Por si quedara alguna duda al respecto, la concejala comunista de Rivas y ganadora de las primarias de Izquierda Unida en la Comunidad de Madrid, Tania Sánchez, ha confirmado que no va a dimitir de sus responsabilidades políticas ni siquiera si resulta imputada por la Justicia. Su papel en la adjudicación de contratos municipales y subvenciones a miembros de su familia –origen de la querella interpuesta por el Partido Popular de la localidad madrileña– y la prohibición taxativa de que un imputado pueda concurrir a las elecciones según fijan los estatutos de IU no son argumentos suficientes para que Sánchez haga lo que exige constantemente a los políticos del resto de partidos. Esa doble vara de medir, tan habitual en la izquierda, alcanza niveles de desfachatez inaudita entre los que, como Sánchez, aseguran haber venido a regenerar la democracia y acabar con los desmanes de una clase política esencialmente corrupta.
El cinismo de la líder de los comunistas madrileños llega hasta el punto de distinguir entre imputaciones "políticas" (la suya) y las que afectan a los demás, una añagaza que busca justificar su negativa a dejar los cargos públicos que ostenta. Sin embargo, el motivo por el que ha sido llevada ante la Justicia no tiene nada que ver con la ideología, como sugiere ella, sino con el hecho de haber protagonizado un escándalo sonado con las adjudicaciones y ayudas públicas aprobadas por su Concejalía a favor de su hermano, una circunstancia que, de haberse producido en las filas de cualquier otro partido, habría exacerbado el celo justiciero al que nos tiene acostumbrados.
Los prolongados efectos de la crisis económica y los numerosos casos de corrupción que han saltado a los medios están sirviendo para que formaciones de extrema izquierda aparezcan ante la opinión pública como la única esperanza de regeneración política. Tania Sánchez es uno de estos personajes promocionados por ciertas tertulias televisivas que evitan a toda costa aplicarse su propio baremo ético. No es una excepción, sino la norma entre los dirigentes de los nuevos movimientos antisistema, involucrados a su vez en cobros indebidos, fraudes académicos y algún caso de evasión fiscal sin que por ello tengan la menor intención de marcharse a sus casas.
La conjunción de estos movimientos radicales en Madrid, donde han acordado presentar una candidatura municipal conjunta, lejos de suponer un soplo de aire fresco en las instituciones es la garantía de que la corrupción va a campar a sus anchas allí donde alcancen una mínima cuota de poder. Dirigentes de estas formaciones como Tania Sánchez no sólo reproducen los comportamientos de "la casta", sino que, además, justifican sus desmanes con razones ideológicas. Pocas cosas puede haber más rechazables para los ciudadanos que con sinceridad buscan un cambio político de calado.