El primer síntoma de que el poszapaterismo estaba abierto fue la serie de filtraciones que publicó La Gaceta sobre el patrimonio de Bono. Se discutió entonces si el filtrador era alguno de los potenciales sucesores que quería deshacerse de tan correoso rival a aticazo limpio o si el responsable era el propio Zapatero deseoso de evitar el óbito a base de ir liquidando a los potenciales herederos. Sea como fuere, al final de la serie, los analistas se limitaron a certificar la muerte política del manchego.
Pero la sucesión no termina de abrirse, el tiempo pasa y no aparece el Bruto que apuñale al César, al que Zapatero debe de haber leído tal como lo recreó Shakespeare porque de otro modo no se explica el recurso a eso tan poético de "always Marruecos". Es obvio que el peligro que corre su carrera le recordó aquellos versos que el genial dramaturgo inglés puso en boca del brillante general romano: "I rather tell thee what is to be fear'd/Than what I fear; for always I am Caesar". Aquí lo traducimos como: "Lo que digo no es tanto lo que temo/como lo que hay que temer, pues siempre seré César".
El caso es que a César lo apuñalaron, y los que andan en el PSOE probándose la púrpura que va a dejar Zapatero están a la espera de que alguien se atreva a hacer esa misma caridad con el presidente. Y Bono, que parecía fuera de juego, resulta que está en el campo. Este miércoles se presentó en ca’ Pedro J. para afirmar su españolidad casi cañí, su casticismo socarrón y, en definitiva, para presentar su candidatura a la sucesión.
Pruebas de ello hubo varias. Una de las más relevantes fue la ristra de amables críticas que el escurridizo político vertió sobre Zapatero. Es obvio que el ticket de cualquier futuro triunfo socialista ha de estar tanto como se pueda despegado de la política del castellano-leonés y Bono se hinchó a contar cómo Zapatero lo echó del Ministerio de Defensa por graves desacuerdos con él y lo poco comprometido que ha estado con la política del Gobierno desde que es presidente del Congreso.
Junto a los afables reproches a Zapatero, el salobreño se deshizo en empalagosos elogios para con Rubalcaba. Ahí se vio quién era su verdadero adversario, pues los políticos sólo elogian a los que temen y afean la conducta de quienes ya nada pueden hacerles. Y, sin embargo, de paso que le dio jabón al ministro portavoz, no dejó pasar la ocasión de recordar lo muy implicado que está en la política ruinosa del Gobierno Zapatero.
Total, que Bono está y, si es verdad que tiene áticos e hípicas, no lo es menos que Rubalcaba tiene faisanes y gales y no se va a quitar de en medio por cuatro propiedades de nada que le saquen. Cómo estará la cosa que Zapatero no se ha atrevido a ir a la cumbre iberoamericana, señal de que a su lado se prueban la ropa que va a dejar y no quiere irse por si a la vuelta se encuentra a otro sentado en la butaca de su despacho de La Moncloa.
Muchas veces los socialistas han caído en la tentación de recurrir al panem et circenses para tener contenta a la peña. Ahora, panem no va a haber mucho, pero de circenses nos vamos a hartar. Vaya una cosa por la otra.