En esta España de sombras y negruras no eres una institución del Estado digna de tal nombre si no filtras a El País todo cuanto interese a Cebrián. Por el periódico de PRISA hemos sabido que en el Constitucional no paren una sentencia sobre el Estatuto catalán porque, rara cosa entre las raras, hay un magistrado "progresista" que dice, anatema, que el Estatuto catalán es inconstitucional. Manuel Aragón se llama el héroe. Ya puede ir olvidándose de toda prebenda a la que aspirara para cuando deje el Tribunal.
Desde que en febrero de 2007 se aceptara la recusación de Pérez Tremps en el recurso contra el Estatuto, lo que dejó a los progresistas en minoría (6 a 5), la técnica de la presidenta del Tribunal ha sido siempre la misma, guardar el recurso en el cajón y esperar a que pasara algo. Para que pudiera seguir haciéndolo ha habido que reformar la Ley del Tribunal Constitucional y que siguiera en el cargo a pesar de que el artículo 160 de la Constitución dice que "El presidente del Tribunal Constitucional [lo] será (...) por un período de tres años". María Emilia Casas lleva ya cinco y lo que te rondaré morena.
Pero, al fin, en marzo de 2008, ocurrió algo, murió el magistrado conservador Roberto García-Calvo. El empate se restableció y ya fueron 5 a 5. La Casas podría escorar la sentencia a favor de la constitucionalidad con su voto de calidad. Nos han contado la milonga de que ha estado retrasando la sentencia por ver si era capaz de lograr que una mayoría de magistrados la votaran sin necesidad de recurrir a su voto de desempate. Mentira. Lo que ocurre es que uno de los progresistas se les ha pasado al bando constitucional y ahora resulta que la sentencia que saldría sería contraria a la constitucionalidad del Estatuto por 6 a 4. Ya se sabe cuál ha sido la solución de la presidenta, devolver el Estatuto al cajón y a esperar a que vuelva a ocurrir algo.
Lo más gracioso de toda esta historia es como se han puesto los del tripartito al enterarse de que hay una probabilidad razonable de que la futura sentencia sea contraria al Estatuto. Benach amenaza con una "crisis de Estado importantísima", Maragall, el hermano de Pasqual, llama al desacato, José Montilla dice que una sentencia adversa provocaría la "desafección" de Cataluña y Joan Saura ha dicho que si el fallo afecta a puntos "importantes" del Estatuto, habrá que rehacer "la ubicación de Cataluña dentro del Estado". O sea, lo de siempre de la izquierda y los nacionalistas, que si las cosas no salen a su gusto, se rompe la baraja. En Cataluña, romper la baraja significa hacerse independientes. ¿A que no hay? ¿A que no tienen lo que hay que tener para proclamar la independencia de la nación que dice el Estatuto que es Cataluña? Y no porque Zapatero vaya a aplicar el artículo 8 de la Constitución, ese que dice que las Fuerzas Armadas tienen como misión garantizar la integridad territorial de España, que no lo haría en su vida. Ocurre que no hay. Siempre amagan, pero nunca dan. Son como esos fanfarrones de bar que están siempre pidiendo que alguien les sujete para no atizarle al vecino de barra. Dejemos de sujetarles y no harán nada. Se arrugarán. Llorarán, clamarán, amenazarán, exigirán y patalearán, pero hacer lo que se dice hacer, no harán nada.