José Luis Rodríguez Zapatero ha tenido la desfachatez de leer, durante la sesión de control al Gobierno en el Congreso, un punto del Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, en el que PP y PSOE manifestaban “nuestra voluntad de eliminar del ámbito de la legítima confrontación política o electoral entre nuestros dos partidos las políticas para acabar con el terrorismo”. Todo, para tratar de colar que es el PP, y no el Gobierno, el que sigue vulnerando el espíritu y la letra de ese pacto.
Ciertamente, el pacto presuponía acabar con las confrontaciones, pero, evidentemente, sobre la base –también reflejada en el texto- de que, a partir de entonces, PP y PSOE, iban a compartir un frente común para “derrotar al terrorismo”, “en torno a la Constitución y el Estatuto de Guernica” y frente a un nacionalismo que, desde el pacto de Estella, no ha dejado de mantener alianzas estratégicas con ETA en pro de sus objetivos secesionistas. Eso, por no hablar del compromiso en “el reconocimiento y la atención” a las víctimas, pues “nadie mejor que las víctimas para defender los valores de convivencia y respeto mutuo que quieren destruir aquellos que les han infligido tal sufrimiento”.
¿Por qué ZP no ha leído el resto de lo que dice el Pacto por las Libertades? Rajoy podía haberlo hecho, pero ¿cómo iba a hacerlo alguien que, como ZP, tras decapitar políticamente a Redondo Terreros, respaldó en la oposición a Maragall cuando este amenazó la soberanía nacional con un referéndum ilegal si las Cortes Generales no respaldaban su reforma estatutaria? ¿Cómo lo va a hacer Zapatero, quien, tras utilizar la masacre del 11-M contra el gobierno de Aznar, ha hecho socio de su gobierno al socio de ETA en Perpiñán? ¿Cómo lo va a hacer Zapatero, quien –sin consultarlo con el PP- ha nombrado y mantenido como Alto Comisionado para las Víctimas del Terrorismo a alguien que, como Peces Barba, ha sido considerado “non grato” por parte de las víctimas y se ha negado a manifestarse con ellas en defensa de lo que defiende el Pacto Antiterrorista? ¿Y que decir, finalmente y por no aburrir, de quien, como Zapatero, no ha hecho otra cosa que mentir de forma compulsiva para justificar su calculada condescendencia para que no se haya aplicado la ley de partidos a la nueva formación proetarra?
Bien está que Rajoy le haya dicho a Zapatero que “ya no engaña a nadie” y que “no puede obligarme a que le apoye si usted no cumple".
Lo que ha quedado, por enésima vez, en evidencia –y no deja de ser una muestra de incompetencia que las cosas tengan que degenerar tanto para que algunos se den cuenta de ellas- es que Zapatero quiere utilizar el Pacto por las Libertades, única y exclusivamente, como una mordaza para que el PP no pueda denunciar públicamente su disposición a pactar con el nacionalismo, incluido ETA.
Según la cínica interpretación que Zapatero viene haciendo desde hace años, resultaría que los incumplimientos del pacto antiterrorista, por flagrantes que fueran, sólo podrían ser denunciados, paradójicamente, por aquellos que no lo suscribieron. Si lo hiciera el PP, incumpliría "su voluntad de eliminar del ámbito de la legítima confrontación política o electoral entre nuestros dos partidos las políticas para acabar con el terrorismo”. Digno de Rubalcaba, digno del gobierno del 14 M, digno de ZP.