La respuesta de José Luis Rodríguez Zapatero a la contundente, detallada y merecida crítica que le dirigió el lunes José María Aznar desde Menorca no ha hecho más que poner de manifiesto hasta qué punto llevaba razón el presidente del Gobierno cuando, entre otras cuestiones, denunciaba la “inconsistencia” y la “falta de proyecto” del todavía candidato socialista.
Zapatero, en su réplica a Aznar, ni siquiera ha entrado a valorar reproches al Partido Socialista tan sustanciales como son la carencia de un modelo de Estado, su falta de alternativa en política económica o social, sus pactos en Navarra con los “residuos de Batasuna” o su reiterada negativa a hacer un frente común con el PP contra el plan secesionista de Ibarretxe. Zapatero ha hecho oídos sordos a todas estas cruciales cuestiones de la agenda política española y prácticamente se ha limitado a desempolvar las pancartas contra la guerra de Irak y el Prestige. Eso, y a acusar a Aznar de lanzar un “mensaje de crispación y de pasado”.
Volver a sacar a colación la tragedia del Prestige —afortunadamente, ya prácticamente superada— o la cuestión de Irak —en la que Zapatero se ha quedado instalado en el “no a la guerra” sin comprometerse en la pacificación y estabilidad venidera de ese país— no es que sean mensajes de futuro precisamente.
En cuanto a lo de la “crispación”, fue precisamente el Partido Socialista el que decidió en estos dos asuntos “crispar” la vida política nacional contraponiendo el poder legítimo del Parlamento frente al de las algaradas y manifestaciones, todo ello bajo un clima de violencia contra el PP como el que no ha conocido ningún otro gobierno democrático del mundo. Insultos y agresiones físicas y más de cien sedes del PP atacadas no son mal botón de muestra de la “crispación” que ahora dice deplorar el representante socialista.
En cualquier caso, fue Rodríguez Zapatero el que, a las órdenes de Prisa, decidió dejar de ser el “sosoman” del guiñol de Polanco, abandonar la “oposición tranquila” y convertirse en una crispada “oposición de pancarta”. La sin duda acerada crítica de Aznar desde Menorca, además de dar inicio a una larga precampaña electoral, no es más que una proporcionada y merecida crítica a la gravísima deriva a la que ha llevado al Partido Socialista la incoherencia, la falta de liderazgo y la ausencia de base programática de Rodríguez Zapatero.
Muchos socialistas critican que, a menos de siete meses de las próximas elecciones, aún no conozcamos al “sucesor” de Aznar. Al menos, deberían sentirse aliviados si en ese plazo no les toca conocer también al de Rodríguez Zapatero...
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