No cabe duda de que el hecho fundacional de la nueva etapa política en España, inaugurada con el Gobierno de Zapatero, fue la masacre terrorista del 11 de marzo de 2004. Ese día España inició un nuevo curso histórico consagrado a modificar no ya la aritmética política en la lucha por el poder, sino la propia esencia del régimen democrático surgido de la Transición.
En los atentados del 11-M está todavía muy lejos de saberse la verdad. Más allá de interpretaciones particulares, lo cierto es que los errores de la investigación, las ocultaciones deliberadas y la asombrosa tolerancia judicial con todo ello, plantean una serie de incógnitas de cuya solución depende conocer realmente lo que ocurrió aquel jueves de marzo, tres días antes de unas elecciones que cambiarían España de arriba abajo.
El 11-M es, por tanto, un suceso histórico suficientemente jugoso para que hubiera despertado el interés de nuestros centenares de cineastas, cuyos trabajos subvencionados indagan muchas veces en acontecimientos ocurridos hace 80 años como nuestra Guerra Civil, pero en cambio han decidido pasar por encima de unos hechos bien recientes que conmocionaron al mundo entero.
La excepción a este curioso olvido llega de Francia. Allí el cineasta Cyrille Martin ha ordenado todas las piezas conocidas del puzzle del 11-M para elaborar un documento cinematográfico imprescindible; no para saber la verdad, sino para constatar, más allá de cualquier asomo de duda, que lo que nos contaron de aquella terrible masacre, desde luego no lo es.
Pero si el desdén de los profesionales de la cinematografía hacia unos sucesos de esta tremenda importancia resulta, como poco, chocante, el silencio mediático que está acompañando al documental de Martin difícilmente puede ser aceptado como algo casual. Cualquier otra mirada desde el extranjero a cuestiones españolas, por más anecdóticas que sean, despierta siempre un interés inusitado en los medios nacionales. Esa especie de complejo de inferioridad hacia todo lo extranjero se pone patente, una y otra vez, cuando opinan desde fuera sobre asuntos de todo tipo relacionados con nuestro país. Un artículo en una revista económica prestigiosa extranjera o un reportaje en medios televisivos internacionales son objeto de atención inmediata por parte de los principales medios de comunicación españoles, prácticamente sin distinción.
La única excepción a esta norma no escrita es el 11-M. Sobre el atentado terrorista que cambió el destino de España los medios españoles prefieren no saber nada, ni siquiera cuando el interés despertado en otros países concluye en un excelente documental como este de Cyrille Martin. Un documento que, además de su calidad técnica y sus indudables virtudes artísticas , ha servido para poner de manifiesto este silencio mediático atronador decretado sobre la mayor masacre terrorista perpetrada en suelo europeo.