Asistimos estos días en Asturias a un peligrosísimo intento de imposición ideológico-económica basado en los dos pilares fundamentales que, descartada la violencia física explícita en nuestra sociedad occidental, se utilizan en la actualidad para llevar a cabo los modernos ejercicios de ingeniería social: una reiterada mentira con trasfondo ideológico y una indisimulada presión de grupos organizados con intereses económicos. Y este ejercicio de imposición, no es otro que el intento de imponer el uso del bable como lengua cooficial en el Principado de Asturias.
La reiterada mentira no es otra que la existencia de una lengua autóctona utilizada por cientos de miles de hablantes (con cifras que según los defensores de la cooficialidad del bable, oscilarían entre los 250.000 y los 700.000) que ven sistemáticamente vulnerados sus "derechos lingüísticos" mediante políticas de represión sociocultural.
Tener que desmontar esta absurda mentira produce vergüenza ajena. Primero, porque cualquiera que se precie de conocer mínimamente la realidad social asturiana es consciente de que el uso del bable en Asturias es prácticamente inexistente. Son muchos los asturianos que incorporan en su habla habitual, y de forma totalmente natural, expresiones, giros, y palabras derivadas del bable. Pero de ahí a plantear que entre un cuarto y tres cuartos de la población asturiana es "bableparlante"... eso solo está a la altura de la más alta demagogia. Segundo, porque decir que actualmente el bable es objeto en Asturias de algún tipo de represión lingüística es de una desfachatez inconmensurable, ya que cuenta con una "ley de uso" que garantiza el derecho de todos los niños que así lo deseen a estudiarlo de forma voluntaria en todos los niveles de educación no universitaria, que garantiza su uso frente a la administración y que riega con innumerables subvenciones su difusión en el ámbito público o privado.
La indisimulada presión de grupos organizados con intereses económicos es evidente en estos días para cualquiera que viva o visite el Principado de Asturias. Los diversos grupos organizados en torno al bable, básicamente constituidos por personas que pretenden vivir de todas las partidas presupuestarias que conllevaría la implantación de la cooficialidad (filólogos bablistas, profesores de bable, traductores, colectivos "culturales", académicos de la "llingua" etc…), ya han marcado la agenda y establecido los plazos. "Proyecto 2018" lo llaman. Y como por desgracia es habitual en España son diversos los grupos políticos que, viendo que las pretensiones económicas de dichos grupos coinciden con sus pretensiones ideológicas, se han apuntado al carro. El PSOE asturiano ya ha aprobado en su último congreso asumir en las próximas elecciones autonómicas la defensa de la oficialidad del bable. Por supuesto, IU y Podemos que también secundan sin fisuras el objetivo de la cooficialidad. Hasta Foro Asturias, partido fundado por Alvarez-Cascos y que se presentó en coalición con el PP en las últimas elecciones nacionales, secunda dicho objetivo. Solo el PP y Ciudadanos parece que se resisten a secundar el disparate liberticida... por ahora.
La historia nos ha enseñado que cuando un grupo con intereses económicos recibe el apoyo de uno o varios partidos políticos con representación parlamentaria se produce un coctel económico-ideológico que inexorablemente se acaba traduciendo en imposición, impuestos y coacción a los ciudadanos. Es el modus operandi clásico para en nombre de la libertad, acabar con ella.
Porque en nombre de la libertad lingüística, el bable pasaría de ser voluntario a obligatorio en la enseñanza y la administración. En nombre de la libertad lingüística, los ciudadanos serían sometidos a una mayor presión fiscal, derivada del aumento del gasto público. En nombre de la libertad lingüística, un grupo de personas pasarían a vivir cómodamente, a costa de los demás, del erario público. En nombre de la libertad lingüística todos los niños residentes en Asturias serían obligados, con independencia de su voluntad y la de sus padres, a destinar una parte importante de su tiempo y esfuerzo al aprendizaje de una lengua dialectal de uso marginal en la sociedad. En nombre de la libertad lingüística, se establecerían cortapisas, barreras de acceso, segregación, y división social.
Y todo ello, todo lo anterior, en nombre de una supuesta libertad lingüística de la que ya disfrutamos de forma natural todos los asturianos. Y es que, como exclamó Madame Roland ante la estatua de la Libertad situada en la plaza donde iban a guillotinarla: ¡Oh, Libertad!, ¡cuántos crímenes se cometen en tu nombre!