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EDITORIAL

Tenemos un gobierno que miente

Ahora, un político socialista pretende decirnos que unos militares, únicos testigos de los hechos, mienten y él dice la verdad, pese a que no ofrece nada con que apoyarla. Un acto de fe difícil de profesar.

Rubalcaba lo dejó bien claro en aquella frase, pronunciada el día de reflexión de las ultimas elecciones generales: "los ciudadanos españoles se merecen un Gobierno que no les mienta". Esperamos, en breve, su ingreso en la oposición. Pues tenemos un gobierno que miente cuando nos aseguró que se iba de Irak, que no está pactando con ETA, que el Estatuto pactado con Mas es constitucional, que las relaciones con Estados Unidos nunca han sido mejores, que las pruebas que vinculaban a ETA con los batasunos de las tierras vascas eran "insuficientes", que la destitución de Fungairiño no ha sido su decisión política, que no hay problema lingüístico en Cataluña, que la tragedia de Guadalajara fue inevitable, que Marruecos no disparó a los que saltaban la valla de Ceuta, que no se venden armas a Venezuela, que hemos ganado peso en Europa, que Aznar apoyó el golpe de estado contra Chávez, que no se habla de la OPA en una reunión secreta con los responsables de la misma o que Durao Barroso, simplemente, se pasó por aquí para saludar. Y no seguimos por no aburrir.

Hoy se ha añadido una mentira más a esa cadena. Si bien tanto los militares que viajaban en el segundo helicóptero aquel infausto día en Afganistán como sus familias han recibido presiones para no hablar con la prensa, disponemos al fin de lo que dijeron sobre el accidente a los responsables de la investigación. Y sus palabras dejan muy mal el relato de los hechos "aséptico" que hace bien poco ofrecía Bono y que consistía, en resumen, en que no se sabía que había pasado pero que, aún así, se podía afirmar que no fue un ataque y la culpa era del viento y del piloto, por volar bajo. Como si lo hiciera por un excesivo gusto por el riesgo.

El retraso en su presentación del informe, incumpliendo tanto los plazos legales como las promesas de Bono y Zapatero al respecto –ambos dijeron que estaría listo a principios octubre– y la ocultación de los datos que llevaban a sus conclusiones siempre hicieron sospechar de la veracidad de éstas. Ahora, un político socialista pretende decirnos que unos militares, únicos testigos de los hechos, mienten y él dice la verdad, pese a que no ofrece nada con que apoyarla. Un acto de fe difícil de profesar.

Si Bono creyera que nuestros militares están en Afganistán defendiendo el papel que España debe jugar en el exterior, no habría ocultado estos datos, por miedo a que se conozca que nuestros soldados consideran que sus misiones allí son "vuelos de combate" realizados en aparatos poco adecuados para ese escenario y esa finalidad, como cierto avión de triste recuerdo. Pero es de temer que piense que están ahí porque él quería sacarse una foto junto a un sonriente Rumsfeld. Y que piense que se debe ocultar lo que hacen y en qué condiciones lo hacen porque sería difícil explicar a los ciudadanos en qué se diferencia eso de estar en Irak.

Lo asombroso es que, pese a esta mentira y a todas las anteriores, el gobierno siga gozando del crédito que tiene entre los ciudadanos, según las encuestas. Quizá Rajoy y esa panda de mediocres asesores que ya se creen en el coche oficial deberían pensar por qué.

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