que se les han quedado a los populares. Es cierto que los rostros de Cospedal y Arenas comentando el nuevo Gobierno en lo que creen una conversación privada que fue captada por un micrófono de Tele 5 (¿de Tele 5 o de Rubalcaba?) son un poema, pero el argumento para defender su acierto en la crisis parece un poco leñoso, si no abiertamente arbóreo.

Me gustaría saber qué plan tiene el nuevo superministro para evitar que su presidente siga largando planchas de conglomerado conforme le acerquen un micrófono. No puede ponerle un bozal ni una cinta aislante. Tendrá que recurrir a su poder de convicción, persuadirle de que calladito está más mono y que, cuanto menos salga de Moncloa, menos abucheos recibirá. Pero tampoco eso servirá. Imagino que tendremos muchas ocasiones de escuchar a Rubalcaba explicando a la prensa lo que ha querido decir el presidente de Gobierno con palabras que nada tengan que ver con lo dicho inicialmente por el jefe. Veremos entonces si es tan listo como dicen, porque trasformar el discurso de madera del presidente en una argumentación coherente más o menos hilvanada es un trabajo digno de Hércules, mucho más exigente que limpiar los establos de Augías o expulsar las aves del lago Estínfalo. Total, que no le arriendo la ganancia.

Para mí, que Rubalcaba no viene tanto a pulir el discurso de madera del presidente como a hacer la guerra que salvará al PSOE de perder las elecciones a manos de este PP tontilelo y bizcochable que nos ha tocado padecer. La pregunta es si su estrategia incluye salvar a Zapatero o hundirlo. He ahí la cuestión.

En España

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