José María Aznar ha vuelto a pronunciarse sobre la situación política en España. El ex presidente habla de “serena preocupación” cuando describe su estado de ánimo, pero sus palabras muestran que todo lo que tenga su inquietud de serenidad es por pura prestancia de ánimo. Serenidad, claridad de ideas y valores, arrojo para defenderlos y querencia por España y por los españoles; vamos a tener que echar mano de estas y otras virtudes para hacer frente al Gobierno de Zapatero.
En la entrevista que este domingo le ha hecho el diario La Razón, Aznar ha hablado como un miembro más de la sociedad y se ha referido, a instancias de parte, claro está, a los problemas de nuestra nación; a los que preocupan a los españoles. Ha recordado, por ejemplo, que la lucha contra el terrorismo ha de librarse en todos los frentes y también en el ideológico. El Gobierno no sólo ha descuidado ese frente sino que de hecho legitima el nacionalismo y el secesionismo como un objetivo alcanzable y el terrorismo como un método lo suficientemente válido como para hacer doblar las rodillas al Gobierno; primero para sentarse a negociar, ya veremos hasta dónde es capaz de doblarlas.
Frente a las críticas de su antecesor, Rodríguez Zapatero ha respondido hablando una vez más de la guerra de Irak. Dice que representa unos valores y una forma de hacer política. Se referirá al hecho de que él incumplió su promesa de esperar a la resolución de la ONU, dejó tirados a nuestros aliados y, cuando llegó el dictamen de Naciones Unidas que pedía para todos el esfuerzo que nuestro Gobierno acababa de negar, va nuestro presidente y la firma. Pero para valores y formas de hacer política mejor hubiese sido que se refiriera a los GAL, al terrorismo de Estado impuesto por gobiernos socialistas. Aquellos sí que eran valores definitorios.
El discurso de la retirada de las tropas de Irak, combinado con la descarada explotación política de los brutales atentados del 11 de marzo, le fue muy bien electoralmente a Rodríguez Zapatero. Ha recurrido en numerosas ocasiones al recuerdo de aquél aspecto de la política exterior de Aznar (con concomitancias con la política antiterrorista en nuestro país, no lo olvidemos). Y volverá a hacerlo, advierte. Lo que revela Zapatero es, en el fondo, el vacío de su propuesta política, ilustrado a la perfección con dos vídeos: el de las juventudes socialistas y el de la Z.
Quedan seis meses para las próximas elecciones, que al ritmo en que se suceden los acontecimientos es mucho tiempo. A medida que se acerquen los comicios, los españoles tendrán que ir separando el grano de la paja y dar respuesta a unas pocas preguntas, tales como si estamos mejor que hace cuatro años, cuál de los dos grandes partidos nos habla de problemas reales o qué relevancia tiene cada propuesta política. Y Zapatero ha recurrido a golpes de efecto, como Irak o el matrimonio homosexual, a políticas de división, como los Estatutos, la memoria histórica o el adoctrinamiento en las escuelas, o el entreguismo ante la ETA. La participación española, una vez acabada la guerra, en operaciones de pacificación en Irak, suscitó la oposición de la mayoría de la sociedad. Pero el reclamo de Irak ya no tiene el efecto que pretende Zapatero, porque nuestros problemas son ahora otros, y en gran parte los ha creado él mismo. Referirse una vez más a Irak sólo produce hastío y aburrimiento incluso en gran parte de la propia grey. Sus estereotipadas sonrisas no servirán para ocultar el vacío político del Gobierno Zapatero.