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Elías Cohen

El comunicado 300

A Margallo ya sólo le queda ponerse el pañuelo palestino, como hizo Zapatero.

A Margallo ya sólo le queda ponerse el pañuelo palestino, como hizo Zapatero.

Cuando salió a la luz la intención del Ministerio de Exteriores de abrir un consulado español en Gaza en el año 2013, nos hicimos eco de la política que estaba llevando a cabo la diplomacia del Gobierno del PP con respecto a Israel y al conflicto con los palestinos, que apuntaba muy cercana -y a veces peor- al enfoque miope y sesgado de los Gobiernos de Zapatero. Como ejemplo de continuismo, el Gobierno de Rajoy, a través de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid), dependiente de Exteriores, sigue financiando ONG que promueven el boicot a Israel, al igual que hicieron los Gobiernos socialistas de Zapatero. Esta actitud hacia Israel ha estado indudablemente capitaneada durante esta legislatura por el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo.

En un nuevo movimiento, marcadamente hostil, el Ministerio de Exteriores, ante la nueva ola de ataques terroristas contra los ciudadanos de Israel, emitió el pasado martes, el mismo día en el que tres civiles israelíes habían sido asesinados en las calles de Jerusalén, el comunicado número 300, titulado "Israel y Palestina: España llama a poner fin a la escalada de violencia".

Podemos pasar que el comunicado se refiera a "Palestina", ya que desde 2012, y con voto a favor de España, ostenta el peculiar status de "Estado observador no miembro" en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Aún no sabemos qué Palestina es un Estado, si sólo la Cisjordania gobernada por Al Fatah, la Gaza gobernada por Hamás o ambas, pero el llamamiento a un Estado que no existe aún, pese a ser todo un pronunciamiento político, es, sorprendentemente, lo menos reseñable del comunicado.

El primer párrafo es ciertamente desolador:

El Gobierno español manifiesta su gran preocupación por la extrema gravedad de la situación en Israel y en Palestina, y expresa su profundo pesar por los sucesivos ataques violentos y enfrentamientos que se han saldado ya con la muerte de al menos seis israelíes y veintinueve palestinos.

Exteriores hace un totum revolutum con las cifras de muertos y sitúa en un mismo plano a los israelíes que han muerto acuchillados, tiroteados o atropellados, todos ellos civiles, y a los atacantes palestinos que han sido abatidos por la Policía. Es decir, los que han matado o intentado matar a civiles israelíes y han perecido en el intento debido a la actuación policial también son víctimas. O sea, los terroristas palestinos, para el Ministerio de Exteriores, son víctimas. Todas las comparaciones son odiosas pero, tristemente, es un lenguaje propio de herriko taberna.

Además de equiparar a los muertos, el comunicado da unas cifras erróneas. Desde el día 13 de septiembre, en que comienza esta nueva ola de ataques, hasta el día 13 de octubre, en el que se emite el comunicado, según Middle East Eye, un medio nada sospechoso de responder a intereses israelíes, cifraba en su cronología 7 israelíes, todos civiles, y 24 palestinos, 15 de ellos abatidos cuchillo en mano. El comunicado habla de 6 israelíes y 29 palestinos, y no hace distinción alguna entre civiles, terroristas, atacantes o miembros de las fuerzas de seguridad.

En referencia a los ataques terroristas, el comunicado omite deliberadamente la palabra terrorismo y habla de "ataques violentos y enfrentamientos".

Presumimos entonces que, para el canciller Margallo, la mujer de 70 años acuchillada el miércoles a las afueras de la estación central de autobuses de Jerusalén, o el brutal atropello y apuñalamiento de cinco civiles en un barrio de de la misma ciudad, captado por las cámaras de seguridad, fueron "enfrentamientos", o "ataques violentos". Presumimos también que para nuestro ministro de Exteriores el asesinato del matrimonio Henkin el 4 de octubre, acribillado a balazos en su coche mientras en el asiento de atrás sus cuatro hijos eran testigos -el más pequeño de cuatro meses y el mayor de nueve años-, es también un enfrentamiento, un ataque violento o, como reza el tercer párrafo del comunicado, "un peligroso deslizamiento hacia la violencia".

El comunicado 300 prosigue con su retórica, que bien podríamos leer también en esos extensos y recargados textos de ciertos autores izquierdistas que consideraban el terrorismo de ETA como "lucha armada". Así, el comunicado llama "a todas las partes" a la "contención"; como señala Carmelo Jordá, el texto llama a las fuerzas de seguridad israelíes a contenerse a la hora de proteger las vidas de civiles ante los ataques terroristas, suponemos que intentando convencer amistosamente al agresor de que deje el cuchillo y pruebe la terapia de los free hugs.

En contraposición a este comunicado infame, y para percatarnos de que lo que estamos leyendo no es una broma pesada, debemos acudir a otros comunicados de otros países serios. A Margallo y a su equipo no les habría venido mal leerse, antes de ponerse a escribir, el comunicado -emitido el mismo día- del Departamento de Estado de los EE UU, mucho más responsable y serio, que condena el terrorismo y deja claro que lamenta la pérdida de vidas inocentes en ambos bandos:

Estados Unidos condena en los términos más enérgicos los ataques terroristas de hoy contra civiles israelíes, que resultaron en el asesinato de tres israelíes y dejaron muchos otros heridos. Lamentamos cualquier pérdida de vidas inocentes, sean israelíes o palestinas.

Ante esta actitud insólita del Ministerio de Exteriores, cabe preguntarse el porqué. Por un lado, da miedo pensar que responde a una maniobra oportunista, eso de preocuparse por los palestinos sólo cuando los mata Israel y obviar todas las demás víctimas de todos los demás conflictos del mundo, efectuada por el PSOE de Zapatero, Podemos o Izquierda Unida, para sacar réditos electorales. Pero es que, por otro lado, pensar en las restantes opciones da escalofríos.

En cualquier caso, tras el comunicado número 300, lo único que le queda a Margallo, sean cuales sean las motivaciones de su inquina hacia Israel, es ponerse un pañuelo palestino, como hizo Zapatero.

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