Podemos considerarnos afortunados de que Antonio Robles, histórico protagonista e impulsor de todas las campañas que se libraron y se siguen librando para rescatar a Cataluña del Leviatán secesionista, se haya decidido a transmitirnos sus experiencias en un prolijo vademécum de la dignidad ciudadana, dignidad ciudadana en cuya defensa se movilizan quienes siguen comprometidos con el pensamiento humanista que emana de la tradición ilustrada. Las casi 700 páginas de su Historia de la Resistencia al nacionalismo en Cataluña (Biblioteca Crónica Global, 2013) serán un texto de consulta obligada tanto para los estudiosos como para los profanos que deseen conocer a fondo, por un lado, los entresijos de la trama pacientemente armada por los secesionistas para conquistar todos los resortes del poder y someter a quienes consideraban sus súbditos a un inescrupuloso lavado de cerebro que comienza en el parvulario y, por otro, la gradual contraofensiva de los ciudadanos aglutinados en asociaciones empeñadas en recuperar y salvaguardar sus libertades y los valores de la convivencia civilizada dentro de una sociedad abierta.
Sobresaltos de la clandestinidad
Una de las muchas virtudes del libro consiste en que es parco en retórica y muy rico en información, con el añadido de que se puede leer, en muchos tramos, como una novela del género negro sin que ello reste un ápice a su rigor fáctico y documental. Por tratarse, sin exagerar, de una "Resistencia", como reza el título, padeció los sobresaltos de la clandestinidad, los azotes de la violencia y los abusos de la censura. Precisamente uno de los primeros hitos de esta Resistencia fue un libro underground escrito por un personaje enigmático oculto tras el seudónimo Azahara Larra Servet. Su título, Extranjeros en su país (Ediciones Libertarias, 1992), era profético: hoy los secesionistas se proponen dividir un país, España, para que los españoles sean extranjeros en Cataluña y los catalanes sean extranjeros en España… y en Europa. Un grupo de lectores de aquel libro se convirtió en el Colectivo Azahara, matriz de los movimientos posteriores de la Resistencia. ¿Por qué Azahara? Robles lo explica en su vademécum con conocimiento de causa: él era Azahara Larra Servet.
Como en las novelas del género negro, hay tiros, secuestros, atentados. Los malos no maltratan a detectives privados y herederas rubias, sino a intelectuales, políticos y ciudadanos celosos de sus derechos que se atreven a desafiar al Leviatán secesionista.
En marzo de 1981 se publicó el Manifiesto por la igualdad de los derechos lingüísticos en Cataluña, que sería recordado como Manifiesto de los 2.300 por el número de sus firmantes. A uno de estos, Federico Jiménez Losantos, lo secuestran los sicarios de Terra Lliure, lo llevan a un campo de algarrobos cerca de Barcelona, lo atan a un árbol y le disparan a una pierna. Se ha levantado la veda. Otros vándalos sectarios acosan y agreden a las madres que exigen enseñanza bilingüe para sus hijos; boicotean con violencia, ante la mirada pasiva de los rectores, a los intelectuales y políticos que intentan exponer ideas discrepantes en las universidades; y expulsan de las asambleas, incluso de SOS Racisme, a quienes denuncian la proscripción de la lengua castellana. Antonio Robles describe estos episodios con lujo de detalles.
La dictadura blanca
El libro desmenuza con precisión quirúrgica las medidas arbitrarias y represivas que la Generalitat adoptó, desde que Joan Reventós la dejó en manos de Jordi Pujol en 1980, para extirpar la lengua castellana de las escuelas y las instituciones de Cataluña, con el propósito de silenciarla paulatinamente en la calle y en la vida familiar. El anterior presidente, Josep Tarradellas, ya lo había advertido al catalogar el gobierno nacionalista de "dictadura blanca". Pero dichas medidas, además de arbitrarias y represivas, eran ostensiblemente inconstitucionales, y Antonio Robles enumera y desarrolla las sentencias del Tribunal Constitucional, la Audiencia Nacional y el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña que las fueron invalidando una a una. Con el agravante de que en todos los casos la Generalitat desobedeció impunemente los mandatos del Poder Judicial e hizo ostentación de su rebeldía. Robles también se ocupa de reproducir los documentos que impugnan estas transgresiones.
La acumulación de desafueros colmó la paciencia de muchos ciudadanos y la semilla plantada por el Colectivo Azahara fructificó en una serie de organizaciones que configuraron la Resistencia a la ofensiva secesionista. El vademécum dedica generoso espacio a describir su origen y desarrollo, así como las vicisitudes que debieron pasar en un ambiente político hostil a todo lo que reivindicara los derechos de la lengua, la cultura y la solidaridad españolas. Entre estas organizaciones sobresalió y sigue sobresaliendo la Asociación por la Tolerancia, cuyo primer presidente fue Antonio Robles y que tiene a Marita Rodríguez como figura emblemática. La asociación otorga todos los años el Premio a la Tolerancia a personalidades como Mario Vargas Llosa, Gabriel Jackson, Fernando Savater o Victoria Prego, y solo se equivocó al concedérselo a Pasqual Maragall, quien lo despreció en un episodio bochornoso que Robles describe con todos sus pormenores.
