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EDITORIAL

Una conspiración islamista y vale ya

Nadie nos va a callar, y menos que nadie aquellos que son aun más serviles que cobardes.

Bien está que las tres asociaciones de víctimas del 11-M se hayan unido en el décimo aniversario de la matanza en la catedral de la Almudena de Madrid para, con los Reyes, rendir un solemne homenaje a los asesinados y heridos aquella infausta mañana. Sin embargo, ningún dolor ni emoción compartida, ningún réquiem integrador, ningún incienso ni solemnidad consensuada pueden ni deben ser utilizados para negar u ocultar el hecho de que ni siquiera ellas se ponen de acuerdo en las cuestiones fundamentales de la tragedia, empezando por la de quién fue quien dio la orden.

Por mucho que las élites políticas, judiciales, sindicales y mediáticas hayan utilizado la solemnidad del décimo aniversario del 11-M para dar un indigno carpetazo, lo cierto es que hay víctimas que, influidas por la omnipresente versión oficial, acusan al terrorismo islamista, como hay otras, mucho más numerosas, que sólo saben que aquélla descansa sobre manipulaciones y mentiras.

Las diferencias entre las víctimas, que no pueden borrar ninguna conmemoración conjunta ni ningún dolor compartido, van incluso más allá del decisivo asunto de la autoría. Y es que mientras a una minoría le pareció y le sigue pareciendo bien que la ira callejera fuese infamemente desviada contra el Gobierno del Partido Popular, una mayoría –en la que ha de incluirse a muchos de los que creen que los verdugos fueron terroristas islámicos– considera que no es legítimo utilizar la sangre derramada en una operación de agitprop político para provocar un vuelco electoral, que era lo que pretendían y consiguieron los criminales.

No hay un solo medio de comunicación en España que sea más consciente que Libertad Digital del grado de vileza que es capaz de alcanzar el islamismo. Ningún periódico es más consciente de la violenta voluntad de los islamistas de doblegar y someter a las democracias infieles. Si, a pesar de ello, no hemos asumido la versión oficial del 11-M es simplemente porque somos conscientes de que se asienta en falsedades abominables. Nuestro insistente "¿Quién ha sido?" obedece a una preocupación acuciante, a nuestra aspiración por conocer la verdad y que se haga justicia. No todo el mundo puede decir lo mismo. Ni mucho menos. Especialmente los que cerraron la boca ya el 14 de marzo de 2004, en cuanto se supieron los resultados de las elecciones generales.

Resulta delirante que se nos moteje de conspiranoicos por el hecho de plantear preguntas incómodas. Para empezar, todo acto terrorista –más aun uno perpetrado en vísperas de unas elecciones generales– constituye un acto conspirativo. A diferencia de los defensores de una versión oficial que dicta una conspiración islamista trufada de infieles y confidentes policiales, y que tendría su punto final en unos terroristas suicidas que permitieron el desalojo del edificio de viviendas en que se habían atrincherado, en Libertad Digital no sabemos cuál fue la conspiración que hizo posible la matanza del 11 de marzo de 2004, ni quiénes fueron sus autores materiales e intelectuales. Sí sabemos, en cambio, que en el señalamiento de los culpables oficiales se mintió, se intoxicó, se manipuló. Y que hubo infames que chapotearon en la sangre de inocentes para provocar un cambio de Gobierno.

Por todo ello, seguiremos como hasta ahora. Luchando por que se conozca la verdad. Nadie nos va a callar, y menos que nadie aquellos que son aun más serviles que cobardes.

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