Tras la abrumadora victoria electoral del PP en las pasadas elecciones municipales y autonómicas, el partido de Mariano Rajoy ha recuperado la presidencia de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), órgano que representa a las más de ocho mil entidades locales y provinciales con que cuenta nuestro país.
El encargado de regir los destinos de la Federación en los próximos cuatro años será Juan Ignacio Zoido, alcalde de Sevilla, propuesto por su partido en reconocimiento a su brillante ejecutoria en la capital andaluza, que le llevó a desbancar en dicha plaza a un PSOE que allí parecía imbatible.
Ahora bien, el paso de Zoido por la presidencia de la FEMP no va a consistir en una mera sucesión de actos protocolarios con mayor o menor contenido institucional. Al contrario, los municipios españoles atraviesan el peor momento de su historia reciente, a causa de la crisis económica y de la desidia de un PSOE que ha preferido atender las contingencias macroeconómicas antes que a la necesidad imperiosa de que los ayuntamientos, las administraciones más próximas al ciudadano, puedan hacer frente a los numerosos servicios que prestan diariamente con el soporte financiero preciso.
La configuración de un marco estable que garantice la financiación municipal es el principal reto que, de inmediato, ha de afrontar Zoido al frente de la FEMP.
Dejando aparte la falta de previsión ante el desplome de los ingresos atípicos provenientes del urbanismo, que en muchos casos fueron considerados como ordinarios a la hora de elaborar los presupuestos, lo cierto es que los ayuntamientos españoles no pueden sobrevivir si no cuentan con una financiación estatal adecuada, y que las autonomías siguen sin cumplir el precepto constitucional que las obliga a hacerles partícipes de los ingresos por los tributos autonómicos.
Si, además de resolver el acuciante problema de la financiación, Juan Ignacio Zoido consigue erradicar la impronta de caciquismo sectario que ha acompañado a la institución durante el mandato de su antecesor, famoso por sus exabruptos, el alcalde de Sevilla habrá cumplido sobradamente con su misión, de enorme importancia.