La traición de la izquierda
La "espantada" de Maragall, como la califica Robles, fue típica de lo que el autor también define como "la traición de la izquierda". El PSC y el PSUC, de donde procedían, como militantes o simpatizantes, la mayoría de los miembros de la Resistencia, maniobraron inicialmente para cooptar a sus excompañeros y ponerlos al servicio de la alevosa deriva hacia el nacionalismo identitario, pero no tardaron en estigmatizarlos con saña estalinista al comprobar que eran incorruptibles. Robles desenmascara, implacable, a estos cazadores de incautos:
El comunista que viviera siempre como un burgués a base de escribir contra la burguesía sin asomo de mala conciencia ("Yo asumo mis propias contradicciones", solía decir el caradura), mi admirado columnista de la revista Triunfo, Manuel Vázquez Montalbán, representa el prototipo de intelectual orgánico que más ayudó al nacionalismo a pastorear y enajenar las conciencias de quienes se tenían que haber rebelado y no lo hicieron confiados porque habían sido compañeros de viaje en los tiempos difíciles de la dictadura.
Los socialistas que realizan labores de celestinazgo para el nacionalismo no le merecen más respeto y les dedica muchas páginas de acusaciones concretas y verificables. Reproduce diálogos que entabló con Josep Maria Sala y otros dirigentes presuntamente permeables a los argumentos de los defensores de la enseñanza bilingüe y confiesa que todos desembocaron en decepciones mayúsculas. El dogma de la inmersión lingüística les había comido el coco. Incluso a la falsa renovadora Carme(n) Chacón, que no figura en el libro pero merecería estar.
Idénticos choques tuvo con presuntos representantes de los andaluces radicados en Cataluña. Y los jerarcas de UGT y CCOO le demostraron que se pasaban por el arco de triunfo los derechos de sus afiliados castellanohablantes, convertidos -ellos, y sobre todo sus hijos- en sujetos de la ingeniería social secesionista. Robles retrata sin pelos en la lengua a José Luis Álvarez, secretario general de la UGT:
Últimamente, además, ha pasado de caniche del nacionalismo para neutralizar al mundo obrero, a pedir el derecho a decidir, acabar con la solidaridad territorial y exigir para Cataluña la gestión de todos los impuestos. Y eso que nació en Asturias.
Un parto difícil
Robles explica que llegó un momento en que empezó a tomar cuerpo, entre algunos protagonistas de la Resistencia, la idea de formar un partido político que canalizara todos los esfuerzos hasta entonces dispersos. Era evidente que se avecinaban tiempos difíciles para las libertades y los derechos de los ciudadanos: el Leviatán secesionista monopolizaba los resortes del poder; había montado una gigantesca maquinaria de propaganda que incluía todos los medios de comunicación públicos y algunos privados abducidos mediante subvenciones; utilizaba todos los niveles de la enseñanza para adoctrinar a las nuevas generaciones con un mensaje cargado de fanatismo identitario; coaccionaba al mundo productivo para arrancarle una adhesión que este le negaba; dilapidaba los fondos que aportaban los ciudadanos de toda España, sustrayéndolos de los presupuestos de sanidad y educación, para invertirlos en museos del odio y en estériles y ridículas caricaturas de diplomacia, y anunciaba sin pudor su intención de llevarse por delante todas las barreras legales para implantar la independencia.
El desenlace es conocido: nació Ciutadans. Un parto difícil y una criatura polifacética que Robles evoca así:
El relato detallista de la historia de la Resistencia, se vuelve impresionista y sentimental con C's. Sólo las pinceladas necesarias para explicar la llegada al Parlamento, la descripción de una campaña electoral que dio la vuelta al mundo, mi decisión de abandonar el acta de diputado y el relato, en capítulo aparte, de una de las convicciones que aún hoy creo imprescindible para que el proyecto de una España de ciudadanos libres e iguales, triunfe: la fusión de C's y UPyD, la Tercera España.
Un broche de oro. La fusión de C's y UPyD, la Tercera España. El desiderátum.
Mientras se demora este desiderátum, los ciudadanos independientes, que damos nuestro voto crítico al PP pero no le debemos fidelidad, que deseamos ser libres e iguales en una España cohesionada, laica y solidaria, nos preguntamos qué impide dicha fusión. ¿Los bizantinismos ideológicos? ¿Los personalismos? Sin la fusión, no nos quedan alternativas: sólo el vapuleado PP. Que no se quejen los divididos y desairados.
Antonio Robles, Historia de la Resistencia al nacionalismo en Cataluña, Biblioteca Crónica Global, 2013. Con prólogo de Juan Carlos Girauta.