El presidente Rajoy ha pronunciado el discurso con más sustancia del XVII Congreso del PP, clausurado este domingo en Sevilla. Las elecciones andaluzas del próximo 26 de marzo marcaron la perspectiva de la reunión y el contenido, o la falta de contenido, de la mayoría intervenciones. Era un Congreso que debía lanzar a Javier Arenas en la carrera hacia el Palacio de San Telmo, además de configurar una Dirección del partido en la que Rajoy ha delegado lo justo en la secretaria general María Dolores de Cospedal, aunque forzando la convivencia de los distintos grupos y sin renunciar a un firme control de la organización, a diferencia de otros presidentes de Gobierno, que dejaron la vida partisana en manos de colaboradores fieles, mientras ellos se concentraban en las tareas propias del jefe del Gobierno.
Con todo, el contenido de mayor significado del Congreso ha sido el discurso de clausura pronunciado por el presidente Rajoy, casi al mismo tiempo que miles de personas se manifestaban este domingo en 57 ciudades de España, convocadas por los sindicatos, para pedir que no se apruebe la reforma laboral en los términos anunciados por el Ejecutivo.
El presidente ha defendido su reforma en un mensaje que ha combinado el diagnóstico de una situación económica y social extrema, con la hábil selección de casos de sufrimiento y exclusión, como los de jóvenes que nunca han trabajado, hogares sin empleo desde hace dos años o madres que hacen milagros para satisfacer las necesidades básicas de la familia. El señor Rajoy se comprometió a decir la verdad a los ciudadanos sobre el estado del país y está siendo fiel a la palabra dada. Era verdad que el déficit público es del 8 y no del 6 por ciento anunciado por el anterior Gobierno. Es verdad que la economía se contraerá este año y que el paro volverá a crecer. Es verdad, como dijo Rajoy en su discurso de este domingo, que aún no ha llegado el tiempo de construir y que estamos, aún, en la fase de frenar el deterioro, un capítulo de nuestra historia que será penoso y traerá nuevos sacrificios. Todo eso es cierto, como también lo es que España saldrá adelante si al Gobierno no duda al impulsar las reformas que la economía necesita.
El Gobierno goza del respaldo de una amplia mayoría parlamentaria, elegida por los ciudadanos para que nuestro país se gobierne con determinación y sin hipotecas. La movilización que los sindicatos buscan para intentar frenar la reforma laboral no ha conseguido, con las manifestaciones de este domingo, que el presidente vacile. Está claro que los sindicatos aumentarán la presión y, si se ven con fuerza suficiente, convocarán una huelga general. Pero es una buena señal que el presidente Rajoy, tan ambiguo en otras ocasiones, haya defendido con claridad su reforma laboral, en el que ha sido el discurso más importante desde que tomó posesión como jefe del Gobierno. Para eso le han elegido los ciudadanos. Debe llevar adelante sus planes y, si es preciso, responder al chantaje sindical con una ley de huelga, como la prevista por la Constitución desde hace 34 años.