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Emilio Campmany

De solemnes y patriotas

Siempre se puede amenazar con que España no participará en las competiciones que organice la UEFA mientras pertenezca Gibraltar.

Cuando padecimos a Zapatero, Rajoy le llamó con gran tino descriptivo "bobo solemne". El agredido le devolvió el insulto, ahora vemos que con tanto o más acierto, tildándole de "patriota de hojalata". Cuando el patriota de hojalata logró al fin ganarle unas elecciones al bobo solemne, nombró ministro de Asuntos Exteriores a José Manuel García-Margallo, que lo primero que hizo fue agradecerle la felicitación por el nombramiento que le hizo un eurodiputado inglés escupiéndole eso tan rancio de "Gibraltar, español". Ya se vio desde el principio que muy diplomático no era, pero al menos parecía que algo de patriotismo sí destilaba. Ese señor demostró luego ser tan de hojalata como quien le nombró. Nuestras empresas multinacionales fueron arrolladas en Argentina y en Bolivia y, salvo ponerse muy serio y esgrimir algunas vagas amenazas, nada hubo.

Y Gibraltar no sólo sigue siendo una colonia extranjera, sino que ahora ha sido admitida en la UEFA y jugará en las competiciones internacionales como si de un país independiente se tratara. Y no lo es porque no puede serlo, porque el Tratado de Utrecht en el que se basa su estatuto jurídico sólo le permite ser dos cosas, o colonia británica o parte del territorio español. Pues bien, ha sido este ministro y ha sido este presidente quienes han tolerado tamaña afrenta. Y eso que se supone que el patriotismo español sólo vive por y para el fútbol y que el presidente tan sólo lee el Marca.

Naturalmente, la humillación nos la ha infligido un francés, el presidente de la UEFA, hombre abierto a argumentos crematísticos, implicado en la compra que Qatar hizo del Mundial de 2022. Lo que ya no es tan natural es que uno de los vicepresidentes de la organización en el momento del escarnio sea español y todavía no haya dimitido. Claro que es probable que Ángel María Villar sea tan virtuoso como Platini.

Los habrá que se pregunten: ¿y qué podría haber hecho el Gobierno? Si los directivos son venales, se pueden hacer muchas cosas, como mejorar la oferta de Picardo. Pero, si no se quiere recurrir a la corrupción, que será en lo único en lo que no se haga, siempre se puede amenazar con que España no participará en las competiciones que organice la UEFA mientras pertenezca a ella un Estado inexistente llamado Gibraltar. Eso está al alcance hasta de un patriota de hojalata.

Lo más gracioso de todo es que, en medio de esta debacle, sale Zapatero y más solemne que nunca va y dice: "No saldrá de mi boca una crítica a Rajoy". Qué va a criticar, si en muchas cosas son iguales. Pero lo mejor es que añadió: "La voz de un expresidente tiene repercusión". No será la suya, que no la tenía ni cuando estaba en La Moncloa.

Pobre España, yendo de las manos de los bobos solemnes a los brazos de los patriotas de hojalata. Y todavía nos reprenden a quienes añoramos los muchos defectos de Aznar.

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